Farruquito en el documental dedicado a su figura, 'Serás Farruquito', dirigido por Santi Aguado y Reuben Atlas. © CAPA ESPAÑA

Farruquito en el documental dedicado a su figura, 'Serás Farruquito', dirigido por Santi Aguado y Reuben Atlas. © CAPA ESPAÑA

Cine

Farruquito, ante las dos caras de la muerte: un documental hondo como el dolor gitano para expiar las culpas

Santi Aguado y Reuben Atlas estrenan 'Serás Farruquito' en el Festival de Sevilla. El bailaor muestra su lado familiar y se sincera sobre el fatal atropello.

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Amén de las veleidades estéticas, algunas interpretables, el baile flamenco entronca con el toreo a través de la soledad. Un silencio acompaña el discurrir de sus lances. Frente al matador, la muerte: durante unos minutos permanecerán entrelazados por una trágica coreografía. El bailaor, sin embargo, lleva esa muerte por dentro. Resuena en los acordes que disparan sus braceos, se cuela entre las palmas y en el compás que marcan sus zapatos. Germina en la memoria de todo el pueblo gitano, curtido en exterminios y destierros.

Juan Manuel Fernández Montoya 'Farruquito' (Sevilla, 1982) está considerado por muchos como el mejor bailaor de la historia del flamenco. Su arte no se entiende sin la muerte, que lo acompaña desde el inicio de su vida. Creció en una familia que arrastraba una pena: el gran Farruco, su abuelo, perdió a su único hijo varón en un accidente de tráfico. Farruquito heredó su sobrenombre y la encomienda inicialmente destinada a su tío: se convertiría en el bailaor que este no pudo ser.

Su abuelo, patriarca de una familia gitana de Sevilla, se volcó en la empresa. Llegó a decirle: "Con tu edad, nadie ha bailado así", como vaticinando la gloria. A la muerte de Farruco, el mundo estaba a sus pies: según The New York Times, Farruquito fue "el mejor artista que pisó la gran manzana en 2001". Pero ese mismo año murió repentinamente su padre, el cantaor Juan Fernández Flores 'El Moreno', en mitad de una actuación en Argentina en la que participaban ambos.

Cuenta su madre, Rosario Montoya 'La Farruca', también bailaora de las grandes, que aquel trauma les separó: un velo de silencio les incomunicaba. Y que desde entonces su hijo se mueve sobre las tablas con insólita explosividad, con acento de rabia. La marca de la tragedia está profundamente enraizada a la historia de la etnia gitana, esto es, a la génesis del flamenco: el hambre, la miseria, la marginación.

Solo dos años después, Farruquito atropelló por accidente a un varón de 35 años que salía del polideportivo San Pablo, en Sevilla, ocasionándole la muerte. El bailaor no tenía carné, pero se acababa de comprar el coche con el que se dio a la fuga. La policía terminó descubriendo que el automóvil había sido reparado en un taller de Málaga y quedó acorralado.

La genealogía familiar de los Farruco en un fotograma del documental 'Serás Farruquito'. ©CAPA ESPAÑA

La genealogía familiar de los Farruco en un fotograma del documental 'Serás Farruquito'. ©CAPA ESPAÑA

Farruquito lo había ocultado durante cinco meses y cuando la artimaña fue descubierta, convenció a su hermano, menor de edad, para que se autoinculpara. Pero finalmente tuvo que reconocer los hechos y fue condenado por homicidio imprudente y omisión del deber de socorro. En 2007 ingresó en prisión, donde pasó catorce meses.

A pesar de sus disculpas, no se libró del linchamiento social a su regreso. Pero siguió bailando. Más de dos décadas después, es consciente de que haber acabado con la vida de aquel hombre le acompañará hasta el final de la suya.

Es inevitable, por tanto, no entrever en la silueta erguida del artista a un torero batiéndose en duelo con la muerte, que en su caso adopta los dos rostros: el dolor de la pérdida y la culpa por haberla infligido. Así contemplamos al bailaor, entre sombras, en la primera escena de Serás Farruquito, un documental dirigido por Santi Aguado y Reuben Atlas que será proyectado este lunes en el marco del Festival de Cine Europeo de Sevilla, aunque su estreno en salas está previsto para comienzos de 2026.

De bellísima factura visual, la película recoge múltiples escenas de baile en las que nos sobrecogen los primerísimos primeros planos, todos ellos justificados en la raíz de un logrado montaje. No menos reseñable es el sonido de esta película, que nos transfiere la respiración del bailaor después de cada remate.

No obstante, quizás lo más destacado sea la atención a la genealogía familiar, desde la que –muy orgánicamente– se teje el hilo que atraviesa el guion de la película. Si las imágenes de archivo, donde lo vemos ensayando junto a su abuelo, resultan impagables, no lo son menos las secuencias en las que los Farruco nos abren la trastienda familiar.

Asistimos al calentamiento de piernas antes de salir al escenario, a los ejercicios de respiración o al debut de su hijo, la joven promesa Juan 'El Moreno', cuyo nacimiento clausuró los años de inseguridades tras el atropello mortal –Serás Farruquito también es la historia de una redención–. Y, cómo no, a las siempre divertidas reuniones de flamencos, en las que no faltan Farru y El Carpeta, sus hermanos.

"Me gusta más el cante que el baile", dice Farruquito en un momento del documental, lo que nos aproxima a sus inabarcables inquietudes musicales. Habrá quien no sepa, antes de ver la película, que el bailaor y coreógrafo es también responsable de la letra y la música de todos sus espectáculos. El encuentro con Rosalía, a propósito de un ensayo que nos tiene en ascuas, ilustra su faceta como compositor.

Gitano de linaje canastero y flamenco de los puros, Farruquito ha bebido del agua de todas las fuentes, por lo que no tiene reparos en señalar a Michael Jackson como uno de los grandes. "En el movimiento de un brazo cabe una vida entera", dijo su abuelo, y la suya se ha forjado en el arte multiforme. La estética, por ejemplo, es ingrediente imprescindible en sus espectáculos, que rebosan plasticidad más allá de sus marcajes y contorsiones. Claro que sin perder la esencia.

Ser gitano es mucho más que una condición. "Es una forma de vida", escuchamos en algún momento. El sentido de pertenencia a la familia –todos los testimonios de la película son de familiares– es tan extremo como la imbricación con el flamenco. En la vida del bailaor todos estos símbolos están enfatizados. Así la gloria y los quebrantos; así la esperanza en el futuro de su hijo, que goza de un gran protagonismo en el documental. Hondo como el dolor gitano y profundo como el remate de un zapateao, Serás Farruquito supura verdad en cada fotograma.