Un autobús es el Arca de Noé en 'The Garden of Delights'. Foto: Martin Argyroglo

Un autobús es el Arca de Noé en 'The Garden of Delights'. Foto: Martin Argyroglo

Teatro

Un jardín de las delicias actual y apocalíptico salta del museo al teatro

Philippe Quesne estrena en el Valle-Inclán 'The Garden of Delights', un texto inspirado en la emblemática obra de El Bosco, entre la ciencia ficción ecológica y el wéstern contemporáneo.

12 abril, 2024 02:09

Artista plástico de formación, al francés Philippe Quesne (Les Lilas, 1970) su inclinación por el arte le viene casi de serie. Durante diez años trabajó como escenógrafo de ópera y teatro hasta que en 2003 fundó la compañía Vivarium Studio. Formada por un grupo de actores, artistas, bailarines y músicos, desde entonces sus proyectos se han caracterizado por explorar mundos utópicos con una marcada propuesta estética y visual.

Bajo esta premisa, su última obra, estrenada en el Festival de Aviñón para celebrar el vigésimo aniversario de la compañía, más que una apuesta es todo un órdago. Inspirada libremente en el tríptico de El Bosco, The Garden of Delights nos traslada a su fascinante y enigmático mundo.

“No vamosa viajar hasta el siglo XV, sino que vamos a traer el cuadro a nuestros días, al presente”, ha señalado el director sobre esta pintura animada que, desde este viernes y hasta el 14 de abril, “saltará” de las paredes del Prado hasta las tablas del Centro Dramático Nacional.

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Pintado alrededor de 1500, es ese momento bisagra entre la Edad Media y el Renacimiento, entre el infierno, la vida terrenal y el paraíso, lo que sirve a Quesne como excusapara construir un paralelismo entre el Medievo y la actualidad.

“De algún modo el cuadro se convierte en nuestro pasado, inspirándonos como ha inspirado a otros muchos, y también en nuestro futuro, nuestra búsqueda, nuestra espera. En este bello tríptico no sabemos si el Edén es el paraíso, y, sobre todo, en el extraño cuadro central, si se trata del pasado o de una promesa, del antes o del después. Vemos la obra como la ilustración de una conquista, de una ficción, de una posibilidad”.

Como en la obra de El Bosco, cuya temática y razón de ser siguen generando aún hoy acalorados debates, también el escenógrafo se cuestiona aquí el destino de la humanidad.

“En épocas pasadas hemos necesitado este tipo de conquista entre la Edad Media y el Renacimiento. En épocas más cercanas, en los años 70, cuando todo nos empujaba a seguir soñando, y también hoy, ante la necesidad urgente de renovar nuestro imaginario social, político y ecológico. Los caminos no son para nada lineales y no se corresponden a nuestras expectativas –explica–. Debemos aceptar la espera y la sorpresa. Como en el bosque de Dantehay que perderse, esperar, tratar de organizarse, formular hipótesis, imaginar juntos”.

Quesne realiza un viaje hacia un mundo utópico que cuestiona nuestra relación con el entorno

Lo que nos plantea The Garden of Delights es un viaje por los sentidos, entre la poesía –con textos de Shakespeare, Dante o Jan Van Ruusbroec– y la música del cantautor José Mário Branco o los compositores Giacomo Meyerbeer, Henry Purcell o Bernard Hermann. Con una ambientación apocalíptica, sobre el escenario los personajes, con sombreros y botas de vaqueros, interactúan con huevos gigantes y autobuses como Arca de Noé.

Una epopeya retrofuturista, que emprenden también su sintérpretes –Jean-Charles Dumay, Léo Gobin, Sébastien Jacobs, Elina Löwensohn, Nuno Lucas, Isabelle Prim, Thierry Raynaud y Gaëtan Vourc’h– hacia una especie de mundo utópico, donde se puede ser libres en una convivencia apartada del resto de la humanidad.

Un momento de 'The Garden of Delights'. Foto: Martin Argyroglo

Un momento de 'The Garden of Delights'. Foto: Martin Argyroglo

La trama sigue varios hilos narrativos entrelazados, adelanta su director: “Podría ser la búsqueda colectiva de un modo de vida diferente, solidario y pacífico, con sus rituales y sus bucaneros al servicio de la causa, y tal vez sus trampas; podría ser el rodaje de una película al estilo de Fellini en Entrevista (1987), entre tomas de escenas rodadas en otros espacios naturales y recreaciones in situ sobre un fondo verde. Hasta el punto de que la distinción entre los que actúan y los habitantes de este lugar no es evidente”.

Definido como un bestiario medieval, una ciencia ficción ecológica y un wéstern contemporáneo, con textos de Laura Vázquez y dramaturgia de Éric Cautrin, la obra, que podrá seguirse en francés con sobretítulos en castellano, cuestiona nuestra relación con la naturaleza y con nuestro entorno, como ya hiciera Quesne en piezas como Farm fatale (que pasó el año pasado por el CDN). Una suerte de destino apocalíptico que esta propuesta nos narra desde la fantasía.

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