De izquierda a derecha, los premiados Lenore Fahrig, Steward Pickett y Simon Levin

De izquierda a derecha, los premiados Lenore Fahrig, Steward Pickett y Simon Levin

Ciencia

Premio Fronteras a Fahrig, Levin y Pickett por acercar los espacios naturales y humanos

En la categoría de Ecología y Biología de la Conservación, la Fundación BBVA reconoce a los ecólogos por introducir en el estudio de los ecosistemas la dimensión del espacio físico

2 febrero, 2022 14:37

Los ecólogos Lenore Fahrig, Simon Levin y Steward Pickett han sido reconocidos con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación. En su XIV edición, el jurado ha destacado la tarea fundamental de introducir en el estudio de los ecosistemas la dimensión del espacio físico, en el sentido del territorio y sus múltiples escalas, y tener en cuenta su papel para gestionar “la interacción entre los sistemas humanos y naturales”.

Fahrig, Levin y Pickett han realizado contribuciones fundamentales a la llamada ecología espacial, tanto en el plano teórico como en el práctico, pero no han trabajado juntos. Levin es pionero en su desarrollo matemático, introduciéndolo así en modelos que permiten el análisis de ecosistemas complejos; Fahrig estudia los impactos de la fragmentación del hábitat y la pérdida de conectividad entre hábitats remanentes sobre la biodiversidad; y Pickett es uno de los padres de la ecología urbana, que asume que las ciudades concentrarán cada vez más población.

Como afirma el acta, los galardonados han desarrollado “la teoría y las matemáticas de la ecología espacial”, con aplicaciones en múltiples ámbitos, como “el diseño de las áreas naturales protegidas, el trazado de redes de carreteras y las ciudades sostenibles”. Su trabajo “reconoce explícitamente las dimensiones y escalas espaciales de las interacciones entre especies, y la importancia crítica de la conectividad del hábitat para el movimiento de organismos y materiales a través de paisajes complejos”.

Además, para los investigadores la biodiversidad es imprescindible para el buen funcionamiento del planeta: produce oxígeno, descompone los residuos, genera alimentos, agua y terreno fértil. El desafío de preservarla a escala global es de primer orden, y una herramienta indispensable para hacerle frente es el conocimiento que incorporan contribuciones como las que reconoce la categoría de Biología de la Conservación dentro de la familia de los Premios Fronteras del Conocimiento.

Frente a paradigmas anteriores, que se centraban en la conservación de grandes áreas evitando la presencia del ser humano, los galardonados han desarrollado la ecología espacial, que demuestra el valor que los hábitats de menor tamaño tienen en sí mismos y como ejemplos extrapolables a otras escalas de territorio mayores; la importancia de conectar los hábitats fragmentados, e incluso la posibilidad de preservar la biodiversidad en el entorno urbano.

“Uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos es la pérdida de diversidad biológica”, ha explicado Levin. “Para poder comprender lo que está en riesgo, y lo que podemos hacer para solucionarlo, tenemos que comprender los mecanismos que mantienen la diversidad biológica.

El valor de las áreas pequeñas y los corredores ecológicos

Lenore Fahrig, catedrática de Biología de la Universidad de Carleton (Canadá), recurre a las vistas aéreas para explicar el concepto de ecología espacial: “Estudiamos cómo el reparto del territorio, las distintas manchas que ves desde un avión, influye en la vida de los organismos”, ha explicado en una entrevista. Ella ha sido pionera en el estudio de la fragmentación del territorio y su impacto en la biodiversidad.

Es un área con aplicación inmediata a problemas concretos: ¿Es mejor crear un área protegida muy extensa, o de dimensiones más reducidas? ¿Sirve de algo crear “corredores ecológicos” entre distintas áreas? Y también, ¿qué impacto tendrá el trazado de una carretera?

El hábitat se fragmenta debido al impacto humano, y ésta es una de las amenazas más profundas para la biodiversidad”, señala el acta. Fahrig “ha desarrollado métodos teóricos, basados en datos, para reducir los efectos de la pérdida del hábitat manteniendo la conectividad entre áreas fragmentadas. Su trabajo investiga el papel fundamental de las redes de carreteras y de las pequeñas áreas de conservación en la distribución y abundancia de las especies”. 

“Creo que no hay justificación alguna para poner una especie en peligro porque queremos obtener beneficios económicos a corto plazo. Sabemos cómo reducir nuestros impactos, y lograrlo es una cuestión de tomar conciencia del valor de la naturaleza y de otras especies”, asegura Fahrig.

Convivencia de naturaleza y personas

Pickett, investigador en el Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas (EEUU), ha desarrollado el campo de la ecología urbana: “Ha sido pionero en la importante labor de integrar en la teoría ecológica a los seres humanos”, afirma el acta del jurado, “vinculando la ecología y el diseño urbano, y aportando perspectivas éticas y filosóficas al estudio de los ecosistemas dominados por el hombre”.

Su trabajo se ha desarrollado en colaboración estrecha con especialistas en arquitectura, urbanismo, arte, sociología y economía. “La cuestión es cómo las personas, incluso en un hábitat urbano, podemos acercarnos a la naturaleza; esto es especialmente relevante en áreas en las que el medio urbano está próximo al natural, como hemos visto por ejemplo en el origen de las pandemias por transmisión de patógenos que saltan de reservorios naturales al hombre”, ha explicado Pedro Jordano, profesor de investigación en la Estación Biológica de Doñana y secretario del jurado.

Como ha afirmado el propio Pickett, “concibo las ciudades como mosaicos con muchas capas: la capa construida −los edificios, las carreteras, las infraestructuras…−, pero
también la capa de las políticas, las normas. Está la capa de las diferencias sociales −de clase, étnicas…−, y la capa verde, la parte ecológica: el reciclaje de nutrientes, la regulación del clima o el flujo de agua. Abordo la planificación urbana integrando todas estas capas”.

Para Pickett, es necesario invertir las prioridades en el urbanismo actual: “Ahora las ciudades están diseñadas para los coches; tenemos que darle la vuelta a esto y pensar en las ciudades como lugares en los que la biología tiene que funcionar y la biodiversidad tiene que prosperar. Debemos diseñar las ciudades en primer lugar para la convivencia de la naturaleza y las personas, y rebajar la importancia de la dimensión física y la eficiencia del transporte”.

Trasladar el mensaje a la sociedad

Ante el monumental reto de la crisis global de biodiversidad, el profesor Levin considera que “no es demasiado tarde para tomar las medidas necesarias, pero no tenemos mucho tiempo que perder”. La clave, en su opinión, es “trasladar este mensaje al sector empresarial y a los líderes políticos, y la única manera de lograrlo es llevar el mensaje al conjunto de la sociedad, para que exija cambios a los decisores públicos”.

“Los científicos”, concluye Levin, “tenemos una responsabilidad especial, no solo para hacer el trabajo de investigación, sino de trasladar el mensaje al público. Espero que iniciativas como los Premios de la Fundación BBVA ayuden a que la gente se dé cuenta de que no podemos quedarnos sentados y esperar a que otros nos resuelvan estos problemas, sino que tenemos que afrontarlos nosotros. Para lograrlo debemos encontrar maneras de cooperar por encima de las fronteras entre ideologías políticas y países”.