Gustavo Dudamel dirigiendo la Sinfónica de Londres. Foto: Gerardo Gómez/ Fundamusical

Gustavo Dudamel dirigiendo la Sinfónica de Londres. Foto: Gerardo Gómez/ Fundamusical

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Gustavo Dudamel, del fuego de Don Juan al murmullo de Mahler: regreso a España con doble programa y madurez

El director venezolano vuelve a España al frente de la Sinfónica de Londres para interpretar a Strauss, Ravel, Mozart y Mahler en tres ciudades.

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Visita de nuevo estas latitudes Gustavo Dudamel, ya un asiduo de nuestras salas de conciertos y fosos operísticos. En esta ocasión lo hace al frente de la Sinfónica de Londres, la formación que más veces ha visitado España a lo largo de las 55 temporadas de Ibermúsica.

Poco que decir de esta agrupación británica, siempre dotada de una pátina sonora de extraña liquidez, un equilibrio entre familias envidiable y una afinación a prueba de bombas. No en vano ha sido gobernada y dirigida por las principales batutas del orbe. Una de ellas en tiempos modernos es la de este joven maestro venezolano.

De la mano de Ibermúsica, orquesta y director actuarán en el Auditorio Nacional de Madrid el día 12 con un programa verdaderamente apetitoso, que incluye obras de Strauss y de Ravel.

Del primero, iniciando y cerrando la sesión, el impetuoso y ultrarromántico poema sinfónico Don Juan, el que abrió verdaderamente el fuego de obras maestras en este campo del compositor, y la conocida suite de valses de El caballero de la rosa, un magistral resumen danzable de una ópera maravillosa, cuyo discurrir se desarrolla sobre el evocador compás de 3/4. Del segundo, el sensual ciclo de canciones Scheherezade.

Tres piezas que recrean, gracias a la prodigiosa orquestación y volutas vocales, el mundo lejano de Las mil y una noches. Y la singular Rapsodia española, una partitura de una riqueza y de una originalidad tímbrica extraordinarias.

"Dudamel es sin duda un comunicador de primera que ha ido moldeando y modulando una personalidad brillante y expeditiva"

Un programa que se habrá interpretado dos días antes en el Teatro del Liceo de Barcelona y que contará con la magnífica soprano letona Marina Rebeka, una amplia y sonora voz de lírica plena, con ribetes de spinto. Posee la necesaria amplitud para salir bien del paso en una música prevista para mezzo o tenor.

El día 9 (Auditorio Nacional) y el 11 (Palau de la Música Catalana) Dudamel y la orquesta londinense también se exhibirán con un programa distinto que incluye dos obras muy significativas, dos sinfonías: la N.º 41, Júpiter, de Mozart, ápice de complejas líneas de la obra orquestal del compositor, y la N.º 1, Titán, de Mahler, donde se plantean ya las grandes líneas y el contacto con la naturaleza que son característicos del músico.

Excesos a raya

No hay duda de que Dudamel  trabajará a conciencia toda esta magistral concatenación de líneas sinfónicas y atenderá con el calor y entrega que lo caracterizan todos sus pliegues. Lo hará desde sus característicos atributos directoriales, pasajeramente embargados, sobre todo años atrás, de una urgencia a veces excesiva en las resoluciones y en la aplicación de los tempi. Poco a poco ha ido serenando su estilo y maneras, nacidas en sus principios del contacto con maestros de la talla de Daniel Barenboim o Simon Rattle.

Ha ido modulando y modelando poco a poco una gesticulación excesivamente ostentosa, eléctrica, trémula, vibrante, vigorosa, de una vitalidad apabullante, que en sus primeras escaramuzas con la Simón Bolívar nos parecían, con toda la razón, exagerada.

Dudamel es sin duda un comunicador de primera que, tras la permanente observación y estudio, ha ido atemperando una personalidad brillante y expeditiva. Desde luego oportunidades ha tenido y sin duda ha sabido aprovecharlas a partir de una entrega y de un trabajo denodados.

Evidentemente, sus contactos con la muchachada de José Antonio Abreu, el fundador del famoso Sistema de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, ha sido fundamental en su trayectoria.