Manuel Molina y Lole Montoya en un ensayo. Al fondo, Antonia 'La Negra', madre de la cantaora. Foto: Mario Pacheco

Manuel Molina y Lole Montoya en un ensayo. Al fondo, Antonia 'La Negra', madre de la cantaora. Foto: Mario Pacheco

Música

Lole y Manuel medio siglo después de 'Nuevo día': "En el flamenco se cantaba desde el dolor, lo nuestro era otra cosa"

El festival Miradas Flamenkas dedica su sexta edición al dúo sevillano. Lole Montoya, la superviviente, nos recibe en la escuela Amor de Dios de Madrid.

Más información: Farruquito, ante las dos caras de la muerte: un documental hondo como el dolor gitano para expiar las culpas

Publicada
Actualizada

2025 ha sido el año en que de casi todo hacía 50 años. Las efemérides, no obstante, proyectan energías muy distintas. La que corresponde al álbum Nuevo día, de Lole y Manuel, supone un regreso al instante en que el flamenco abrió sus pulmones para dejar que entraran nuevos vientos.

Era 1975 y Franco andaba ya mirando pa' Triana, expresión andaluza que remite a los últimos compases de vida de un torero al salir en camilla de La Maestranza: tras una grave cogida, lo último que ve el matador antes de morir es el señero barrio sevillano. En aquellas calles crecieron Lole Montoya (Sevilla, 1954) y Manuel Molina, fallecido hace ahora diez años, a los 67. Resulta aún asombroso que un barrio con tal grado de pureza alumbrara un proyecto tan trasgresor.

Lole era hija de Antonia 'La Negra', natural de Argel, y el bailaor Juan Montoya. De niña bailaba fandangos con Isabel Pantoja. El padre de Manuel Molina fue el guitarrista algecireño Manuel Molina Acosta 'El Encajero'.

Lole empezó a cantar en árabe las melodías clásicas que traían sus padres a casa, en la que también sonaban Manolo Caracol, La Paquera de Jerez o Chocolate. Manuel acompañaba a la guitarra al cantaor protesta Manuel Gerena y se sumergió en Smash a comienzos de los 70, banda pionera en la fusión de rock y flamenco.

Lole y Manuel se enamoraron en la Sevilla contracultural que bebía los vientos por Pink Floyd, aunque el dúo musical eclosionó en Triana, guardiana de las viejas esencias. Estaban construyendo una revolución imposible, la del flamenco, pero dentro de aquel embrión latía la ingenuidad propia de las primeras veces.

Lole y Manuel. Foto: Paco Sánchez

Lole y Manuel. Foto: Paco Sánchez

Lole Montoya, a sus 71 años, conserva un recuerdo nítido de los inicios. Estamos en la mítica escuela de baile Amor de Dios, en el corazón del Madrid castizo, y su mirada se pierde en sus paredes, sobre las que cuelgan fotografías de artistas flamencos inolvidables y carteles antiguos de tablaos con mucha solera. "Cuando hacíamos alguna canción o estábamos ensayando no dejábamos de repetir secuencias una y otra vez", recuerda a El Cultural.

La tradición alfombraba cada una de las composiciones, pero no cree Lole que aquello estuviera entonces guiando sus pasos. "Estábamos muy abiertos, escuchábamos de todo, pero íbamos a otra historia", relata la cantaora, que el domingo 14 de diciembre conmemora los 50 años de la publicación del disco Nuevo día con un concierto en el Centro Cultural Pilar Miró de Madrid a las 19 horas.

Acompañada de Carlos León a la guitarra, Frasquito Porrina a la percusión y el gran Tino Di Geraldo –percusionista de Paco de Lucía, entre otros– como artista invitado, Lole interpretará los grandes éxitos del dúo, que cuenta con siete álbumes en su discografía, aunque prestará especial atención al proyecto matriz.

La actividad está enmarcada en el festival vallecano Miradas Flamenkas, que dedica su sexta edición a Lole y Manuel, con motivo del cincuentenario de Nuevo día. En la programación destaca, además de las actuaciones de distintos artistas, una exposición dedicada al dúo que se puede visitar en el Centro Cultural Pilar Miró hasta el 14 de diciembre.

Fotografía de la exposición 'Lole y Manuel, Nuevo día. 50 aniversario'

Fotografía de la exposición 'Lole y Manuel, Nuevo día. 50 aniversario'

Aquel disco aparece en un momento de verdadera efervescencia musical. Las bases militares americanas recién instaladas en España trajeron los ritmos anglosajones –nada ha vuelto a ser igual desde entonces– y, en ese contexto, Sevilla fue la ciudad que sacó al flamenco de su letargo añejo.

En la ribera del Guadalquivir se estaba cocinando el rock andaluz –el primer disco de Triana (El patio, 1975) coincide en el tiempo con Nuevo día y el propio Manuel a punto estuvo de integrar la primera formación–, con Gonzalo García Pelayo y Ricardo Pachón a los mandos de la sala de máquinas. Todo aquello era el Nuevo Flamenco.

Pachón, el arquitecto de La leyenda del tiempo (1977), figura como asesor de producción en los créditos de Nuevo día, publicado dos años antes que el disco de Camarón. Bajo su criterio se incluyeron instrumentos entonces completamente alejados de la esfera flamenca, como el melotrón –una especie de sintetizador–, el violín, el violonchelo, la guitarra eléctrica, los teclados y el bajo.

Es verdad que el guitarrista Sabicas ya había oficiado esta confluencia en el álbum Encuentro con el rock con Joe Beck (1970), pero la opinión generalizada es que aquellos instrumentos no cuajaron tan orgánicamente como en Nuevo día, donde lo eléctrico es un pigmento sutilísimo y está siempre justificado.

En la eterna Todo es de color, canción en la que se alude al "Señor de los espacios infinitos", escuchamos las voces dobladas de Lole en el arranque, lo que suponía un verdadero desafío en aquellos años. Y en el final irrumpe una guitarra eléctrica distorsionada para poner el broche.

Fotografía de la exposición 'Lole y Manuel, Nuevo día. 50 aniversario'

Fotografía de la exposición 'Lole y Manuel, Nuevo día. 50 aniversario'

El flamenquísimo compás de 12 por 8 es la guía rítmica en gran parte del disco –aunque también están los tangos canasteros–, pero algunos pasajes están revestidos por un colchón de cuerdas que se alternan con unos coros de evocación religiosa. Por no hablar de Sangre gitana y mora, cantada por Lole en árabe.

¿Cómo encajaron los puristas semejante heterodoxia? Relata Lole que acudieron al Festival Antonio Mairena y el propio cantaor se sentó a escucharles. "Esa niña canta muy graciosa", dijo el gran exponente de la tradición flamenca. "Les parecía bien porque les sonaba gitano –explica la cantaora–, y eso que yo tenía la voz muy niña y muy aguda".

"Paco de Lucía decía que Manuel tocaba muy sencillo, pero que en realidad era muy difícil, que lo que él hacía no lo sabía hacer nadie"

La embriagadora voz de Lole, tan ajustada a la mística que sobrevuela buena parte de las canciones, era otro de los elementos disruptivos en la nueva propuesta. Otro era el toque de Manuel, con un compás más ralentizado que lo hacía muy especial. "Paco de Lucía decía que tocaba muy sencillo, pero que en realidad era muy difícil, que lo que él hacía no lo sabía hacer nadie", cuenta la cantaora.

El sonido, sin embargo, no fue el único elemento que determinó la etiqueta revolucionaria que desde entonces arrastra este disco-hito. Una atmósfera espiritual domina el conjunto y se adecúa de maravilla al mensaje naturalista de buena parte de las letras ("Una mariposa blanca / de un lirio se enamoró"). Y es que lo jipi resulta crucial en los comienzos de Lole y Manuel, que viajaron a la Ibiza aún por explotar de los 70 y hasta se atrevieron con la indumentaria blanca, impensable en la estética flamenca.

"El sol joven y fuerte / ha vencío a la luna, / que se aleja impotente / del campo de batalla". Así empieza Nuevo día en la voz de Lole. ¿Una estrofa flamenca que no rima en su cierre? La primera, en la frente de la ortodoxia. Y versos heptasílabos. Además, "el aire huele a pan nuevo, el pueblo se despereza, ha llegao la mañana". Un canto esperanzador, en las antípodas del lamento. "Eso no se había cantao nunca así. En el flamenco se cantaba todo desde el dolor y lo nuestro era otra cosa", sentencia la cantaora.

Cabe decir que el profundo lirismo de aquellas composiciones convive con el pulso popular. "Mira si yo soy gitana / que canto por bulerías / y repican las campanas", rezan unos versos de Bulerías de la luna.

"Con 'La leyenda del tiempo' quisieron hacer una copia, pero eso no era Nuevo Flamenco"

Por muchos aún es desconocido, pero el artífice de esas letras era Juan Manuel Flores, un jipi que descendía de una familia potentada de arquitectos sevillanos. Un poeta maldito –ni siquiera quiso aparecer en los créditos del disco– con el zurrón cargado de versos pacifistas: "Que grite la flor / y que se calle el cardo / y to' aquel que sea mi enemigo / que sea mi hermano".

Flores "no era el típico que decía: 'mira, tengo aquí una letra, ponle música'. No, eso tenía que nacer de otra manera. Un día llegó con Cuento para mi niño [la del clavel rojo como los labios de quien yo sé], se la dio a Manuel, que la cantó del tirón y empezó a llorar. Así nació. Nunca la había cantado, pero le vino la música de pronto", relata Lole.

Según Lole, "hay gente muy escogida que tiene dones, pero no los dones que tiene todo el mundo. Está la gente que interpreta y, por ejemplo, Enrique Morente o Camarón de la Isla, que aprendía algo pero luego lo llevaba a su terreno. Entonces esa voz en un hombre no existía, así que todos empezaron a cantar por Camarón".

"Rosalía no tiene legado porque no le ha dado tiempo a vivir"

Sin embargo, después "salió La leyenda del tiempo y dijo la gente que era Nuevo Flamenco, pero no era eso". ¿Y cuál es la causa de que Nuevo día fuera aplaudido y tuviera un enorme éxito desde el primer momento, mientras que el álbum de Camarón lo devolvían en las tiendas de discos? Lole lo tiene claro: "Porque querían hacer una copia y no era eso".

"Después ese disco se ha convertido en lo que se ha convertido porque Camarón era Camarón y lo cantaba bonito, pero no tiene nada que ver", resuelve la cantaora, que no sabría identificar un proyecto de similar relevancia en los cincuenta años transcurridos desde Nuevo día. "Han aprendido mucho, pero ¿que hayan creado algo nuevo…? No sé", desliza. Y apostilla: "A mí me encantaría que saliera algo muy nuevo donde yo también pudiera aprender algo. Pero no han podido. Fíjate, ni siquiera los chinos, que cogen todo, con el flamenco no han podido".

Es inevitable preguntarle, al final de la jugosa conversación, por Rosalía y su nuevo disco, Lux, pletórico de simbología religiosa. No cree la cantaora que la comparación con Lole y Manuel se sostenga, a pesar de tan manifiestas concomitancias con Nuevo día. Respecto al plano artístico, considera que la catalana "no tiene legado porque no le ha dado tiempo a vivir", aunque es consciente de "que se ha interesado por el flamenco desde pequeña, que sabe hacerlo".

En cuanto a lo espiritual, sospecha que Rosalía "está en una búsqueda", pero tiene que vivir una "experiencia directa" con Dios como la que ella misma sintió: "Acepté al señor y le abrí mi corazón", asegura. "El que se haya encontrado de verdad con él puede testificar que hay una transformación. Yo no tengo que buscar a nadie para que me lo diga, ni a través del cante ni nada, conmigo ha sido directo", relata Lole. Y concluye con arte: "Jesús es el salvador, por eso se hace la navidad. Pero ya se ha perdío to', hasta el apellido".