Adolfo Suárez y Yaser Arafat en La Moncloa, en septiembre de 1979

Adolfo Suárez y Yaser Arafat en La Moncloa, en septiembre de 1979 Efe

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Cuando Suárez se enfrentó a Occidente por defender Palestina: el día que Arafat visitó Moncloa con pistola

En 1979, el presidente español fue el primero en recibir al líder palestino en el palacio presidencial, cuando Occidente consideraba a la OLP como grupo terrorista.

26 mayo, 2024 03:41

"Estamos en el lado correcto de la Historia", afirmaba Pedro Sánchez en el Congreso este miércoles tras anunciar que su Gobierno reconocerá al Estado palestino la próxima semana. El presidente del Ejecutivo ponía fin a la incertidumbre tras varios meses intentando recabar el apoyo de otros Estados, aunque sólo ha logrado mantener el compromiso de Noruega e Irlanda. España dará el paso diplomático al margen del criterio del conjunto de sus socios europeos e importunando a Estados Unidos.

La iniciativa del reconocimiento, que se pondrá en negro sobre blanco el martes en el Consejo de Ministros, ha sembrado el descontento en Israel, que llamó a consultas a su embajadora en Madrid y convocó también a la representante española en Tel Aviv. Además, las palabras de la vicepresidenta de Yolanda Díaz defendiendo una Palestina "desde el río hasta el mar" le han valido acusaciones de antisemitismo que ella ha negado.

Pero no es la primera vez que España se pone al frente de Occidente para reconocer los derechos del pueblo palestino. La peculiar situación de España en el panorama mundial durante los casi 40 años de dictadura franquista llevó al país a entablar buenas relaciones con el mundo árabe, al tiempo que no existían contactos con Israel. El Gobierno democrático posterior heredó estas inercias y llevó a Adolfo Suárez a liderar el acercamiento occidental a la causa palestina. No le frenaron las reticencias de los que pretendía que fuesen sus socios muy próximamente: los países de la Comunidad Económica Europea y los implicados en la OTAN.

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Así, en el año 1979 y en el marco de la Guerra Fría, Suárez venía aplicando una política de neutralidad en su política exterior que le condujo a incluir a España en la Conferencia de los Países No Alineados que se celebró a inicios de septiembre en la Cuba de Fidel Castro. Las críticas que arreciaron por cómo este movimiento le distanciaba de Occidente no frenaron a Suárez de realizar un movimiento aún más osado: ser el primer líder occidental en recibir a Yaser Arafat en la sede presidencial.

Arafat era entonces el líder de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), una organización que era considerada por Estados Unidos y parte de Europa como un grupo terrorista. Apenas un mes antes, en agosto, el presidente Jimmy Carter había destituido a su embajador en la ONU, Andrew Young, precisamente por reunirse en secreto con un representante de la OLP. El líder estadounidense había prometido a Israel que no entablaría conversaciones con este colectivo hasta que este reconociese el derecho de Israel a existir (algo que no hizo hasta los acuerdos de Oslo de 1993, que le valdrían el Nobel de la Paz a Arafat, entre otros).

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Pese a todo ello, Suárez decidió invitar a Madrid a Arafat. Como cuenta el investigador Fernández Fernández-Cuesta, la excepcionalidad de la visita suscitó problemas en qué tratamiento concederle al líder palestino. Un intercambio de notas entre Exteriores y Moncloa zanjaba el asunto: "Si lo recibimos, tenemos que tratarle bien y aunque no lo tratemos de verdad como a un Jefe de Estado tenemos que darle un cierto rango. El jefe de Protocolo es manifiestamente poco y corremos el riesgo de que lo considere feo".

Tres días en España

Finalmente, Arafat llegó al aeropuerto de Barajas (rebautizado casi medio siglo más tarde con el nombre del propio Suárez) el 13 de septiembre de 1979 procedente de Trípoli. El Mystere-20 de las Líneas Aéreas Libias tomó tierra a las dos de la tarde, con cuatro horas de retraso sobre el horario previsto. Vistiendo guerrera militar y el típico kufiya beduino, las crónicas de la época señalaron que portaba en la cintura un revólver Magnum. No tuvo inconveniente en mostrárselo a los fotógrafos tras reunirse horas después con distintos líderes de los partidos políticos.

Tras ser recibido a pie de pista por las autoridades, el más importante de los cuales era el director general de África del Ministerio de Exteriores, Pedro López Aguirrebengoa, Arafat desarrolló una declaración pública en la que resaltó que el pueblo español "siente mucha simpatía hacia nuestra lucha". "No podemos olvidar que España no tiene relaciones hasta ahora con Israel. Nosotros, el pueblo árabe, sabemos valorar tales actitudes", subrayaba.

Desde Barajas, y a bordo de un vehículo Mercedes del Gobierno español, el líder palestino llegó al hotel Ritz, donde se alojó las dos siguientes noches.

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Horas después acudió al Palacio de la Moncloa junto con varios miembros de la OLP. No trascendió entonces el contenido concreto de la reunión, de más de dos horas de duración. La Oficina de Información Diplomática (OID) española señaló que había habido "un amplio cambio de impresiones sobre cuestiones de mutuo interés", mientras que Arafat se mostró agradecido a las "conversaciones amplias y plenamente satisfactorias con el presidente del Gobierno". "Estamos dispuestos a ayudar" a la causa palestina, le aseguró Suárez a puerta cerrada.

Sin embargo, en las notas previas a la reunión, Exteriores señalaba la importancia de aclarar a Arafat "la importancia que concedemos a la posición árabe y en concreto palestina sobre cuestiones subversivas o terroristas, que puedan atentar contra nuestra estabilidad, nuestra democracia y nuestra integridad territorial". Aparece así una de las razones por las que Suárez decidió encontrarse con el líder de la OLP: la conexión entre el grupo palestino y el terrorismo de ETA, dada por segura por los servicios de inteligencia de la época.

Como resumen del viaje, desde Exteriores se emitió un comunicado que concretaba la postura española sobre el conflicto: "No habrá paz en Oriente Próximo sin una solución global, justa y duradera basada en las resoluciones de la ONU y en el ejercicio por el pueblo palestino de sus inalienables derechos nacionales". Como recuerda en uno de sus libros el entonces miembro de la OID y posteriormente embajador en Naciones Unidas, Inocencio Arias, "en lo que hoy sostiene la práctica totalidad del globo, Suárez fue pionero".

Más allá de las palabras, la reunión se saldó con un significativo abrazo entre ambos mandatarios, una imagen que dio la vuelta al mundo y que escandalizó a los aliados de Israel. Cuentan las crónicas que el palestino fue quien tendió los brazos a Suárez, que se prestó al gesto de cariño.

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El Estado hebreo no se pronunció oficialmente sobre la visita, aunque los medios locales israelíes criticaron el encuentro y acusaron a Suárez de continuar "la tradición de la España de Franco", acogiendo "con gran pompa al jefe de la organización cuyo programa prevé la destrucción de Israel", tal y como informaba entonces el corresponsal de El País.

Otras reuniones

Ese primer día, Arafat no se limitó a visitar Moncloa. Posteriormente recibió en el Ritz al presidente de la gestora del PSOE, José Federico de Carvajal, junto a los diputados Luis Yáñez y Enrique Múgica. Tras ellos fue el turno del secretario general del PCE, Santiago Carrillo.

Los principales partidos del centro y la derecha quedarían reservados para el día siguiente: Arafat se encontró con el secretario general de UCD, Rafael Arias Salgado, también miembro del Gabinete de Suárez. El líder de Coalición Democrática, Manuel Fraga, declinó la invitación: "Me sublevo ante su presencia en nuestro país, que ya sufre bastante con su propio terrorismo para importar oficialmente otro", criticó.

Después, Arafat recibió la medalla de plata del Ayuntamiento de Madrid de la mano del alcalde Enrique Tierno Galván, y se reunió en el Palacio de Viana con el ministro de Exteriores, Marcelino Oreja. En este encuentro, el responsable de la diplomacia insistió en la relación de la OLP con ETA, algo que negó el dirigente de la organización. Al día siguiente, ante la prensa, el palestino se negó a contestar si consideraba a ETA un grupo terrorista y señaló que "no tiene por norma intervenir en los asuntos internos de un país".

Consecuencias del viaje

La prensa nacional e internacional trató profusamente el encuentro, poniendo el foco en lo excepcional de la postura española e insertándola en lo peculiar de la política exterior del presidente. "Suárez ha logrado meter a la política exterior española en la mayor confusión posible", señalaba El País. Por su parte, ABC editorializó a favor de la visita, recordando el veto de Israel a España durante el franquismo. Pilar Urbano, también en ABC, se mostraba más crítica en una columna en la que tildaba a Arafat de "cruce de lagarterana y forajido" y a Suárez de disfrutar "las carantoñas de la progresía internacional".

A nivel político, apenas diez días después de su encuentro con Arafat, Marcelino Oreja compareció en la Asamblea General de Naciones Unidas, donde compartió la postura del Gobierno español con la comunidad internacional. Allí subrayó la necesidad del "reconocimiento y ejercicio de los derechos nacionales de este pueblo [palestino], incluido el derecho a una patria".

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"Ya es hora de que las partes contendientes en una confrontación que ha causado tantas víctimas y sufrimientos, comprendan que no pueden perseguir como objetivo el aniquilamiento o la humillación del contrario", abundaba Oreja, que tildaba de "acto ilícito" la conformación de "asentamientos ilegales" israelíes desde 1967.

El ministro de Exteriores, incidía, sin embargo en el "derecho a la existencia" de Israel "dentro de fronteras seguras y reconocidas". "Cuando unos y otros renuncien a sus objetivos imposibles y comprendan que no hay más vía abierta que la negociación, sobre la base del respeto a los principios establecidos por esta Organización, será posible llegar a una paz auténtica, que permita la convivencia y la cooperación fructífera entre todos los pueblos de la zona", resumía Oreja.

El legado

Arafat no volvería a España hasta una década después, en enero de 1989, bajo el mandato de Felipe González. Su regreso ocurrió tres años después de que el Ejecutivo español e Israel normalizasen sus relaciones diplomáticas. La investigadora Ana María Hernández recuerda que este acercamiento "cambió el discurso de apoyo [del PSOE] a la causa árabe, particularmente a la cuestión palestina, por uno más moderado".

González inició el cambio de postura hacia Israel poco después de llegar a La Moncloa, empujado en parte por las presiones de EEUU y los socios europeos. En pleno proceso de incorporación a la CEE y de la apuesta de González para mantenerse en la OTAN, la relación con el Estado hebreo de los aliados de España no era cuestión baladí. Pese a ello, el comunicado del Ejecutivo español anunciando sus intenciones de normalización en 1986 subrayaba la "defensa de las legítimas aspiraciones del pueblo palestino".

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La nueva posición de España en el conflicto, sumado al incremento de su peso diplomático una vez que dejó atrás las secuelas de la dictadura en sus relaciones internacionales, le valió acoger la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo, celebrada en Madrid en 1991. Aunque el encuentro multilateral no cumplió con los resultados esperados, sí benefició a la imagen exterior de España y de González, quien fue invitado a visitar Israel en 1993.

Aznar heredó la política de González. Arafat regresó a Moncloa durante el primer año de Gobierno del PP, y dos años más tarde el presidente español visitó los Territorios Ocupados, donde reiteró que la política exterior española pasaba por el respeto a "las resoluciones de la ONU, los acuerdos de paz, el derecho de los dos Estados a la integridad territorial y la seguridad, y los derechos de los palestinos". Además intentó, sin éxito, acoger una nueva conferencia de paz.

Durante el Gobierno de Zapatero, el clima de confrontación en Oriente Próximo fue a más, alejándose de los compromisos internacionales adquiridos. Coincidió, además, la victoria de Hamás en 2006, y el Ejecutivo se sumó al boicot de la UE al grupo que ya era considerado organización terrorista por el bloque comunitario. 

En la actualidad, Sánchez se ha puesto al frente del intento de reconocer a Palestina como Estado, un paso más hacia la 'solución de los dos Estados' que propugna la mayoría de Occidente. La iniciativa, evidentemente, no gusta a Israel, que ya ha criticado reiteradamente las declaraciones de Sánchez y sus ministros en los últimos meses, llegando a convocar de vuelta a su embajadora tras el ataque de Hamás en octubre. 

La mayoría de los países de nuestro entorno no consideran, sin embargo, que sea el momento de dar un paso tan relevante para la situación en Oriente Próximo como sería el reconocimiento de Palestina como Estado. Pero Sánchez ya ha comentado en varias ocasiones su disposición de hacerlo en solitario si es necesario, con la misma osadía que ya tuvo Suárez hace 45 años.