'Hacía la libertad', 2002. Foto: todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

'Hacía la libertad', 2002. Foto: todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

Arte

Pepa Caballero, la pintora olvidada que hizo de la abstracción su bandera

El CAAC de Sevilla descubre a una de las pintoras más olvidadas y talentosas de la abstracción española.

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Joaquín Jesús Sánchez
Publicada

“De la abstracción no se parte, a la abstracción se llega”. Con esta rotundidad se expresaba Pepa Caballero (Granada, 1943 - Málaga, 2012) en una entrevista realizada a finales de la década de los 2000. El vídeo, de unos quince minutos, se incluye junto a otras publicaciones en la retrospectiva que le dedica el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Comisariada por las profesoras de la Universidad de Málaga Carmen Cortés Zaborras e Isabel Garnelo Díez, la muestra quiere “recuperar” (término espinoso) la obra de la pintora granadina para situarla en las genealogías de la abstracción española contemporánea.

Pepa Caballero. Constelaciones abstractas

CAAC. Sevilla. Comisarias: Isabel Garnelo y Carmen Cortés. Hasta el 11 de mayo

Caballero, como se reitera en el texto de la exposición, fue la única mujer integrante del Colectivo Palmo, una heterogénea asociación de artistas residentes en Málaga activa entre 1979 y 1987, y cuyo miembro más notable fue Manuel Barbadillo. De esta época se rescatan los bocetos de un mural que todavía sigue pintado sobre un bloque de viviendas del barrio de El Palo: franjas de color rosa, azul, verde y celeste se superponen separadas por unos contornos blancos, que parecen los bordes de un papel rasgado.

Los trabajos de finales de los 80 y los primeros 90 están marcados por la exploración de la serialidad y la repetición. Por ejemplo, con fondos de color –en ocasiones, degradados– sobre los que se distribuye, ordenadamente, un moteado de pinceladas cortas; en otras obras de ese periodo, las motas se transforman en unas franjas horizontales titubeantes, resultado de una última capa de pintura a modo de tachón. También aparecen retículas delineadas con trazos vacilante, cuyas celdillas ocupan masas de color que se alternan armando un mosaico (verdes claros y oscuros; azules más o menos diluidos).

Estos trabajos, englobados en la serie Después de la poda, darán paso a otros en los que la calidez de la pincelada irregular se abandona en favor de un color uniforme y formas estrictas, más emparentadas con la rigidez de la arquitectura que con la liviandad del dibujo. Así lo vemos en la serie Partenón, realizada a lo largo de la década de 1990, donde la cuadrícula sirve para sintetizar los elementos constructivos clásicos (Columna Puerta verde, 1992).

Estos trabajos avanzarán rompiendo los compartimentos internos de la plantilla y uniendo sus interiores –ya sea vertical u horizontalmente– hasta convertirlos en tiras de color. Estas variaciones formales coinciden con una época de viajes por todo el mundo que llevaron a la artista a los Estados Unidos, a Grecia y a Italia, de los que se deducen cierta influencia de los abstractos norteamericanos y la aparición de una paleta pompeyana, que encandila a cuanto pintor se acerca por el vecindario.

'Hacía la libertad', 2002. Foto: Todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

'Hacía la libertad', 2002. Foto: Todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

En las obras fechadas a comienzos de los 2000 se suceden varios cuerpos de trabajo de naturaleza dispar, que coinciden con un notable aumento de la producción pictórica. Así, a las interpretaciones en clave poligonal de La Anunciación de Fra Angélico le sucede la serie El mar y otras cosas, compuesta, esencialmente, por combinaciones entre elementos recurrentes (franjas verticales u horizontales, compartimentación del lienzo mediante marcos interiores, la oposición del cuadrado y el rectángulo, etcétera) junto a la aparición de una paleta mucho más colorista. Estas obras de pequeño formato desembocarán en una etapa marcada por cuadros más corpulentos (algunos, trípticos o polípticos) en los que gana protagonismo una línea a veces diagonal, a veces quebrada, y las figuras irregulares.

Admito que desconocía la obra de Pepa Caballero hasta que me topé con esta exposición; y es de agradecer que los museos nos llamen la atención sobre artistas que, más de una vez, nos pasan desapercibidos. Más incluso cuando pertenecen a esa admirable categoría de artistas que persisten en el oficio, aunque no se les preste la atención que merecen. Por suerte, las comisarias no han caído en el exceso más común de las muestras de redescubrimiento: el de engrandecer exageradamente los méritos de su protagonista, favor que rara vez sale a cuenta.

'Los ángeles de Fra Angélico tocan el laud', 2002. Foto: Todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

'Los ángeles de Fra Angélico tocan el laud', 2002. Foto: Todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

Las cuatro décadas de trabajos que se reúnen en la exposición tienen un interés desigual: si bien las obras de los 80 y 90 siguen siendo atractivas, vivas aún por la frescura de su factura y la calidez de la mano de la artista, las indagaciones formalistas posteriores (realizadas, sospecho, a rebufo de modas recepcionadas a destiempo) quedan lastradas por el empleo de un lenguaje pictórico que, recalentado, se evidencia estéril.

Por otro lado, el diseño expositivo de Constelaciones abstractas (valga la redundancia) resulta un tanto confuso. Aunque las obras parecen agrupadas para convivir estéticamente con comodidad, las cartelas exponen los trabajos de manera genealógica, de modo que nada más entrar, el visitante se encuentra con unos cuadros que le son explicados en relación a otros, anteriores, que aún no ha visto. Para colmo, en esta ocasión se ha optado por una política de “una sala, una cartela”, así que, si usted, una vez metido en faena, siente curiosidad por algún detalle de la obra que está mirando, tendrá que guardarse la duda hasta que tenga la oportunidad deshacer el camino andado.

'Ofelia', 2006. Foto: Todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

'Ofelia', 2006. Foto: Todas las imágenes: Cortesía de los hijos de Pepa Caballero / Ignacio del Río

En la hoja de sala se achaca la escasa difusión del trabajo de Caballero a su insistencia en la abstracción. Hay sobrados ejemplos que desmienten esta tesis. En la entrevista que mentábamos anteriormente, la artista parece darnos otro argumento. “Empecé a hacer exposiciones individuales bastante mayor. Tenía una vida bastante programada… hasta que llega el amor. Dentro de eso, seguí trabajando. Para mí, lo más importante era mi familia: llevar las dos cosas es muy difícil”.