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Vega Sicilia anuncia su desembarco en Rías Baixas con un albariño que se llamará Deiva

La familia Álvarez celebra el 40 aniversario de la compra de la mítica firma con el anuncio de su expansión en Galicia.  

8 febrero, 2022 09:02

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Deiva será la marca que peleará en el mercado de los albariños de Rías Baixas a partir del año 2025, con el apellido de Vega Sicilia detrás, que indudablemente es toda una garantía. Lo anunció Pablo Álvarez, director general de la compañía, acompañado de su hermana Marta, presidenta de la firma, en la celebración del cuarenta aniversario en que la familia se hizo cargo, casi por casualidad, de la que en por entonces ya era una firma mítica y ahora convertida en un gigante mundial.

Vega Sicilia la funda el riojano Eloy de Lecanda en 1864. Pronto consiguen hacerse famosos en unas épocas en que las marcas tenían poco reconocimiento, y sin embargo ellos supieron imponer la suya. Luego pasa por varios propietarios hasta que, en 1982, David Álvarez, empresario de origen leonés y afincado en Bilbao, compra la firma a la familia venezolana Neuman. Ocupado al frente de Eulen, una empresa muy poderosa de servicios de todo tipo, puso a dirigir la bodega a su hijo Pablo, que entonces tenía 28 años. No imaginó, que aquello, con los años, se convertiría en un emporio. Su joven hijo, sin embargo, no lo dudó.

Lo tuvo claro. “Hay un prestigio, valoró, que tenemos que consolidar y aumentar. La marca, ya de por si poderosa, hay que lanzarla al estrellato, y eso sólo se consigue con la búsqueda de la excelencia sin un mínimo fallo. Calidad reconocible, por encima de todo”, analizaba. La marca Vega Sicilia, en lo más alto del prestigio, es la plataforma perfecta para desarrollar todo un poderoso negocio vinícola. Primero, y para romper con la competencia que le venía de la naciente denominación de origen Ribera de Duero, montó Alión, uno de los mejores vinos de esa denominación, una auténtica joya. Con buena idea de negocio compraron en Hungría, concretamente en esa maravilla vinícola que es la región de Tokay, muy desconocida en España, pero famosa internacionalmente, la bodega Oremus, la más prestigiosa de toda la zona, adelantándose a los franceses por milímetros. Luego se fueron en secreto a Toro y pusieron en marcha Pintia. La última ha sido la bodega que a medias con la familia Benjamin de Rothschild montaron en Rioja con los vinos Macán.

Un secreto bien guardado hasta ahora

Durante casi quince años intentaron hacer un blanco desde su bodega de Ribera de Duero, pero el perfeccionismo de Pablo Álvarez, le llevó a concluir que aquellas pruebas no tenían la entidad suficiente a la altura del prestigio de la marca, y decidieron no elaborarlo. Así se las gastan. Cómo los blancos son vinos emergentes, y una firma, sea la que sea, necesita uno serio, en Vega Sicilia empezaron con los vinos secos húngaros de Tokajy, con la marca Mandolás, que les ha salido muy bueno; pero evidentemente, no era suficiente, y necesitaban uno especial, así que, muy en secreto, como siempre, pensaron en Rías Baixas y los albariños.

Imagen fotorrealista del diseño de la futura bodega Deiva de Vega Sicilia

Imagen fotorrealista del diseño de la futura bodega Deiva de Vega Sicilia

Ya lo han anunciado para celebrar su aniversario. La bodega se está construyendo en Crecente, un pueblito de Pontevedra, en el final de la subzona Condado de Tea, casi en la frontera entre Orense y Portugal. La inversión es de 20 millones de euros entre viñedos y bodega. De momento llevan 24 de hectáreas compradas, pero confían en duplicarlas buscando viñedos buenos en diversas zonas de la denominación de origen Rías Baixas. Su objetivo es hacer 300.000 botellas al año entre la marca Deiva, y la de mayor gama, que se llamará Arnela. La primera añada de Deiva será en 2023, aunque no aparecerá en el mercado hasta 2025; mientras que el segundo saldrá un año después, lo que anuncia reposo y envejecimiento, con poca madera, seguramente, pero envejecimiento. La bodega está en construcción, y por lo visto, a buen ritmo.

Vega Sicilia probablemente sea la bodega más rentable del mundo, por encima de las marcas emblemáticas de Burdeos o Borgoña. Con una producción, pronto reforzada por los nuevos vinos gallegos, de un millón y medio de botellas, a una media de precio altísima, la facturación en el último año ha llegado a 60 millones de euros.

Su desembarco en Rías Baixas es una buena noticia para esa denominación de origen y la proyección de sus vinos. Ya van como un tiro, de ricos que son, pero con la presencia de la mítica bodega, que no da puntada sin hilo, y no falla en calidad, ofrece más futuro, si cabe.