Carlos Herrera en La Parrilla de San Lorenzo.
El restaurante favorito de Carlos Herrera cuando viaja a Valladolid: famoso por su lechazo y su premiada tapa
La Semana Internacional de Cine de Valladolid es también una cita para disfrutar de la gastronomía de la ciudad. Una de las paradas ineludibles es La Parrilla de San Lorenzo.
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En octubre, Valladolid, está de cine. El bullicio vuelve a las calles mientras las luces del Festival Internacional de Cine (Seminci), que se celebra del 24 de octubre al 1 de noviembre, iluminan los teatros y cafés del centro. Ocasión que aprovecha la ciudad para convertirse también en un escaparate de su mejor patrimonio gastronómico.
Entre casas con solera, bares populares y asadores tradicionales, hay muchas mesas codiciadas, pero si hay un clásico que, año tras año, seduce a actores, directores, críticos y periodistas es La Parrilla de San Lorenzo.
Este restaurante, ubicado en pleno corazón vallisoletano, se ha ganado a pulso el título de templo del lechazo asado y se ha convertido en parada obligatoria para los amantes del buen comer.
Uno de los salones de La Parrilla de San Lorenzo, en Valladolid.
Uno de ellos es Carlos Herrera, quien, siempre que visita ciudad del Pisuerga, hace una parada en el restaurante para disfrutar de su plato más emblemático: el lechazo con sello I.G.P. Lechazo de Castilla y León, asado lentamente en horno de leña y con ese inconfundible toque de encina que lo hace único.
Durante los días de festival, Valladolid recibe una avalancha de rostros conocidos del cine, la cultura y la comunicación. Con el radar bien afinado, muchos de ellos, acudirán a La Parrilla de San Lorenzo para saborear una cocina que combina raíz, historia y autenticidad.
Un lechazo esperando su turno para pasar al horno de leña.
No en vano, por sus mesas han pasado nombres como Antonio Resines, José Coronado, Joan Manuel Serrat o Paz Padilla, atraídos por la calidad del producto y el encanto de su atmósfera castellana.
El restaurante luce con orgullo la distinción 'Restaurante de la Tierra', otorgada por Tierra de Sabor, que certifica el uso de productos locales de primer nivel.
Su compromiso con la gastronomía tradicional de Castilla y León es palpable en cada plato: desde los entrantes más humildes —unas croquetas de la casa o una sopa castellana reconfortante— hasta el majestuoso lechazo, dorado en su punto y servido con la sobriedad que exige una receta perfecta.
Asado al horno con barro con leña de encina, el precio de una ración para una persona (medio cuarto) es de 26,50 euros y la ración para dos personas (un cuarto) cuesta 53 euros.
Lechazo para dos.
Entre sus entrantes, su carta también incluye carnes escabechadas, de pato, perdiz, pollo y cerdo, o ensaladas como la de sardina ahumada con pimientos asados y naranja sanguina. Entre los calientes, torreznos, chipirones salteados en su tinta o revuelto castellano.
Además del lechazo y otras carnes como el solomillo o el chuletón, trabajan los pescados como el bacalao o el rodaballo al horno, la lubina de roca con gambas y almejas o el lomo de merluza en salsa verde.
Un escenario con sabor a cine
Con más de 37 años de historia, La Parrilla de San Lorenzo bien podría ser el decorado de una película de época. Sus bóvedas de ladrillo, su luz cálida y el aroma a leña crean un ambiente donde el tiempo parece detenerse. Quizá por eso tantos comensales la describen como una experiencia que va más allá del gusto.
En su última visita, el sevillano volvió a dejar claro su cariño por el lugar. “Cada vez que visita Valladolid, vuelve a elegir La Parrilla de San Lorenzo”, agradecía el restaurante en sus redes sociales.
Una costumbre que combina a la perfección con el espíritu del festival: cine, conversación y buena mesa, todo en torno a la cultura y la identidad española.
Si el cine es arte que se degusta con la vista, la cocina castellana lo es con el paladar. Y en la semana en que Valladolid se viste de gala para rendir homenaje al séptimo arte, La Parrilla de San Lorenzo se consolida como su mejor acompañante gastronómico. En palabras de un cliente habitual, “aquí cada comida merece un premio”.