Cine

King Kong se hace digital

Peter Jackson resucita con píxeles al legendario monstruo

8 diciembre, 2005 01:00

Con el inminente estreno de su versión de King Kong -el próximo miércoles-, Peter Jackson vuelve a convertirse en el centro de atención del cine universal. Tras el éxito de su mastodóntica y multipremiada trilogía tolkiana, ahora resucita al gorila por excelencia de la historia del cine en un remake que se mantiene fiel al original de 1933, excepto en una cosa: el director neozelandés ha tenido a su alcance toda la magia digital de la infografía y los modernos efectos especiales. ¿Cuál será el resultado de este King Kong digital? ¿La espectacularidad tomará el relevo a la magia onírica del original?

Hubo un tiempo en el que el King Kong de Merian C. Cooper y Ernst B. Schoedsack, el de 1933, era una obra de culto para los surrealistas franceses y los amantes del fantastique. Durante los años 60, el gran crítico Ado Kyrou, lo reconoció como una obra maestra del surrealismo avant la lettre, y personajes como Breton, Caillois o Cocteau, fueron rendidos admiradores del gigantesco simio enamorado. Pero, por desgracia, King Kong también fue un éxito comercial inesperado, que salvó a la RKO de la catástrofe que la amenazaba en plena Depresión, convirtiéndose, en cierto modo, en una franquicia que tuvo tanto secuelas directas, como El hijo de Kong, como imitaciones, parodias y, a lo largo de las décadas, crossovers, como dicen los freaks, con otros monstruos tan míticos como el propio Godzilla. Por no hablar del remake, tan torpe como camp, producido por Dino De Laurentiis en los años setenta, en plena fiebre del cine catástrofe, que tuvo el acierto de transformar a la joven Jessica Lange en mito erótico de toda una generación.

Encantamiento onírico
Naturalmente, a pesar de sus gracias o desgracias propias, ninguna de estas secuelas consiguió nunca, ni por asomo, recrear la magia, el erotismo ingenuo y perverso al tiempo, el encantamiento onírico y el romanticismo naïve, del original de 1933. La suma de los efectos especiales de Willis O’Brien, verdadero "autor" en sentido estricto del invento, esa stop motion en pañales que sigue ejerciendo hoy un curioso efecto de fascinación en el espectador moderno, y el genuino Sense of Wonder de la era de los pulps magazines, dieron por resultado una pieza única, un cuento de hadas moderno, repleto de cargas de profundidad inconscientes, interpretables tanto desde Freud como desde Jung (hasta Adolf Hitler admiraba la película, en cuya iconografía veía a la mujer rubia, blanca y aria, amenazada por el monstruo de las razas inferiores, brutal y peludo... sin comentarios), y perennemente asociado a nuestros fantasmas, miedos y deseos más íntimos. Una versión pulp del tema universal de la bella y la bestia, que el Hollywood diabólicamente ingenuo sirvió en bandeja a los más selectos paladares intelectuales y artísticos de Europa.

Y ahora, Peter Jackson, con la magia nada ingenua y raramente diabólica de las modernas técnicas digitales, ha conseguido realizar el que fuera uno de sus sueños, desde que desembarcara en la industria de Hollywood: filmar un remake honesto, fiel, sincero y entregado de King Kong, una de sus películas favoritas. Ya trabajaba en este proyecto antes de centrarse en la monumental y sobrevalorada trilogía de El Señor de los Anillos, con la que cumplió también no sólo su sueño, sino el de millones de fans, imbuidos de filosofía tolkiana y magia élfica, y de hecho, gran parte de los efectos especiales e innovadoras técnicas digitales que fueron utilizados en su saga de los anillos, los había desarrollado a fin de volver a dar vida al gorila de Willis O’Brien. Sombras del gigantesco mono enamorado flotaban, curiosamente, en filmes anteriores de Jackson, especialmente en el gran final de Braindead. Tu madre se ha comido a mi perro, epopeya cómica gore que acabó con todo el cine gore, y en un falso documental como Forgotten Silver, que tenía, en su falaz celuloide en blanco y negro, rescatado de un ficticio pasado heroico del cine neozelandés, algo de la magia del viejo cine fantástico mudo.

Después de El Señor de los Anillos, una cosa ha quedado clara: Jackson es un auténtico freak. Un incondicional del género fantástico, que tras revolucionar y enterrar el gore, está logrando materializar todas o casi todas sus fantasías de aficionado al género. Y lo hace, como no podía ser menos, con una entrega incondicional, acudiendo tanto a los más modernos y "realistas" medios técnicos, como ejerciendo un respeto casi maniático por sus modelos. Por ejemplo, en su King Kong, los tiranosaurios siguen teniendo tres dedos, a pesar de que la ciencia ha probado que solo poseían dos... ¿por qué? Naturalmente, porque en el filme de 1933, tenían tres. Poco antes de su muerte, la mítica Fay Wray, la bella protagonista del original, se encontraba en tratos con Jackson para interpretar un pequeño cameo en su versión. Quería que fuera ella quien dijera esa inolvidable frase que cierra la romántica tragedia del gorila enamorado: "No fueron los aeroplanos. Fue la bella quien mató a la bestia". Desdichadamente, la anciana actriz falleció antes de que llegara a iniciarse el rodaje, no obstante lo cual, hay una escena en la que Naomi Watts, quien encarna su personaje, viste un sombrero idéntico al que llevaba Fay Wray en 1933. El detalle más obvio que demuestra este extremo cariño y respeto de Jackson por sus fuentes es el hecho, desde luego, de que haya situado la acción no en la actualidad (error habitual de los imitadores) sino en el propio año del estreno del filme de Cooper y Schoedsack, manteniendo así la atmósfera pulp y aventurera de su época. Pero hay muchos más: el empleo de los modelos de brontosaurio, originalmente diseñados por O’Brien, como inspiración directa para los suyos; guiños constantes, numerosas secuencias que recrean por completo planos y tomas del original...

Magia infográfica
También hay diferencias. Ahora, la magia infográfica, en la que confía y basa gran parte de su éxito este nuevo King Kong, sustituye la primitiva y encantadora técnica de O’Brien y su alumno, el mítico Ray Harryhausen, por la animación digital, además de por el trabajo del actor Andy Serkis, quien ya diera "vida" a Gollum, que ha estudiado detenidamente a los gorilas africanos, a fin de interpretar a Kong. El gorila, por mor cierto realismo que en los años treinta parecía preocupar menos, pesa ahora la mitad de lo que supuestamente pesaba el viejo Kong, para mantener así un mínimo de credibilidad en sus acciones e interacciones con los seres humanos y su hábitat. Las escenas prehistóricas, con la lógica del cine post-Parque Jurásico, han aumentado de duración y espectacularidad.

Finalmente, aunque no sea precisamente lo menos significativo, mientras los creadores del viejo King Kong tuvieron que luchar contra las dificultades económicas por las que pasaba su estudio, reutilizaron decorados y criaturas de filmes anteriores de O’Brien, como El mundo perdido, y los sets de la producción anterior de Cooper y Schoedsack, la también deliciosa El malvado Zaroff, además de incluir insertos de documentales, por no hablar del trabajo de chinos de la stop motion o del hecho, inevitablemente simpático, de que Cooper y Schoedsack, que habían sido luchadores profesionales, interpretaran también papeles de extra en las escenas de acción o se encargaran de comandar a los pilotos de los aeroplanos que acaban con Kong, aunque fuera sobre el plató del estudio... en fin, que a diferencia de ellos, Peter Jackson ha cobrado veinte millones de dólares por dirigir el nuevo King Kong, convirtiéndose en el director mejor pagado, en avance de su película, de la historia del cine.

Fiel en espíritu y letra
No cabe duda de que este King Kong será espectacular, lujoso y fiel en espíritu y hasta en letra al original. Con alma de freak, equiparable al más entregado de los trekkies, Peter Jackson no ha escatimado recursos, actores atractivos (el oscarizado Adrien Brody y la guapa Naomi Watts...), medios artísticos y económicos, para cumplir su sueño de ofrecer al público un King Kong con el "realismo" y la eficacia de los modernos efectos especiales, pero también con rigor y respeto en su acercamiento al clásico de 1933... Sólo se me plantea una duda: ¿qué tiene que ver el argumento en sí, el detallismo y el respeto por éste, la literalidad, en definitiva, con el verdadero corazón del monstruo? Un nuevo King Kong, "mejor" hecho, más "espectacular", más "verídico" o "realista"... ¿qué tiene que ver con la magia que encantó a Breton o a Caillois? ¿Es posible resucitar el misterio, la poesía erótica y onírica de Fay Wray en manos de un gorila de tamaño irregular según el plano, animado con las espasmódicas y diabólicas artes negras del stop motion, tan sólo gracias a la infografía, los modernos fx y las técnicas digitales? ¿Será lo próximo un remake de Freaks con discapacitados de verdad combinados con infografía? ¿El gabinete del Dr. Caligari con efectos especiales digitales para reproducir al detalle una ciudad expresionista, pero que parezca "de verdad"? ¿Pandora y el Holandés Errante con un barco espectacular que vuele por aire y por mar?

No dudo de que las intenciones de Peter Jackson sean buenas. Son las propias de un verdadero fan, de un incombustible amante del fantástico... Pero quizá su problema sea que lo ama, a diferencia de los surrealistas, por su brillante superficie, por su armazón exterior, y no por su turbio y oscuro interior. Los pueblos mal llamados primitivos, los que adoraban a King Kong en las profundidades de la jungla de su isla perdida, ofreciéndole, pues no eran tontos, bellas extranjeras para aplacar su ira, creen o solían creer en otro tiempo, que la fotografía roba el alma del modelo...

Yo empiezo a creer, como moderno salvaje, que la infografía roba el alma de las películas.


El ‘ex-rey’ del gore
Es fácil olvidar que Peter Jackson (Nueva Zelanda, 1961) comenzó su trayectoria como indiscutible rey del gore. Durante años fue habitual de La Semana de Cine Fantástico y Terror de San Sebastián, donde se vieron sus comedias ‘splatter’ Mal gusto y Braindead, cortometrajes como Valley of the Stereos, la perversa Meet the Feebles, y donde sorprendió con su deliciosa y perversa Criaturas celestiales, melodrama surrealista, poético y criminal, con el que tocó el cielo. Después de su falso documental Forgotten Silver, Hollywood le fichó para la simpática Agárrame esos fantasmas, donde el gore fue sustituido por la infografía, y el público especializado por el infantil, aunque todavía latía el estilo de su autor... Después vendría Tolkien y, con él, Hollywood creó otro monstruo a su imagen y semejanza, mientras el mundo del gore y el bizarre perdía irremediablemente a una de sus grandes esperanzas blancas.