Image: Lo mejor de Chaplin

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Cine

Lo mejor de Chaplin

Sus grandes películas, desde el jueves 17 de mayo de 2007 en DVD con El Cultural

10 mayo, 2007 02:00

Charles Chaplin interpretando a su mítico personaje, Charlot

El próximo jueves la Filmoteca de El Cultural inaugura una nueva colección con la entrega gratuita del dvd Charlie: la vida y obra de Charles Chaplin, del que damos una detallada información. Le seguirán, cada jueves, por sólo 7,50 euros, obras maestras indiscutibles como El gran dictador, Tiempos modernos, Candilejas, El Chico y La Quimera del Oro, entre otras, hasta 17 entregas. Será lo mejor del genial Charles Chaplin -de quien este año se cumplen 30 años de su muerte- y a quien el escritor Manuel Hidalgo adjudica en estas páginas haber creado "el personaje más universal de cuantos la ficción ha divulgado desde el origen de los tiempos". Además, recorremos uno a uno los títulos de toda la colección.

No es una hipérbole afirmar que Charles Chaplin ha sido el artista más popular de la Historia y que su principal personaje, Charlot, es el más universal de cuantos la ficción ha divulgado desde el origen de los tiempos.

No es una hipérbole, digo, es una certeza. Impresionante, sí.

"Pensé que podía ponerme unos pantalones muy holgados, unos zapatones, y añadir al conjunto un bastón y un sombrero hongo. Quería que todo estuviera en contradicción: los pantalones, holgados; la chaqueta, estrecha; el sombrero, pequeño, y los zapatos, grandes. Estaba indeciso de si parecer viejo o joven; pero recordando que Sennett creyó que yo era mucho mayor, me puse un bigotito que, en mi opinión, me añadiría edad sin ocultar mi expresión". Así, con esta precisión -contradicción, bigotito, edad-, explicó Chaplin en Mi autobiografía (Debate, 1995) el origen -estimulado por el gran Mack Sennett- de su imborrable personaje, el vagabundo pobre y solitario, envuelto en peleas con los objetos, con los guardias y con los jefes -padres, patrones-, mil veces caído y mil veces golpeado -también se defendía con sus patadas-, perseguido, huido y puesto a salvo hacia ninguna parte -el horizonte de un camino- tras acariciar y, a veces, obtener, el favor de una muchacha de difícil acceso.

El bigotito. Chaplin no usaba bigote, pero Charlot, sí. Paradojas: el bigote más célebre de la Historia también, junto al de Adolfo Hitler, el exterminador de judíos como él, el objeto de su caricatura y de su requisitoria en El gran dictador (1940). Todavía resuenan las palabras finales del peluquero hebreo, desdoblado burlescamente en dictador de Tomania, compendio del explícito pensamiento democrático y progresista del ciudadano Chaplin: "Vosotros, el pueblo, tenéis el poder para crear esa vida libre y espléndida, para hacer de esa vida una radiante aventura. Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder. ¡Unámonos todos! Luchemos por un mundo nuevo, un mundo limpio que ofrezca a todos la posibilidad de trabajar, que dé a la juventud un porvenir y resguarde a los ancianos de la necesidad".

Era el mitin de un Chaplin ya multimillonario, que no había olvidado sus orígenes, como suele decirse, dickensianos. Nacido en un suburbio londinense, el 16 de abril de 1889, el alcoholismo, el abandono y la muerte de su padre y las borracheras y la locura prematura de su madre le hicieron conocer los orfanatos, la mendicidad y la penuria. No pudo levantar cabeza hasta casi cumplir los catorce años, pero la dedicación de sus progenitores al teatro y al "music-hall", le pusieron sobre un escenario a los ocho años de edad y sentaron las bases de su aprendizaje de la pantomima, clave de su creación posterior.

Entre 1921 y 1966, entre El chico y La condesa de Hong-Kong, Chaplin sólo dirigió una docena de largometrajes. Uno, cada tres o cuatro años, como promedio. Es verdad que también los escribió, los interpretó -a excepción de Una mujer de París (1923) y del último- y que, también, les puso -a la mayoría- música. Incluso que, salvo tres, los produjo a través de su propia compañía, United Artists, que fundó, con carácter independiente de Hollywood, junto a Mary Pickford, Douglas Fairbanks y David W. Griffith. Pero no puede decirse, con los números en la mano, que su carrera como director de largometrajes fuera prolífica. Sí lo fue, en cambio, el primer tramo de su trayectoria, entre 1914 y 1922, los años en los que creó, consolidó y popularizó a Charlot tras haber sido contratado por la Keystone de Mack Sennett. Chaplin, desde Inglaterra, había llegado a hacer tres giras -poco triunfales- por Estados Unidos con la compañía de variedades de Fred Karno, y, durante la tercera, fue contratado por Sennett para hacer como intérprete tres cortos por semana con su sueldo de 150 dólares. En el segundo, Carreras sofocantes, nació Charlot. Rompió con la Keystone, después de 35 cortos y de haberse iniciado en la escritura y la dirección, y pasó a la Essanay, primero, y, después, a la Mutual y a la First National Exhibition Company, con las que vino a hacer, en total, otros treintaytantos cortometrajes de entre dos y cuatro rollos.

Ala época de la Essanay y de la Mutual, entre 1915 y 1917, pertenecen los cortometrajes que va a ofrecer El Cultural. Son piezas fundamentales -varias, obras maestras- en la creación del mito de Charlot -Charles, Carlos, Carlitos, según los países-, y cuentan en su práctica totalidad con la participación de la bellísima Edna Purviance, actriz y mujer esencial en la vida y obra de Chaplin, aunque nunca llegaran a casarse. A Edna Purviance la veremos también en Una mujer de París.

Las relaciones de Chaplin con las mujeres fueron difíciles y tumultuosas, y también, a veces, oscuras. Aparte de sus amores con Pola Negri y con la millonaria Peggy Hopkins, Chaplin tuvo dos desdichadísimos matrimonios con las muy menores actrices Mildred Harris y Lita Grey, que acabaron como el rosario de la aurora. Se casó con la actriz Paulette Godard en un barco -matrimonio no acreditado-, y la unión también duró poco, si bien fructificó sobradamente en Tiempos modernos (1936) y El gran dictador (1940).

La mujer de su vida fue, finalmente, Oona O'Neill -hija del dramaturgo Eugene O'Neill, opositor del matrimonio-, con la que se casó en 1943 y que le dio seis hijos -Geraldine, entre ellos-, a sumar a, al menos, dos anteriores. La boda con Oona se vio perturbada por la reclamación de Joan Barry, que aseguró ante el juez estar embarazada de tres meses de Chaplin. En una extraña resolución, el tribunal negó la paternidad del cineasta, pero le ordenó sufragar la manutención de la criatura por venir.

Las cosas se complicaron en Estados Unidos para Chaplin, tanto por las irregulares turbulencias de sus lances amorosos como, sobre todo, por su fuerte posicionamiento político, tan evidente en sus películas como en sus amistades -Oddets, Huxley, Brecht- y actuaciones como ciudadano. En 1952, un telegrama de la Comisión de Actividades Antiamericanas citándolo a declarar le llegó hasta un barco que, con toda premeditación, le llevaba a Europa con su familia con el pretexto de publicitar Candilejas (1952) . Se instaló en Suiza, en Vevey, y nunca regresó a los USA, salvo, en 1972, tras serle concedido un Oscar especial, para recoger, precisamente, una estatuilla otorgada por la música de Candilejas. El público de la gala lo apludió, puesto en pie, durante varios minutos.

Charles Spencer Chaplin murió en Suiza el día de Navidad de 1977. Tenía 88 años. Este año, pues, se cumplen los treinta de su muerte. Jean Renoir escribió un texto sobre Chaplin y Monsieur Verdoux (1947), encabezado significativamente por una cita de Pascal: "Hay una sola cosa que interese al hombre: el hombre". Y eso fue lo que interesó a Chaplin. Y eso fue lo que Chaplin fue: un hombre común, también genial y, con frecuencia, muy sentimental.