El empresario y maestro arrocero Edu Torres

El empresario y maestro arrocero Edu Torres Mindcast

Reportajes gastronómicos

Edu Torres, arrocero: "Estuve a punto de quebrar y ahora tengo 54.000 clientes gracias al trato cercano que les doy"

Edu Torres recorre cada año más de 100.000 km para visitar a sus clientes "casi uno por uno" entre los que se encuentran chefs como Dabiz Muñoz o el hotel Ritz de Riyadh.

Más información: Edu Torres, experto arrocero, lo confirma: "El arroz sí se puede mover en la paella, pero hay que saber hacerlo"

Publicada

De niño, Edu Torres tenía pesadillas pensando cómo ayudar a su padre cuando la ruina rondaba la empresa familiar.

Hoy, cuatro décadas después, dirige una empresa que vende arroz de lujo a 54.000 clientes en todo el mundo y recorre más de 100.000 kilómetros al año enseñando a cocineros de cinco continentes cómo hacer una paella perfecta.

En pleno centro de Valencia, a escasos metros de las Torres de Serranos, se escribió durante décadas una historia de supervivencia, porque la historia del Grupo Molino Roca es la crónica de una resistencia.

De ella ha hablado el propio Edu Torres en una entrevista en el podcast Mindcast que puede verse íntegramente en YouTube.

Dar la vuelta a la tragedia familiar

Edu Torres en Mindcast

Cuando las grandes superficies arrasaron con los molinos tradicionales en los años ochenta, el abuelo de Edu casi tuvo que cerrar la empresa.

Su padre, marcado por la ruina familiar, prometió no volver a vender arroz a supermercados y apostó por una variedad cuyo nombre provocaba risas: el arroz Bomba.

"Los niños se reían de mí porque era un nombre muy peculiar", recuerda. Lo que no sabía entonces el pequeño Edu Torres era que aquel arroz, traído de Italia y sembrado en Calasparra, se convertiría en su salvación.

El camino fue de todo menos fácil. "Yo me acuerdo como si fuese ayer que entraba en Casa Roberto con una carretilla y mi padre. Roberto, con cigarro en boca, la sacaba blanca e insultaba a mi padre", recuerda.

Ese recuerdo traumático de su infancia forjó una obsesión en el joven Torres, hacer el mejor arroz posible. "Debíamos hasta de callarnos", admite mientras recuerda lo duros que fueron esos comienzos.

El gran salto

Ese objetivo autoimpuesto de alcanzar la excelencia llevó a Torres a tomar una decisión radical, trasladó el molino de Valencia a Segorbe, buscando la altura y las condiciones climáticas ideales para estabilizar el grano.

Allí, implementó un proceso de selección extremo, de cada mil kilos de arroz en cáscara, solo la mitad llega al cliente final. "El resto se va a las gallinas y a desperdicio. A nuestro cliente le damos el corazón de la sandía", explica.

Ese nivel de exigencia, sumado al envejecimiento del arroz durante años y pulidos específicos según el tiempo de almacenamiento, ha sido la clave para convertir al arroz de Molino Roca en un referente mundial.

Y esto ha sido posible gracias a que Edu Torres no es un empresario convencional. Podríamos describirlo como un evangelizador del arroz. Con un coche, una maleta y un puñado de granos, visita restaurantes uno por uno.

"Me cojo un coche y me voy cliente por cliente a visitarlo y a explicarle", dice. Esa filosofía lo ha llevado a cocinar en Dubái, Hong Kong, Australia, Maldivas o California. En Arabia Saudí incluso preparó una paella de camello que escandalizó a los puristas valencianos.

El agricultor: el verdadero héroe

Aunque Torres tiene muy claro que de nada servirían sus esfuerzos sin los de las manos que cultivan el cereal. "Sin el labrador no somos nadie", insiste.

Por eso creó Clandestinos, un evento anual en los campos de arroz donde 500 personas, que pueden llegar a ser hasta 800, celebran la paella junto a los 55 mejores arroceros del mundo. "El cocinero tiene que meter los pies en el agua y sembrar para que vea lo duro que es esto", explica.

Además, según el experto, el campo español agoniza bajo regulaciones absurdas. Por ejemplo, la Agenda 2030 europea que prohibió el tecicatol, único fungicida eficaz contra la pericularia, permite importar arroz argentino tratado con ese mismo producto.

"¿Está regulando cómo tiene que cultivar el arroz un tío en Segorbe un tío que está sentado en su despacho en Bruselas? ¿En qué cabeza cabe eso?", se indigna. El resultado: "Este año que entra no va a haber bomba. Poco a poco nos la hemos cargado".

Los cocineros: la clave del éxito

Edu Torres insiste en una idea que choca con el discurso habitual de gurús del marketing y la comunicación. Para este maestro de las paellas, la marca no la crean las empresas, sino los cocineros.

"El cocinero es quien ha potenciado nuestro arroz", afirma con convicción. Para Torres, la verdadera identidad de Molino Roca se ha forjado en las cocinas de quienes transforman su producto en platos excepcionales.

Así ha sido desde sus comienzos, cuando de niño viajaba con su padre a Madrid en un 131 -un modelo de coche de la época- y, con un mapa, iban buscando calles a puerta fría "con una maleta y un poquito de arroz".

Más de 40 años después, tal como aprendió de su padre, Edu Torres recorre cada año más de 100.000 km para seguir dando ese trato cercano a sus clientes y ha aprendido que el éxito no está en la denominación de origen -que no tienen al no cultivar en Valencia-, ni en las redes sociales que casi no usa, sino en la obsesión por la calidad y el respeto al producto.

"Somos muy humildes y queremos seguir siendo humildes", insiste. Esa humildad le ha abierto las puertas de José Andrés, con quien cocina "todas las tardes", o del grupo Meliá, cuyo fundador fue el primer cliente de su padre en Madrid. "El primer cliente que atendió a mi padre fue don Enrique Meliá", recuerda.

Y así es cómo desde aquel molino de Guillén de Castro, donde un niño soñaba con ayudar a su padre, hasta los campos de Segorbe donde hoy se cultiva el arroz que comen en el Ritz de Riyadh, la historia de Edu Torres se ha convertido en la de un producto humilde elevado a la excelencia.

"Hemos crecido un 37 % en venta este año", revela. Pero más allá de las cifras, su legado es haber demostrado que la tradición y la innovación no son enemigas.