Letras

Parientes pobres del diablo

Cristina Fernández Cubas

6 abril, 2006 02:00

Cristina Fernández Cubas. Foto: Javier Cotera

Tusquets. Barcelona, 2006. 180 páginas, 14 euros

La enorme amplitud del territorio literario de lo fantástico abarca desde el terror gótico hasta la imaginería descabellada, y pasa por la constatación menos aparatosa de que no todo en el mundo responde a la dictadura del racionalismo.

Dentro de esta creencia se inscribe la obra de Cristina Fernández Cubas, en la cual viene demostrando su buena mano para proporcionar un aura de misterio a situaciones comunes, casi a veces costumbristas. Esta marca distintiva de la escritura de la barcelonesa se prolonga en su nuevo libro, Parientes pobres del diablo, formado por tres relatos. El del título aborda el clásico asunto de lo diabólico dentro de una trama original: cuenta cómo una joven ve un día una encarnación del diablo en una plaza mexicana y a raíz del suceso descubre la existencia de una casta humana dotada para el mal y compuesta por esos "parientes pobres" arrojados de su medio infernal.

Este relato, sembrado de accidentes inesperados pero bien atenidos a la lógica de la verosimilitud literaria, y construido según la regla clásica del cuento que desemboca en un desenlace sorpresivo, va en la línea del misterio turbador. Algo parecido ocurre en el primero, "La fiebre azul", emplazado en un exótico paraje del áfrica negra y protagonizado por un falsificador de estatuillas que queda atrapado en un maleficio inexplicable. Se ve en esta magnífica novela corta, la mejor del volumen, la gran virtud de la autora: su capacidad para crear un ambiente muy plástico con pocos elementos, haciendo apenas unos apuntes de personajes notables y sugiriendo más que explicando. Logra un efecto en verdad inquietante al dar vida a un poder oscuro que marca el destino de una persona con fuerza inexorable.

El tercero de los relatos, "El moscardón", resulta distinto de los otros. Comparte con ellos la percepción de que los límites entre verdad y fantaseamiento no son muy claros, pero se aplica a una situación hoy en día común, la de los ancianos aquejados de soledad y con trastornos de memoria esporádicos o de demencia senil. La historia, muy sugestiva, se mueve entre la ternura y el humor, y recrea con trazos vivos una materia de base documental. Reconvierte en fábula esa experiencia de la edad avanzada en la cual se diluye la frontera entre realidad y ensoñación.

La autora evita los efectismos que lastran con frecuencia el género fantástico y marca sus piezas con una aparente sencillez que afecta al desarrollo de las historias y al empleo de una prosa clara. Así logra ese clima de incertidumbre propio de la literatura que trasciende la experiencia sensorial. En sus relatos muestra cómo hay en lo cotidiano zonas impregnadas de misterio que escapan a un análisis empírico y lo hace con una intensidad que invita a cuestionarse las certezas de la vida corriente.