El volumen de Taschen, catálogo de la exposición que se pudo disfrutar en la Biblioteca Morgan de Nueva York hasta finales de septiembre pasado, presenta apenas 40 de los más de 40.000 documentos reunidos por el historiador del arte y comisario de exposiciones brasileño Pedro Corrêa do Lago (1958) a lo largo de toda su vida. Hijo de diplomático, Corrêa do Lago, que habla fluidamente cinco idiomas (entre ellos un español perfecto) recuerda ahora cómo comenzó todo.

Siendo niño descubrió el libro de visitas de la Embajada y se le ocurrió pedir a algunos de sus ídolos una carta firmada, con suerte desigual: mientras el secretario de Tolkien le envió una nota desabrida porque el autor de El señor de los anillos no mantenía correspondencia indeseada ni enviaba autógrafos, otros muchos colaboraron con el muchacho. Visitantes ilustres que pasaban por la Embajada, familiares y amigos le fueron enviando documentos, y él se aficionó a rebuscar en librerías de viejo, rescatando verdaderos tesoros.

De hecho, comenta, el origen real de la colección fue una carta de Manet que encontró con trece años en una tienda de libros viejos de Bruselas. “Me costó 200 francos belgas, el equivalente a cuatro semanas de la plata que me daban mis padres para mis gastos, y en realidad fue casi un regalo, quizá porque el dueño ignoraba su valor”. Sin embargo, quien cambió su vida fue Truffaut. Con apenas12 años, Corrêa quedó muy impactado tras ver El pequeño salvaje y escribió al cineasta, que “tiempo después me envió por correo un ejemplar del libro que inspiró el filme, con sus anotaciones manuscritas”.

Un fetichista feliz

Lejos de ser un cazador de autógrafos enfermizo, el brasileño se retrata entre risas como “un fetichista” para quien lo importante no es sólo la firma sino el contenido. Y para explicarse recurre a Víctor Hugo, que escribía unas 50 cartas semanales intrascendentes (“quiero ese libro”, “he visto a X”...) de modo que por cada escrito interesante sobre Los Miserables “hay miles de naderías”. Por eso, cuando tiene entre las manos alguna de sus piezas más queridas, como un mosaico de fragmentos del manuscrito de A la sombra de las muchachas en flor de Proust, su entusiasmo no surge sólo “por su rareza o por su valor, sino por lo que revela de los métodos de trabajo y de la psicología del padre de la novela moderna”.

Tras años de espera, Truffaut le envió el libro en que se basaba 'El pequeño salvaje' con anotaciones manuscritas

Desde el principio Corrêa do Lago tuvo claro que no quería especializarse en un solo tema o una época, como otras colecciones monográficas dedicadas a los compositores alemanes del XIX o al Egipto de los faraones, y acotó su colección buscando las piezas verdaderamente significativas de la historia y la cultura. “Lo sé, he sido un loco, el más loco, porque sin tener una gran fortuna he reunido una colección panorámica única que sigue un plan absurdamente ambicioso. Uno tiene que tener sus propios molinos de viento, sus propios sueños, y estos autógrafos han sido los míos. He gastado mi vida, mi tiempo, mi dinero. ¡Y me he divertido tantísimo! Porque es apasionante tener entre las manos esos autógrafos excepcionales”.

El lector que se aventura en la colección de Corrêa do Lago siente algo cercano al vértigo, porque el brasileño se ha empeñado en reconstruir el mundo de aquellos a los que admira con piezas también de sus amigos y familiares. “Desde luego -confirma-, de Napoleón tengo más de cincuenta documentos, pero también de sus hermanos, sus generales, algunos ministros; de Toulouse-Lautrec, mucho de Picasso, de Hemingway, de Einstein, de Joyce...”.

Reconoce, eso sí, que el dinero ha sido siempre su principal problema y, sin dar cifras, admite que ha gastado “todo lo que he podido, invirtiendo la mayor parte de lo que he ganado en el mercado del arte. No me han obsesionado las piezas más caras sino las mejores, y, sin prisa, las he ido consiguiendo”. Alguno de sus documentos ha multiplicado por diez su valor pero jamás se ha planteado subastar nada, porque, insiste, “esta afición ha enriquecido mi vida. Te sientes como un amigo, como un cómplice incluso, de aquellos a los que estimas. Cuando tienes en las manos, no sé, una carta de Emily Dickinson o de Freud, te sientes como suspendido en el tiempo, como si compartieses ese preciso instante con el personaje y pudieses sentir lo que él. Descubrir, por ejemplo, los temores y sueños de Zweig ante el pasaporte con el que viajó a Brasil, o la furia y sorpresa de Gaugin reflejada en una carta en la que asegura temer por su vida semanas antes de su ruptura definitiva con Van Gogh”.

"Uno debe tener sus propios molinos de viento y estos documentos son los míos. ¡Me he divertido tanto!", afirma Corrêa do Lago

En la colección no falta nada: del arte a la historia pasando por la ciencia o la política, cada pieza retrata novecientos años de nuestra cultura. Hay verdaderas joyas de Miguel Ángel, Rubens, Goya, Turner, los surrealistas y Magritte, Pollock, Frida Kalho, Warhol... La historia nos muestra documentos de Papas y santos, de Lincoln y Malcolm X, de Bolívar y Zapata, de Lenin, Churchill, Gandhi y Kant, Marx y Wittgenstein. También la ciencia (Newton, Darwin, Einstein, Hawking...) mueve al asombro, como los manuscritos y partituras relacionados con la música (Bach, Mozart, Beethoven, Wagner, Puccini, Gershwin, Billie Holiday, Maria Callas) y el cine (Chaplin, Hitchcok, los hermanos Marx, Disney, Marilyn Monroe, Audrey Hepburn...).

Sí, deslumbrante, como los documentos literarios de la colección, entre los que no faltan manuscritos de Flaubert, Wilde, Mary Shelley, Goethe, Emily Dickinson, Joyce, Kafka, Eliot, Yeats, Sartre, Ginsberg, García Lorca... Pero no es Lorca el único autor español. Pedro Corrêa revela que cuando fue presidente de la Biblioteca Nacional de Brasil, entre 2003 y 2005, visitó nuestra Biblioteca Nacional y su entonces directora, Rosa Regàs, le mostró unos manuscritos de Lope de Vega y de Borges como joyas de sus fondos. “Yo no tenía nada de ellos. ¡Cómo iba a imaginar que tiempo después conseguiría el único manuscrito conocido del relato borgeano “La Biblioteca de Babel”, y el manuscrito de Las hazañas del segundo David, firmado por el propio Lope. Así de asombrosa es mi vida. Ojalá puedan ver mi colección en España. Me encantaría, la verdad”.

@nmazancot