El incomodador por Juan Sardá

¿Por qué no Almodóvar?

20 febrero, 2012 01:00
La publicidad es mala para apreciar una película de Godard pero buena para ver una gala. Aguantar tres horas de Goyas sin pausas publicitarias es una experiencia, como mínima, dura. Si encima resulta que una película como No habrá paz para los malvados es mejor que La piel que habito, ya es difícil encontrarle un sentido. No habrá paz..., de Enrique Urbizu, es esa película que gusta a un tipo de crítico "macho" que domina la opinión en España. Y lo de "macho" conste que no va por Enrique González, que a costa de dividir su discurso en tres ha dado el más largo de la historia de la gala. Un discurso casi sólo superado en longitud por el de Lluís Homar, que se ha enrollado que no veas cuando ha ganado como secundario por Eva, esa película que se queda con la forma y no el contenido de lo que es la modernidad. Supongo que para muchos esta es la manera de conquistar a ese público esquivo. Y no lo es.

La piel que habito es una obra maestra y la película de Urbizu un telefilme medianamente bien rodado. ¿Que Pedro Almódovar hace, una y otra vez, la mejor película del año? Pues sí. ¿Que es un engreído? Puede, ¿y qué? El día que comencemos a valorar el trabajo realmente bien hecho, o incluso algo más difícil de asumir, la verdadera brillantez, no solo el cine español, todo en general funcionará bastante mejor. Ya sé que suena amargo, y lo es. No es amargo, es hartazgo por determinadas derivas según las cuales es más importante estar donde hay que estar que hacerlo bien. Ahí estaba Isabel Coixet recogiendo un Goya por su documental sobre Garzón demostrando que, por mucho que Macho -el real, no el macho hispánico- diga lo contrario, hay cosas que no cambian. En plata, el documental sobre Garzón consta en poner una cámara y echarse a dormir pero ha ganado por puro politiqueo. Y aun peor, se ha intentado ocultar cortando los aplausos mucho antes que en otros casos. ¿En qué quedamos?

El show ha empezado con un bailecito fatalmente iluminado en el que, menos mal, salía Belén Rueda, de la cual estoy enamorado. La intención era caer bien, pero como decía Julián Marías, no intentes caer bien a los que te detestan porque te seguirán detestando y encima te acabarán humillando. Así, ha habido dosis de autocrítica y una voluntad, bastante evidente, de querer acercarse a la sociedad. De repente, resulta que Judith Colell, a la que no conoce casi nadie, es la representante de las mujeres del cine español. Es un punto, por catalana y eso gana puntos cuando dicen: "España". Pero las malas decisiones siguen siendo malas decisiones. La realidad es que si Pedro no fuera de pueblo, hace treinta años que se habría largado.

En este espíritu de querer caer bien, Eva Hache ha hecho malabarismos para terminar por no poder decir nada y recitar chistes pueriles a costa de la crisis y el cambio político. A costa de no querer ser sectario, se ha caído en lo infantil e incluso tontorrón. Es lo que tiene no implicarse. Parece que no dominamos el punto intermedio. El escenario era un poco mejor, pero cuando daban los Goya, parecía el del telediario. Y es extraño cómo en España no sabemos ser, al mismo tiempo, entretenidos y "modernos" sin renunciar a nuestra tradición. O sea, que parece que oscilamos entre la imitación a lo yanqui o lo puramente casposo. Hay una tradición española plenamente moderna. O como mínimo, una forma de reinventarla.

Es delirante que una película como Los pasos dobles ni haya sido nominada mientras un fracaso tan indiscutible como La voz dormida acumulaba nominaciones. Es terrorífico que el único discurso con gracia haya sido el de Santiago Segura porque el verdadero talento está donde realmente está y al mismo tiempo se le desprecie sin darle una sola nominación a Torrente 4 que es una película mucho mejor que, por ejemplo, Blackthorn, que es una de esas películas españolas que no son, por decirlo en plan castizo, ni chicha ni limoná. Mientras, a Eva se le da el premio a la mejor dirección novel porque parece que es lo que "mola" una cosa con robots aunque se le vean las costuras y más bien parezca una versión demodé de El gato fantástico, sí, esas pelis de Walt Disney que eran para niños de 12 años. Mucha mejor suerte merecía Verbo, pero ni caso.

Los premios, en suma, han sido un despropósito. Cinco metros cuadrados, de Max Lemcke, ni aparecía. A Mientras duermes, se la ha despreciado. Isaki Lacuesta no ha ganado ni al mejor documental. Elena Anaya ha ganado como mejor actriz pero es que de vez en cuando no hay más remedio que hacer lo que toca. Tres cuartos con Jan Cornet, que era un vencedor favorito como actor revelación. Y María León hace lo que puede en La voz dormida, que es mucho pero no está muy claro que sea lo mejor. Y me pregunto, muy seriamente, si más allá del indiscutible carisma de José Coronado en No habrá paz... existe un policía en España como él, y si existe, ¿tiene algún interés? No es que la película sea mala, es que no es ninguna maravilla. Vale, en Hollywood ganó Shakespeare enamorado, pero Gwyneth Paltrow no ha hecho nada desde entonces.

Dicho esto, todo el conflicto de internet no tiene el menor sentido mientras no suceda en España una cosa que hoy no sucede, que a la gente le importe un pito el cine que hacemos aquí. Eso no sucede. Los de Anonymous la lían parda concediéndole al cine español un privilegio del que carece, el interés del público -sólo esta noche han entrado en la gala mientras anunciaban el nombre del mejor director y han hackeado la página de la Academia colgando un vídeo suyo en la portada. Y su desinterés está poco justificado en muchos casos porque triunfan películas americanas muy discutibles. Pero triunfan. Yo no sé qué hacemos mal. Pero sé lo que hemos hecho mal hoy. Y es premiar a una película menor como No habrá paz para los malvados cuando las había mejores. Y no solo la de Almodóvar, también la de Isaki Lacuesta, la de Jaume Balagueró o Verbo, de Chapero Jackson. No estoy de acuerdo.

Adam Zagajewski, en defensa de la experiencia

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