Irene Montero, en una imagen reciente.

Irene Montero, en una imagen reciente. Europa Press

Política 23-J

Operación 'Salvar a Irene Montero': 15 días de vetos, zancadillas y órdagos entre Podemos y Sumar

La formación morada celebra hoy su Consejo Ciudadano Estatal para ratificar el acuerdo con Yolanda Díaz y, previsiblemente, aceptar el veto a la ministra de Igualdad.

17 junio, 2023 03:55

Si algo ha aprendido Yolanda Díaz de los pactos con Podemos es que nada es lo que parece y que las negociaciones se sabe cómo empiezan, pero nunca cómo terminan. Esta vez lo ha hecho a golpes, y lo último que esperaba era que aquella llamada de socorro el 29 de mayo —"Ione, tenemos que intentarlo"— fuera a terminar con las izquierdas yendo a las elecciones bajo una misma papeleta, pero más desunidas que nunca. Entre una cosa y la otra ha habido insultos, presiones, órdagos y zancadillas, pero el veto a Irene Montero fue la gota que colmó el vaso. Al menos, eso parecía.

En los últimos 15 días, el toma y daca entre Sumar y sus socios morados ha terminado con ambas partes dándose la mano, pero a desgana. La ministra de Derechos Sociales y secretaria general de Podemos, Ione Belarra, fue la primera que temió llegar al tiempo de descuento —"Si nos ponemos, en 48 horas se hace"— y la primera en darse cuenta de que, pasadas esas 48 horas, la otra parte no tenía intención de darse prisa. No le hacía falta.

El miércoles 31 de mayo varios dirigentes de Podemos amanecieron con el rumor de que Sumar, a recomendación de Más Madrid, Compromís y En Comú, no quería a Irene Montero en sus listas. Las palabras son importantes porque, en ese momento, simplemente pensaban que "no la querían", esto es, "que estaban dispuestos a negociar", aunque nunca se explicitó. A medida que fueron pasando las horas, la palabra veto iba cogiendo forma y fueron saliendo otros nombres, como el portavoz parlamentario Pablo Echenique, la secretaria de Estado Ángela Rodríguez Pam o la directora del Injuve, María Teresa Pérez.

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La justificación de Sumar fue, básicamente, que las cosas habían cambiado con respecto al 28-M. Si Yolanda Díaz iba a ser la cara de la campaña, el discurso de la coalición no podía ser de polarización, de reivindicar las leyes feministas ni de confrontar; es más, debería desvincularse de ese tipo de perfiles que, sospechan, movilizan más a la derecha que a los propios votantes progresistas. Es la misma tesis que baraja el PSOE.

Entre los morados, en cambio, hay quien piensa que el vetoestaba diseñado para que la negociación para entablar la coalición encallara antes incluso de empezar. "Para que rompiéramos", secundan fuentes cercanas a aquellas conversaciones. "Porque daban por hecho que nunca aceptaríamos", añaden. Todavía no se hablaba de nombres concretos, pero el de Irene Montero sobrevolaba por encima de la mesa desde el principio.

En el cuartel general de Podemos entendieron el mensaje el 2 de junio, cuando el coordinador federal de IU, Alberto Garzón, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, renunciaron a ir en las listas de Sumar; a lo largo de los días les siguieron otros como Antón Gómez-Reino o, este viernes, Jaume Asens. Era, a todas luces, un mensaje en clave para que Irene Montero siguiera su ejemplo.

Todos estos movimientos, hay que recordarlo, se desenvolvieron sin que nadie de Sumar —mucho menos Yolanda Díaz— explicitase en ningún momento que el veto era real. A fecha de escribir esta información todavía no se ha pronunciado una sola palabra en público sobre él.

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"Humillar" a Podemos

Si acaso la purga electoral empezó a ser más patente a partir del lunes 5 de junio. Esa mañana, ante la posibilidad de que "otras formaciones" trataran de vetar a Montero, el partido cerró filas y aseguró que "las exigencias, los vetos y las exclusiones torpedean la unidad". Así lo señaló entonces la portavoz nacional Isabel Serra en la primera declaración pública al respecto.

Entre bastidores, la realidad era todavía más cruda. Los morados todavía pensaban que el veto venía de fuera, es decir, de las formaciones con las que comparten candidatura y con las que Montero mantiene una pésima relación, pero no de la cúpula de Sumar. En paralelo, el ex secretario general, Pablo Iglesias, tildó el movimiento como una "dinámica de venganza" para "humillar" a Podemos.

El cierre de filas del partido ese día anticipó la estrategia que estaba por venir: resolver de cara al público lo que no podían asumir en privado. Las fuentes consultadas confirman que el nombre de Irene Montero, así como el del resto de vetados, aparecieron explícitamente sobre la mesa a lo largo del fin de semana anterior, entre el 3 y el 4 de junio; Sumar seguía manteniendo en público que no toleraría ningún veto.

Mientras estas conversaciones tenían lugar, otra pata de la negociación tenía que discurrir sobre el peso de Podemos en las listas electorales del 23-J. En un principio, los morados pidieron 18 puestos de salida, 10 de ellos garantizados, pero terminaron por aceptar 15 y 8, además de un 23% de los recursos de la coalición. 

Irene Montero, junto a Pablo Iglesias, el pasado 28-M.

Irene Montero, junto a Pablo Iglesias, el pasado 28-M. Europa Press

A tres días de la fecha límite para los registros electorales, el martes 6 de junio, Catalunya en Comú acusó públicamente a Podemos de estar manteniendo negociaciones a dos bandas: unas con Sumar y otras, discretas, con ERC, a fin de concurrir juntos si no se llegaba a ningún acuerdo. Los republicanos lo negaron tajantemente.

Lo que todo esto viene a explicar es que el espacio a la izquierda del PSOE era una olla a presión a falta de 72 horas para cerrar el registro de coaliciones. Los grandes puntos de choque eran las listas en la Comunidad Valenciana, Cataluña y la Comunidad de Madrid, esta última en la que supuestamente iría incluida Irene Montero.

Acuerdo a disgusto

El miércoles 7 de junio se despejaron las dudas. Después de una nueva reunión "que fue muy mal", la dirección nacional de Podemos empezó a recibir fuertes presiones de sus barones territoriales para cerrar "cuanto antes" un acuerdo y "ceder con generosidad" a las imposiciones de Yolanda Díaz. Lideraron aquella revuelta interna las secretarias generales de Extremadura, Irene de Miguel, y de Navarra, Begoña Alfaro, que fueron precisamente las que mejores resultados tuvieron el 28-M.

Esa misma tarde, el Tribunal Supremo confirmó ese las reducciones de condena en aplicación de la Ley del sólo sí es sí, quemando todavía más la imagen de la ministra y desanimando a los negociadores morados. Fuentes de Sumar acusaron entonces a Podemos de intentar evitar que Díaz colocara en sus puestos de salida por Madrid a otros miembros del partido; también aseguran que se le ofreció a Montero una salida de número 1 por Vizcaya, un extremo que desmienten los morados.

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Internamente, esa tarde fue cuando en los cuarteles generales de Podemos "empezó a asumirse" que no podrían salvar la cabeza de Irene Montero. Por lo menos, no antes del registro de coaliciones. A la mañana siguiente, Ione Belarra pidió a sus bases que le diesen plenos poderes para firmar con Sumar tras dos semanas de negociaciones agónicas.

La consulta ciudadana, que forma parte del reglamento interno de Podemos, era la última bala de la dirección nacional para legitimarse de cara a los territorios (ganaron con un 92,9% de los votos) y ganar algo de tiempo; incluso planteó ir en solitario en la Comunidad Valenciana. Al otro lado del teléfono, Sumar no se movió ni un centímetro. Y Podemos cedió.

"La idea era tenerlo todo listo entre el miércoles y el jueves, y firmar el viernes [9 de junio]", señalan fuentes conocedoras. Los pronósticos se cumplieron un poco al atropello, con Ione Belarra firmando finalmente un pacto de coalición con el que no estaba de acuerdo y en el que, indefectiblemente, estaba consintiendo de facto el veto a la ministra de Igualdad. La frialdad del acuerdo fue tal que ambas partes lo vendieron casi como una derrota, sin "foto simbólica" ni fuegos artificiales en redes sociales. 

El resumen del acuerdo fue, según Belarra, que Podemos aceptaba entrar en Sumar pero a la vez no aceptaba el veto a Irene Montero. Las coaliciones tenían que registrarse el día 9 de junio, pero las listas de los candidatos cuentan con una prórroga hasta el lunes 19 de junio, por lo que todavía había tiempo para convencer a Yolanda Díaz. 

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A la desesperada

Al mismo día siguiente la ministra de Derechos Sociales volvió a abrir fuego, con la coalición ya firmada, asegurando que se había "firmado sin acuerdo" y reclamando a Yolanda Díaz a reabrir las negociaciones para incluir a Irene Montero en los puestos de salida por Madrid.

Con el broche puesto al acuerdo, Podemos quemó su último cartucho. A partir del lunes 12 de junio, la estrategia pasó a ser una campaña de presión mediática para incluir de nuevo a Irene Montero, una campaña que empezó con fuerza ese día y se ha ido desinflando a lo largo de la semana al mismo ritmo que se agotaban las opciones de los morados.

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"Hasta el día de hoy, Yolanda Díaz sigue manteniendo el veto a Irene Montero. Esto es algo que se puede arreglar. Insistimos a Yolanda Díaz en que retire el veto a Irene Montero: es un error político", señaló Isa Serra el lunes, marcando la tendencia de por dónde iría la semana. Sumar, de nuevo, no contestó a las provocaciones y, poco a poco, los morados se fueron cansando.

No obstante, el botón nuclear de Belarra sigue existiendo (puede detonar la coalición en cualquier momento antes del martes), aunque es una opción que nadie de la dirección contempla. Tras casi un año de ruido con el cierre de la coalición, nadie entendería que la izquierda a la izquierda del PSOE se presentara a las elecciones generales con dos papeletas diferentes. 

"No nos vamos a ir. De hecho, el mandato del Consejo Ciudadano Estatal ya fue ir en coalición", señalaba hace unos días una fuente próxima a la dirección de Podemos.

La recta final

La convocatoria del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos este sábado sugiere más de lo que realmente es. Por un lado, Yolanda Díaz teme un último golpe de efecto de sus socios que pueda fragmentar la coalición antes incluso de que eche a andar; por otro, Ione Belarra tendrá que enfrentarse a una Ejecutiva de dirigentes morados que demandan explicaciones sobre la debacle del 28-M y sus puestos en las listas de Sumar. 

Al final, la tan proclamada batalla de las presiones duró dos días, hasta el miércoles 14 de junio. En la cúpula morada son conscientes de que las riñas internas y el ruido son las que más desmovilizan a su votante, sobre todo en un marco que ya consideran perdido, y bajaron los brazos.

Desde el lunes, aunque casi oficialmente desde el miércoles, Podemos asumido el sacrificio del que fuera, dicen desde la dirección, su "mayor capital político", que incluso sonó en su día para presentarse contra Yolanda Díaz. Hoy por hoy, ya asumen que Sumar será su candidatura y ultiman las negociaciones con su equipo para detallar los últimos flecos de las listas, con Ione Belarra de número 5 por Madrid y la secretaria de Organización Lilith Verstrynge de número 4 por Barcelona.

Varias fuentes del partido coinciden en que la reunión del Consejo Ciudadano Estatal este sábado servirá para ratificar los acuerdos alcanzados con Sumar, calmar a los territorios y reevaluar el estado del partido tras el 28-M. Desde el otro lado lo miran con sospecha. Con Podemos, se sabe cómo empiezan las negociaciones, pero nunca cómo terminan. Aunque cada vez está más claro.