Image: Ramón Masats: La sobriedad me sale de dentro, soy así

Image: Ramón Masats: "La sobriedad me sale de dentro, soy así"

Arte

Ramón Masats: "La sobriedad me sale de dentro, soy así"

El fotógrafo catalán reedita su reportaje gráfico Sanfermines, origen de una de las obras fotográficas esenciales en el siglo XX español

23 junio, 2009 02:00

Ramón Masats. Foto: Óscar Masats

Alberto Ojeda
Ramón Masast llegó en 1957 a los Sanfermines para comprobar si podía ganarse la vida con la fotografía, su vocación. Su padre pretendía que se hiciera cargo poco a poco del pequeño negocio familiar, un pequeño colmado donde vendía bacalao. Pero lo que hizo en Pamplona, un reportaje gráfico magistral, le redimió del cerco familiar. Sus fotografías despertaron pronto el interés del mundillo, y le sirvieron para colocarse en la Gaceta Ilustrada. En el 63 Espasa Calpe las publicó, en un libro de edición especialmente cuidada, pero con alguna adulteración ajena. Ahora, más de tres décadas después, el fotógrafo catalán ha vuelto abrir la caja de cartón donde guardaba los negativos. Junto con Chema Conesa, ha revisado su trabajo, lo ha ordenado de nuevo y lo presenta en sociedad de nuevo. Eso sí: ahora 100% Masats.

PREGUNTA.- ¿Fue a Pamplona a probarse a sí mismo, a ver si podía ganarse la vida con su vocación?
RESPUESTA.- Es cierto. Y funcionó. Cuando volví a Barcelona enseñé mis fotos a algunos amigos fotógrafos y me dijeron que sí, que podían valer. Eso me dio seguridad.

P.- ¿De hecho utilizó estas fotos de Pamplona como carta de presentación para buscar trabajo?
R.- Por mediación de Oriol Maspons, que ya trabajaba para la Gaceta Ilustrada, se las enseñé al director en Barcelona de esta publicación. Me dijeron que en Madrid podría colaborar con ellos. Era justo lo que buscaba porque nunca he querido contratos fijos. Y mi intención era salir de Barcelona, abandonar el ala protectora de la familia.

P.- ¿Cómo se editó por primera vez este reportaje gráfico?
R.- Gracias a algunas amistades, conseguí que la editorial Espasa Calpe se interesara por mi trabajo. Pero me pidieron que volviera, ya en el 60, a sacar algunas fotos en color. Como era un novato, le hice caso. Colocaron algunas de estas en la portada y en la páginas interiores. Pero el resultado no me convenció. De hecho, en esta reedición hemos decidido quitarlas, porque eran un pegote.

P.- ¿Qué más novedades incorpora la reedición actual?
R.- Con Chema Conesa, estuve viendo todos los negativos que había tirado. Vimos que podríamos completar algunos aspectos de la fiesta que se habían quedado un poco flojos, e incluimos 59 fotos que no estaban en la edición original.

P.- Uno de esos puntos débiles del reportaje serían las escenas callejeras de los encierros...
R.- Sí. En los Sanfermines, cada año, sólo tienes siete oportunidades de un segundo para hacer las fotos. Es muy difícil sacar algo bueno. Espasa Calpe, para completar mi trabajo, incluyó imágenes tomadas por fotógrafos de Pamplona, que son los que mejor reflejan los encierros. Tienen un truco: reparten cámaras a sus amigos por todo el recorrido. Calculo que cada uno de ellos reparte unas 20 cámaras. Pero a mí me molestó que su aportación se advirtiera con una pequeña nota, al final del libro. Me pareció insuficiente. Algunas de las fotos no recogidas antes son precisamente sobre los encierros.

P.- De todas formas, su intención no era ceñir su trabajo a la cuestión taurina, ¿no?
R.- Claro, yo me centré en la gente en las calles, en la manera de celebrar los Sanfermines, entre tanto exceso. Tuve suerte porque no sé cómo me apañe pero conseguí acoplarme a una de las peñas de allí, y con ellos, gente muy amable, pude meterme en todas partes: en sus fiestas, en sus salidas nocturnas. Me echaron una muy buena mano.

P.- Antes de ir por allí, otros fotógrafos de gran talla ya estuvieron fotografiando los Sanfermines. ¿Tenía presente el trabajo de alguno de ellos cuando fue a Pamplona en el 57?
R.- La verdad es que no. Luego me he ido enterando de quién estuvo por allí. Por ejemplo el libro de Inge Morath lo vi muchos años después. No la conocía. Tampoco sé si coincidí con ella en Pamplona. No me relacioné con otros fotógrafos cuado estuve trabajando allí.

P.- ¿Antes de disparar sabe lo que busca o su método es observar hasta que algo le llama la atención?
R.- Nunca voy a ningún sitio con una idea clara de lo que quiero hacer. Si me gusta informarme y leer sobre lo que voy a trabajar. Pero siempre dejo que la realidad me sorprenda, que el instante me salga al paso...

P.- Las pocas fotos que hay en sus negativos denotan una gran seguridad. Parece saber lo que quiere retratar...
R.- Sí, son todos negativos únicos. Siempre he tenido mucha seguridad. También influye el precio de los carretes, muy caro en la época. Pero la verdad es que siempre me he sentido bastante seguro. Cuando era joven no hacía acercamientos previos. Sí en los últimos años, con el color. Es que, en blanco y negro, si te equivocas con el diafragma, y pones uno más o uno menos, la foto se salva. En color, no: el diafragma tiene que ser exacto. Es simplemente por eso.

P.- La sobriedad es uno de los rasgos más señalados en su obra...
R.- Me sale de dentro, soy así. Cacual es cacual...

P.- Y la subjetividad, fijarse en el detalle, en detrimento del plano coral...
R.- He sido siempre muy intuitivo. Y a lo que dices añadiría la ironía. Hay mucha ironía en mis fotografías.

P.- ¿Ha vuelto a los Sanfermines? ¿Qué cambios aprecia?
R.- Volví en el 75 para rodar un documental, sin cámara de fotos. Luego también regresé en el 82, para un libro sobre España, y en el 98, para un libro sobre toros. Se han convertido en una locura. Hay demasiado fotógrafos, y la gente con sus cámaras digitales también se quiere meter. La peñas ya no son tan abiertas. Lo cierto es que se ha degradado un poco.