Imagen de archivo de una taza de chocolate con churros.

Imagen de archivo de una taza de chocolate con churros. Freepik

Sociedad

Raúl, churrero, sobre la falta de trabajadores: "He despedido a 6 empleados por los precios e impuestos, no tengo beneficio"

El empresario habló abiertamente sobre los obstáculos y dificultades que afronta para sacar adelante su churrería.

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Las claves

Raúl, churrero de Móstoles, ha tenido que despedir a seis empleados y cerrar dos locales por el aumento de costes e impuestos.

Las churrerías, tradicionales puntos de encuentro y símbolo de barrio, sufren ahora por la presión fiscal y el encarecimiento de los productos.

Raúl señala que los gastos por impuestos como el IVA pueden alcanzar hasta 12.000 euros trimestrales, lo que reduce al mínimo su margen de beneficio.

La situación actual obliga a muchos autónomos del sector a asumir jornadas interminables, recortes de personal y una lucha diaria para mantener sus negocios.

Las churrerías forman parte de la identidad de muchos barrios, sobre todo en las frías noches de invierno, cuando nada apetece más que entrar en calor con churros, porras o un buen chocolate caliente.

Detrás de cada local que abre por la mañana, por la tarde o de madrugada hay, sin embargo, una historia de trabajo constante, esfuerzo y sacrificio.

Es el caso de Raúl, un churrero que se vio obligado a echar el cierre a otras dos churrerías debido al aumento de la presión fiscal y el encarecimiento de los costes.

Churrerías de barrio

Durante décadas, las churrerías han sido mucho más que un lugar donde comprar churros o porras en muchos barrios de España.

Se han consolidado como puntos de encuentro cotidianos, espacios donde los vecinos coinciden, charlan y refuerzan la vida comunitaria alrededor de una barra y una taza de chocolate caliente.

El olor a masa recién frita y la persiana subida a primera hora de la mañana convierten a estos locales en una parada casi obligatoria para empezar el día.

Además de su función social, las churrerías desempeñan un papel cultural y gastronómico clave, preservando una tradición muy arraigada en el desayuno español, con recetas que en muchos casos pasan de padres a hijos.

Para muchos vecinos, la churrería no es solo un negocio de barrio, sino un símbolo que mezcla memoria, sabor y cercanía. No obstante, detrás de esta imagen cotidiana se esconde una realidad marcada por el esfuerzo personal y la presión económica.

La mayoría de las churrerías están en manos de autónomos que afrontan jornadas interminables, un trabajo físicamente exigente y una carga administrativa cada vez mayor.

Raúl, propietario de una churrería en Móstoles, relataba en Telemadrid cómo esta situación le ha obligado a tomar decisiones difíciles.

"Hemos tenido que cerrar una churrería que tenían mis hijos en Humanes y un local como este puesto en Getafe, porque ya no aguantamos la situación", explicaba.

Según detallaba, "está llegando un momento en que entre el precio de los productos, los precios y lo que nos está apretando el Gobierno, el Ayuntamiento y todo, ya es insostenible".

La falta de margen económico también le ha llevado a recortar personal y reorganizar los horarios. "Teníamos dos por la mañana y dos por la tarde, pero hemos tenido que repartir el turno y hacerlo con dos personas simplemente por tres puestos", apuntaba.

Una decisión que, reconocía, ha tenido un impacto directo en su plantilla: "Hemos tenido que quitar a seis familias de comer porque nos aprietan tanto que llega un momento que ya no podemos".

"Suben los productos, suben los impuestos, sube todo y no tenemos ningún beneficio por parte de ayudas de ningún gobierno, de ninguno", lamentaba. Emprender en este sector implica asumir impuestos, cotizaciones y gastos constantes, lo que transforma la vocación por el oficio en una lucha diaria por sobrevivir.

Como ejemplo de esa presión fiscal, Raúl detallaba el impacto del IVA en su negocio: "Solo este trimestre se van 8.000, 9.000 o 12.000 euros, según el gasto que tengamos".