Rosalía en una foto promocional de 'Lux', su nuevo disco. Foto: Sony.

Rosalía en una foto promocional de 'Lux', su nuevo disco. Foto: Sony.

Música

Crítica de 'Lux': Rosalía se eleva como icono mundial con una monumental Torre de Babel pop

En su nuevo disco, la artista catalana rompe con el sonido urbano de 'Motomami' y regresa al lirismo de 'Los Ángeles' y 'El mal querer', cantando en 13 idiomas distintos.

Más información: El nuevo disco de Rosalía, 'Lux', se filtra en redes sociales a pocos días de su publicación oficial

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Hace tiempo que Rosalía (Sant Esteve Sesrovires, 1992) demostró que tiene el futuro de la música popular en sus manos y puede hacer lo que le plazca, aunque ni siquiera ella sea inmune hoy a las filtraciones.

Es tan suya como solo lo es quien es capaz de metamorfosear sin complejos, reinventando cánones a su antojo y marcando el ritmo de toda una generación.

En esa privilegiada bola de cristal supo ver cómo el folclore era la única forma de dar alma a un pop de radiofórmulas moribundo y creó El mal querer (2018), un mestizaje único del flamenco.

Poco después, anticipó la hegemonía mundial de la música latina y se divirtió retorciendo el reguetón a su manera con Motomami (2022). ¿Y ahora, qué?

Rosalía regresa tres años después con Lux, un álbum intenso que da la espalda a una industria cada vez más sedienta de hits y que busca arrojar luz a un mundo ferozmente globalizado pero cada vez más individualista.

Ninguna mujer pretendió nunca ser Dios, pero la artista catalana juega a serlo en su cuarto disco, transformando el castigo divino de la Torre de Babel en un don, donde cada idioma que aparece en el álbum (catalán, inglés, italiano, francés, latín, ucraniano, hebreo, árabe, siciliano, mandarín, japonés, etc.) parece conectarla más con su público, elevándola como un icono mundial.

Hay quienes verán en este mejunje de idiomas otro signo más de esa apropiación cultural que siempre se le ha achacado — signifique eso hoy lo que sea—, o incluso una estrategia de marketing para afianzarse en otros países.

Otros, un esfuerzo y, sobre todo, un atrevimiento, aprender a cantar en 13 idiomas distintos, sobre todo en un momento en el que ya se venden pinganillos de traducción simultánea. Aprender un idioma, como tantas otras cosas, será algo inservible en el futuro, pero preservará la valiosa gracia de la inutilidad.

"Primero amaré al mundo y luego amaré a Dios", canta en Sexo, Violencia y Llantas, primera canción de Lux, álbum que ha sido filtrado este miércoles en redes sociales, pero que será publicado de forma oficial este viernes.

Dividido en cuatro actos con 18 canciones, este nuevo disco rompe con el sonido urbano de Motomami, pero sigue orbitando alrededor de los sonidos latinos, como el corrido mexicano en La Perla, junto al trío Yahritza y su Esencia, toda una declaración de intenciones a su exprometido ("medalla de oro olímpico al más cabrón") y se atreve con la fusión en Porcelana, donde rapea en latín con un fraseo que recuerda a la mejor Gatta Cattana.

También regresa con más fuerza al lirismo de Los Ángeles, desplegando su impresionante arsenal vocal, especialmente en canciones como Mio Cristo Piange Diamante y el hermoso fado, Memória, junto a la cantante Carminho.

Y retoma el flamenco desobediente de El mal querer con La rumba del perdón, donde canta junto a Estrella Morente y Silvia Pérez Cruz, y en Mundo Nuevo, donde samplea la Petenera de La Niña de los Peines.

Coquetea con la música clásica, con una base celestial en la que destacan el piano y el violín, junto a la orquesta (la London Symphony Orchestra) y a La Escolanía de Montserrat, que cantan en Magnolias, el bellísimo funeral artístico del disco y de la propia artista ("Todos habéis venido, hasta mis enemigos. Dios desciende y yo asciendo. Hoy me convierto en polvo para volver con las estrellas").

Pero este álbum también demuestra que Rosalía está, más que nunca, aferrada a su vocación pop. Un pop experimental, fresco e innovador, obviamente más cercano a Björk (con quien colabora en Berghain) que al de Taylor Swift, que no teme defraudar, ni exigir a su público.

Porque para Rosalía, "la pureza, como el pelo, vuelve a crecer", canta en Reliquia y "no todos lo entenderán y ella no lo espera", asegura en Divinize, donde vuelve a cantar en catalán y en inglés, haciendo referencia a la manzana prohibida de Adán y Eva. ("Sé que fui hecha para divinizar. A través de mi cuerpo puedes ver la luz").

La criticada carga religiosa del álbum, en cuya portada aparece vestida de monja, no chirría más que en sus discos anteriores. Sus veladas plegarias a Dios son ahora más evidentes, pero no por ello menos provocativas, rebeldes o feministas. Rosalía adopta la voz de diferentes santas y místicas alrededor del mundo, canalizando su dolor, su ira y su devoción.

Santa Teresa de Jesús en Sauvignon Blanc ("A mi dios yo escucharé, mis Jimmy Choo yo tiraré"), la ucraniana Olga de Kiev, que masacró a todos sus pretendientes, en De Madrugá ("No quiero la venganza, la venganza me quiere a mí"), la francesa Juana de Arco en Jeanne ("No hay manera mejor de amar que aniquilarse. Coronada y espinada"), la alemana Hildegarda de Bingen en Berghain ("Su miedo es mi miedo, Su rabia es mi rabia") o Santa Rosalía de Palermo en Focu ‘ranni, que rechazó casarse a pesar de estar comprometida ("Un amor sin ley es el único que aceptaría, me lanzo al vacío antes de quemarme").

Letras, escritas a lo largo de un año, cuya contemporaneidad ("No soy una santa pero estoy blessed") no les resta poética, sino que reflejan una personalidad arrolladora. Sin la poliglotía que vertebra el álbum, este podría perder algo de su monumentalidad, pero seguiría siendo un disco que solo una verdadera visionaria podría haber alumbrado.