Un plato roto.

Un plato roto. iStock

Reportajes gastronómicos

Los mayores 'pecados' de los restaurantes: razones por las que sentarte a la mesa o abandonarla

Una recopilación de las señales más evidentes de que ese espacio gastronómico no es para ti. 

Más información: La ruta del horror por los peores restaurantes de Madrid: calamares crudos, pulpo chicle y 'casi vómito'.

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Como en España no se come en ningún sitio es una frase que muchos repiten henchidos de orgullo. Los hechos parecen darles la razón: tres restaurantes de nuestro país se encuentran entre los cinco mejores del mundo, según el último ranking de The World's 50 Best Restaurants

Por desgracia, no siempre es oro todo lo que reluce y, a veces, algunos espacios gastronómicos españoles reúnen ciertas red flags ('banderas rojas', en inglés) o señales que advierten de aspectos negativos que incomodan al comensal y revelan la verdadera esencia del establecimiento.

Al igual que no querríamos entablar amistad con alguien que no nos escucha, tampoco apetece cenar en un sitio donde el camarero te habla mal o se omiten los precios de los platos fuera de carta, por poner algún ejemplo. Existen muchas razones para comer fuera y amar nuestra gastronomía, pero también otras tantas para odiarla y quedarse en casa saboreando un delicioso tupper. Cocinillas ha preguntado por los principales 'pecados' que puede cometer un restaurante y que nos indican cuándo es mejor abandonar la mesa (o la barra) y huir sin mirar atrás.

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Precios incoherentes o inexistentes

Muchas de las red flags que nos llegan giran en torno al dinero y no es para menos, la vida está muy cara y aquí solo queremos pagar por lo que es justo. Por lo que, "que el precio del menú de un restaurante suba más rápido que el IPC" es una red flag como un piano. Bien sea un clásico menú del día de un local de moda que se ha llenado y lo ha inflado sobremanera en cuestión de meses, como el estrella Michelin que de la noche a la mañana duplica el precio, pero no el valor, de su menú degustación. Tampoco gusta encontrar "medias raciones a precios desorbitados" en relación con la ración entera.

También queremos hacer una llamada de atención a "los fuera de carta que no llevan precio". Lo mismo con todos los que "no están actualizados en web y carta física". Por no hablar de los vinos por copas, también conocidos como "te lo cuento todo pero no te doy el precio", aunque esto se merece un capítulo aparte. Queridos, mostraos, no seáis tan tímidos como en ocasiones el cliente que no se atreve a preguntar por pudor y acaba llevándose una sorpresa con la cuenta. Y, por favor, si sois de los que 'jugáis' con "costes ocultos, como cobrar el pan o el suplemento de terraza", simplemente, no lo seáis.

Que el camarero 'hable tu mismo idioma'

Parece que en algunos sitios no queda claro que la persona en la sala es tan o más importante que la persona en la cocina. Un camarero, maître o jefe de sala debe dominar a la perfección cada rincón de la sala y, por supuesto, eso incluye la carta. Si vamos a un restaurante peruano no es de recibo acabar con un glosario de búsquedas abierto en Google porque el personal no tiene ni 'papa' de su recetario. Lo mismo con un mexicano, donde hay vocabulario que aprender más allá del taco. Esta norma se aplica a cualquier carta de cualquier nacionalidad.

Si ocurre al contrario, pedimos paciencia. Además de disfrutar, el cliente muchas veces se sienta a la mesa a aprender y no espera sentirse ridiculizado (ni mucho menos engañado) por no conocer lo que va a comer o beber. "Que vayas a un sitio y que el camarero te trate como si debieras dinero", es para no volver.

No está de más que el personal del local haya podido probar la carta o familiarizarse con los platos. De esta manera, podrán ser más generosos con sus descripciones y no acabaremos dando con "un camarero que no sabe gestionar la carta y no sabe recomendar algo"; alguien "que no sepa lo que preguntas y se invente la respuesta". Si el entrante resulta ser una anchoa con mantequilla sobre un brioche de masa madre, no saber indicar la procedencia de la anchoa es un suspenso.

Es importante saber leer al cliente. Algo que sostiene la mejor jefa de sala y Premio Nacional de Gastronomía Sara Fort. "Decir que no a algo, por ejemplo alcohol o postre, y que te insistan" es algo que incomoda a algún cliente, así como que "pregunten qué quiero beber sin haberme ni sentado a la mesa" o, directamente, "que me obliguen a pedir menú degustación y no me den carta", siempre y cuando se cuente con ambas opciones.

Hay otra serie de red flags que se repiten y ponen en duda tanto la profesionalidad como la higiene del servicio que se nos está dando. Más de uno no aguanta que “traigan las botellas de agua sin tapón”, por muy 'cuqui-moderna' que sea la botella, no se sabe cuánto tiempo lleva abierta y provoca cierta desconfianza. Ni qué decir tiene que los vasos en los que se vaya a servir conviene que no lleguen a la mesa con las huellas dactilares del que los trae. Desconocemos la frecuencia con la que cada uno se lava las manos, por lo que es de agradecer que no "toquen la comida después de tocar el dinero".

Luces de hospital, terrazas inhóspitas y otros tipos de tortura

La luz, a veces, lo es todo. Una bombilla orientada directamente a tu jeta puede arruinarte el plato más exquisito. Si decides iluminar tu restaurante como un quirófano (luces blancas, asépticas e impersonales), tienes que saber hacerlo bien. Conseguir que el look morgue sea atractivo y cool no es tarea fácil. En Sala de Despiece lo han conseguido, pero no todos los establecimientos corren la misma suerte. Mucho cuidado.

A nuestros entrevistados tampoco parece gustarles que los restaurantes recuerden a Magaluf. La música muy alta, "sobre todo si es mala" (nos dicen), quita el apetito. ¿Quién puede saborear un lenguado a la meuniere a ritmo de hardcore? Cierto nivel de decibelios tampoco permite conversar tranquilamente, y mucho menos disfrutar de una sobremesa como Dios manda.

Las imágenes de "platos momificados" en la carta es otra de las red flags a tener en cuenta. (A menos que estés en Japón, donde es habitual exhibir recreaciones hiperrealistas de las recetas que hay en el menú; hasta existen tiendas específicas que venden estas réplicas de plástico o sanpuru, como se denominan en japonés). Sin embargo, en España nada aterroriza más que una fotografía desapasionada y sin alma de una supuesta paella de marisco que luego no se parece en absoluto a la que sale de la cocina.

La terraza de Villa Verbena (Madrid), sí que es una terraza.

La terraza de Villa Verbena (Madrid), sí que es una terraza.

Por no hablar de "las terrazas que parecen campos de refugiados”, que son sinónimo de pasar frío en un páramo de cemento, entre contaminación y coches estridentes. "Se nos ha lavado el cerebro con que haya 'terraza' y va todo el mundo lobotomizado buscando terraza. Pero una terraza es una terraza, no sólo sacar una mesa a la acera", lamenta otra persona. "Dejemos de acudir como idiotas a sitios grises y totalmente carentes de magia. Una terraza nunca puede ser un no-lugar". Amén.

Cucarachas y lejía, la extraña pareja

¿Se puede saber a qué tipo de restaurantes vais normalmente? "Que haya cucarachas por el suelo" es una de las red flag que más nos ha desconcertado. Parece evidente que si hay más insectos que comensales dentro de un local, no es buena idea sentarse a tomar algo allí. No obstante, insistimos en esta norma de higiene básica por si hay algún despistado en la sala: si tu croqueta de jamón sale corriendo, no es una croqueta, es una rata.

Algunos locales tratan de compensar esa dudosa higiene con litros y litros de lejía por todas partes. "Que huela a detergente" no es buena señal ni invita a pasar mucho tiempo ahí, algo que se amplifica cuando no existe una correcta ventilación o una salida de humos en condiciones. En consecuencia, esto se traduce en irse a casa apestando a comida y a fritanga, una fragancia que enamorará a tu mascota (si la tienes), pero ahuyentará cualquier posible affaire.

Si se repite más que el ajo...

Tan importante es ser original en una carta como no pecar en exceso de serlo. Incluir un sin fin de platos solo por estar y un "exceso de categorías" en la carta solo por llenar, puede jugar una mala pasada. Cartas claras y sencillas es lo que se merece (y más valora) el cliente. Y si es en papel, nos chivan desde las redes, mejor, "carta en formato QR", no más, por favor.

Tarta de queso y chocolate blanco.

Tarta de queso y chocolate blanco.

Y hablando de excesos... Probablemente uno de los melones que más veces se haya abierto sea el abuso que cometen muchos restaurantes a la hora de incluir ciertos ingredientes o platos en las cartas. Pero lo que ocurre con la reducción de balsámico, la tarta de queso y la trufa -aka "la Santísima Trinidad de la poca originalidad"- no tiene nombre. Muchos se quejan también de la omnipresencia del tartar de atún. Ay, las modas. ¿Cuánto se supone que tienen que durar? Desde aquí, queremos mandar un mensaje a los cocineros y cocineras que nos lean: cuidado con pasarse con las huevas de trucha y salmón, corren el mismo peligro de acabar siendo aborrecidas.

Como en casa, ¿en ningún sitio?

Superado este episodio, cuando se trata de la elaboración de ciertas recetas, descartada está “la quinta gama en cualquiera de los platos de la comida”, hay ciertos errores que para muchos son imperdonables. Pocos discutirán que las croquetas mal hechas en un restaurante es uno de ellos. Si se corta la bechamel, no es para ti. Como tampoco, según en qué sitios, se justifican unas “patatas fritas congeladas”, ni “las mismas (jodidas) gyozas de bolsa”. Cuando vas a un restaurante, se espera, al menos, que no “sirvan comida que yo podría cocinar mejor en mi casa”.

También (repetimos), en según qué sitios, uno espera que sirvan bebidas que no nos prepararíamos en casa, por lo que el "café de cápsulas en un gastronómico" en ocasiones es inexplicable. La cultura del café está cada vez más presente, pero sigue siendo asignatura pendiente en algunos sitios de lo más insospechados.

Puede que sea cuestión de falta de atención o formación, pero una persona que defienda la sala y represente como se merece el amplio abanico de bebidas que el espacio puede ofrecer es casi tan importante como que esas croquetas hayan salido perfectas. “Traer las bebidas servidas” es un 'no', nos confiesan. “No sabes qué te están sirviendo y casualmente suele venir sin gas”.

De Argentina a Sudáfrica sin salir de Madrid

De Argentina a Sudáfrica sin salir de Madrid Cedrón Wine Bar

Respeto al café, pero también al vino, no gusta escuchar “que el camarero nombre los vinos con diminutivos: ‘un riojita’, ‘un verdejito’…”. Y si se trata de escuchar, es ‘música para nuestros oídos’ atender al sumiller mientras recita nombres de Denominaciones de Origen inusuales o incluso desconocidas. “Que solamente tengan vinos por copas de Rueda, Ribera o Rioja”, acaba siendo un poco bajón.