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Rincones de Galicia: Castro de Baroña, el legado de los celtas

El municipio de Porto do Son, ubicado en la Península do Barbanza y al amparo de la Ría de Muros y Noia, alberga uno de los tesoros arqueológicos más antiguos e importantes de Galicia.
Castro de Baroña.
(turismo.gal)
Castro de Baroña.
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Recorriendo por la A-550 la franja costera bañada por la Ría de Muros y Noia encontramos uno de los yacimientos más espectaculares que tenemos en Galicia: el Castro de Baroña, en Porto do Son. Lo cierto es que en este municipio hay restos de hasta nueve castros, que constituyen una cuarta parte del total de todo el Barbanza, pero el que tiene más relevancia es el Castro de Baroña, uno de los mejor conservados de la comunidad gallega con más de 21 siglos a sus espaldas

El Castro de Baroña es un asentamiento fortificado de la Edad de Hierro que tiene la peculiaridad de hallarse junto al mar, en Punta do Castro, siendo uno de los pocos castros gallegos que se encuentran a nivel del mar y tan próximo a él. Está situado en una península rocosa a la que se accede por un camino pedregoso que va dando paso a las primeras fortificaciones.

La vida en el Castro de Baroña

 Panorámica del Castro de Baroña (turismo.gal)

Es posible que el castro fuera habitado en primer lugar por pueblos celtas, allá por el siglo I a.C., aunque no hay suficientes evidencias que confirmen esta teoría; sin embargo, sí se sabe que estuvo poblado hasta un par de siglos después de la llegada de los romanos a la Península Ibérica, casi con seguridad hasta la segunda mitad del siglo I. d.C. 

La vida en el Castro de Baroña transcurría plácidamente para sus primeros moradores, que encontraban en ese especial enclave un lugar protegido (por el mar y por un triple muro de piedra en su único acceso por tierra) ideal para la pesca y el marisqueo al hallarse el asentamiento a pie de mar. Junto al castro se han hallado aparejos de pesca, anzuelos y restos de espinas de pesacado como rodaballo, merluza o dorada, lo que hace suponer su abundante consumo. Aunque no hay restos de embarcaciones, la existencia de otros castros lejanos en islas próximas a esta zona de costa, hace pensar en que sí disponían de pequeñas barcas. 

También se dedicaban a la agricultura y las artesanías complejas, como la metalurgia, la alfarería y el tejido, como así atestiguan algunas piezas halladas entre sus restos. La ganadería era otra de sus fuentes de subsistencia y alimento, teniendo animales domésticos como cerdos, cabras, vacas, caballos e incluso perros como animales de compañía.

Punta do Castro (turismo.gal)

Restos del asentamiento fortificado

¿Qué encontraremos en nuestra visita al Castro de Baroña? Nada más y nada menos que un poblado castreño prehistórico situado en una pequeña península rodeada casi en su totalidad por el Oceáno Atlántico. El entorno natural, los restos arqueológicos y la historia que aquí se concentra, forman un conjunto único en el mundo. En cuanto nos aproximamos por el único tramo que une la fortaleza a tierra firme observamos los restos de la triple muralla defensiva, perfectamente conservados, algo asombroso al situarse el castro junto al mar y estar alzados los muros directamente sobre la arena. 

En la parte sur, pegada al mar, hay un sólo muro, ya que era una zona de acceso improbable, situada sobre un montículo rocoso que ya formaba en sí mismo una barrera defensiva, aunque se cree que, debido al carácter pacífico de estos pueblos, las murallas eran más una forma de delimitar el espacio que un sistema de protección. 

Seguimos caminando y traspasamos un pasillo que nos conduce hasta las viviendas, de forma circular y también con una óptima conservación, de muros bajos y sin puertas, lo que hace pensar que estas estarían situadas en el techo, junto con otra oquedad para dar salida al humo del fuego, siempre encendido en el interior. Además de las murallas, escalinatas y hasta 20 viviendas que podemos observar en el conjunto castreño, se mantiene en pie parte de la torre defensiva, que hacía las funciones de garita

 Detalle de viviendas del castro (turismo.gal)

Junto al castro, la Playa de Arealonga, un extenso arenal salvaje de arena fina y dorada al que se llega cruzando un frondoso pinar, pone el broche de oro a la visita al castro. El espectáculo visual y sensorial está servido. 

Para completar la excursión es recomendable visitar el Centro de Interpretación del Castro de Baroña, en Porto do Son, que contiene maquetas, paneles, reproducciones y piezas originales que nos ayudarán a comprender la vida y cultura de los habitantes de este increíble poblado de la Edad de Hierro

Pero antes de abandonar el castro vuelve la vista atrás y conmuévete con cada una de las piedras que forman este espectacular conglomerado arqueológico que rinde culto al mar, en el que los atardeceres tiñen de rojo el conjunto, destilando parte de la magia legada por nuestros ancestros. 

Emma Sexto

https://unmundoinfinito.com/

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