Lorena, dueña de una cafetería en Viladecans (Cataluña) Eric Ponce Podcast
Lorena, dueña de una cafetería: "Facturo 12.000 € al mes, pero no hay personal; llamo a 15 y viene 1 persona a la entrevista"
Lorena descubrió las cafeterías de especialidad cuando residía en Bristol, se enamoró del concepto y no dudó en montar la suya propia cuando regresó a su pueblo.
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Hace algo más de año y medio, Lorena hizo realidad su sueño abriendo su propio local. Desde entonces, sus días comienzan a las siete de la mañana a Bristol Koffee, la primera cafetería de especialidad en el pueblo de Viladecans (Cataluña).
Aprovecha esta primera hora de la jornada, antes de abrir al público, para poner a punto todo lo que va a necesitar durante el día. Aunque no suena demasiado apasionante como plan, es la realidad de montar un negocio desde cero.
Pero, para Lorena, este es el sueño que llevaba persiguiendo casi una década. Viviendo en Bristol, descubrió el café de especialidad. Se enamoró de aquellos locales de ambiente acogedor con un café que era mucho más que un líquido amargo. Y no se lo pensó dos veces.
Lorena, empresaria de hostelería
Al regresar a Barcelona, según cuenta en el pódcast de Eric Ponce, estudió para formarse como barista y trabajó en varias cafeterías hasta que se sintió preparada. En su pueblo, Viladecans, no existía nada parecido. Era la ubicación perfecta.
Inversión amortizada en cinco años
Cuenta Lorena que invirtió unos 105.000 euros y se decidió por un traspaso para ahorrarse el calvario que podría suponer tener que gestionar licencias y acometer una obra desde cero.
Aun así, no salió como esperaba, pues la licencia de cafetería era, en realidad, de panadería, lo que limitaba el uso de mesas. Un contratiempo que consiguió solventar tras gestiones y pagos adicionales.
La maquinaria fue la partida más cara. Una cafetera de especialidad, molinillos de precisión, horno profesional y amasadoras que ha ido renovando conforme crecía la demanda.
La facturación media mensual ronda los 12.000 euros. De ahí hay que descontar los gastos fijos, como alquiler, sueldos y seguridad social, que ascienden a unos 7.000-7.500 euros. Y los variables: 1.500 euros solo en café, 300 en leche fresca de granja, refrescos, bubble tea e ingredientes para repostería.
Sumando ambos, los gastos mensuales pueden alcanzar los 9.000-10.000 euros. El punto de equilibrio diario está en 470 euros. Por debajo de esa cifra, según explica, estaría perdiendo dinero.
No es fácil, pero no se queja. Desde que inauguró su negocio, Lorena ha conseguido devolver ya el préstamo bancario, pero aún no ha recuperado los ahorros propios que invirtió en el proyecto. Calcula que en tres años, manteniendo el ritmo actual, habrá saldado toda la inversión.
Cuando le preguntan por la rentabilidad, Lorena explica que, de momento, el margen neto que le queda tras pagar todo ronda el 8-9 % de la facturación anual, que ha sido de 138.000 euros. No es una cifra espectacular, pero el negocio se sostiene y crece.
Encontrar personal: el gran escollo
Pero el mayor problema para Lorena no son ni las jornadas largas de trabajo ni el precio de los productos. Es el personal. Lo repite varias veces durante la conversación: lo que peor llevo es el personal.
"A veces llamo a 15 personas para la entrevista, quedo con 9 y se presenta solo una", se lamenta.
Entre las entrevistas que no se presentan, empleados que avisan dos horas antes de que no pueden ir, bajas laborales que se alargan sin explicación, horarios incompatibles con actividades personales, Lorena dice haber vivido situaciones surrealistas como la de una chica que dejó de venir tras una semana, o la de otra que se dio de baja justo antes de las vacaciones de su familia.
Aun así, reconoce que el equipo actual funciona bien, pero ha costado llegar hasta aquí. Lo que ha aprendido es que es mejor contratar a dos personas a media jornada que a una a tiempo completo. Así, si alguien falla, hay margen de maniobra.
También ha descubierto que las mejores incorporaciones no vienen de portales de empleo, sino de recomendaciones. Personas sin experiencia en hostelería, pero con ganas y actitud, que aprenden rápido y se quedan.
A pesar de todo, Lorena no se arrepiente. Si tuviese que volver a empezar, lo haría igual. Quizá contrataría desde el principio a dos personas a media jornada en lugar de una a jornada completa, pero el resto lo repetiría.
Ha creado algo que no existía en su pueblo, un espacio donde cada taza de café tiene una historia detrás y cada galleta se hornea con mimo. Una cafetería a la que acude gente de otros barrios solo por el bizcocho de limón o por el café de filtro que no se encuentra en ningún otro sitio de Viladecans.
De momento, Lorena no puede permitirse delegar. Aunque cuenta con un par de empleados, ella debe estar al pie del cañón los seis días a la semana que abren desde primera hora de la mañana hasta el cierre a las ocho y media de la tarde.
Pero no se rinde, su objetivo es conseguir formar un equipo sólido que le permita desconectar alguna tarde, disfrutar de un sábado libre, estar con sus dos hijos. Para eso necesita que el negocio crezca un poco más, que la facturación suba lo suficiente como para incorporar a otra persona sin que los números se resientan.