
Alfonso Laurencic, el 'arquitecto de la tortura' que usó su arte para diseñar las cárceles más salvajes de la Guerra Civil española
El castigo al que eran sometidos los prisioneros no era físico, sino mental. Los techos de las celdas eran o altos o bajos para jugar con los silencios. En una había una bombilla a 20 centímetros de los ojos del preso, encendida durante las 24 horas del día.