El horno de Casa Gispert, en Barcelona.

El horno de Casa Gispert, en Barcelona.

Reportajes gastronómicos

El horno centenario único en Europa que tuesta frutos secos desde el corazón de Barcelona

Desde 1851 Casa Gispert mantiene encendido un horno de leña único en Europa sin perder de vista el espíritu original: productos artesanos, locales y de calidad.

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Hay lugares donde el tiempo parece haberse detenido, espacios donde el aroma, más que un recuerdo, es una forma de historia viva que convierte en eterno su legado.

En el número 23 de la calle dels Sombrerers, en pleno barrio del Born, se encuentra uno de esos rincones que resisten al paso del tiempo y al ruido de la modernidad: Casa Gispert, un templo del tostado artesanal que, desde 1851, mantiene encendido un horno de leña único en Europa.

Basta cruzar el umbral para que el olfato tome el mando. El aire denso a almendra recién tostada, a avellana y a humo de encina guía al visitante como un hilo invisible hasta el fondo del local.

La puerta de entrada a Casa Gispert.

La puerta de entrada a Casa Gispert.

Allí, entre sacos de frutos secos y estanterías de madera está la joya de la casa, el horno de estilo romano que lleva casi dos siglos tostando sin descanso y según los expertos, es el único horno de su tipo todavía activo en Europa. Cada martes y jueves, quienes se acercan pueden presenciar cómo hace su trabajo.

“No hay un tiempo fijo", explican en la tienda. Cada fruto tiene su punto, su humedad, su carácter. Puede tardar entre una o dos horas. En dos horas, por ejemplo, consiguen tostar 240 kilos de almendras.

El horno de Casa Gispert.

El horno de Casa Gispert.

El resultado es un producto que habla por sí mismo. Las almendras, las avellanas o los cacahuetes recién salidos del horno tienen una textura crujiente y un perfume ahumado inconfundible, una firma aromática que consigue la leña de encina.

Una tienda que es también museo

Fundada por Enrique Gispert, nació como una pequeña tienda de productos coloniales. Hoy, casi 175 años después, conserva su interior original: las estanterías de madera oscura, los ventanales altos, las básculas de hierro y los viejos botes de cristal donde aún se guardan canela, vainilla, azafrán o cacao.

Entrar en el local es también viajar en el tiempo. Los propietarios actuales han sabido mantener la magia a pesar de que la tienda haya crecido con los años. Hoy ofrece además aceites de oliva virgen extra, chocolates, mermeladas, vinos dulces, turrones y licores tradicionales como el vermut o la ratafía.

Aunque el local de Barcelona sigue siendo el epicentro emocional, desde su obrador en Viladecavalls (Vallès Occidental), la empresa ha ampliado la producción y exporta hoy a más de una decena de países europeos.

Las materias primas son, en su mayoría, de proximidadavellanas de Reus, almendras de Lleida, azafrán de La Mancha—. Los envases son 100% reciclables y la energía que alimenta el obrador proviene del sol. Incluso las furgonetas de reparto son eléctricas.

El secreto del sabor Gispert reside en esa cocción lenta, a fuego vivo, que imprime en los frutos secos un aroma que ningún horno industrial podría replicar. Los clientes que llegan atraídos por el olor del tostado más que con una compra, se van con una experiencia.