
El vivero de Agroptimum.
El pueblo de Cuenca donde el líder de pistacho europeo trabaja con la procesadora más avanzada del mercado
Agróptimum culmina su modelo de negocio integral: desde la genética vegetal hasta la comercialización del producto final con una proyección de crecimiento de 15.000 toneladas anuales.
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En un lugar de La Manchuela conquense, entre campos que combinan tradición agrícola y una nueva mirada tecnológica, Villanueva de la Jara se ha ganado un lugar privilegiado en el mapa agroalimentario europeo.
Este municipio de apenas 2.500 habitantes se ha convertido en el epicentro de una revolución verde impulsada por el pistacho. Agróptimum, la compañía líder en el sector del pistacho en Europa, que acaba de poner en marcha la planta procesadora más avanzada del continente.
Con esta nueva instalación, Agróptimum culmina su ambicioso modelo de negocio integral, que va desde la genética vegetal hasta la comercialización del producto final, pasando por la producción agronómica, el acompañamiento técnico y ahora, la transformación industrial.

Plantación de pistacho.
“Esta procesadora es el resultado de mucho trabajo bien hecho y del compromiso con los agricultores que han confiado en nosotros desde el principio", afirma Ángel Minaya, fundador y CEO de la compañía.
"Nuestro compromiso ahora es dar lo mejor en esta fase final, tratar el fruto con el máximo respeto y calidad, y ser el centro de transformación de confianza del agricultor”, continúa este conquense, que en apenas seis años ha pasado de plantar una semilla traída desde California a liderar un ecosistema agroindustrial de referencia en Europa.

Pistachos de la cosecha del año pasado de Agróptimum.
La nueva planta, ubicada a escasos kilómetros del casco urbano de Villanueva de la Jara, es mucho más que un complejo de transformación.
Con una inversión inicial de 8 millones de euros, la instalación incorpora tecnologías de vanguardia: pelado de precisión, secado continuo, selección óptica multiespectral, descascarado mecánico y la posibilidad de transformar el fruto en productos como harinas, cremas, pastas o pistacho troceado.
Lo verdaderamente diferencial es la rapidez del proceso: desde la recolección hasta la transformación, no pasan más de 48 horas. Así se garantiza una frescura inigualable que preserva las propiedades organolépticas y nutricionales del fruto.
En su primer año, la planta procesará 1.000 toneladas de pistacho seco, con una proyección de crecimiento que alcanzará las 15.000 toneladas anuales en los próximos años.

Ángel Minaya, fundador y CEO de Agróptimum.
Tecnología, sostenibilidad y empleo rural
El impacto de este proyecto va mucho más allá del ámbito agrícola. La planta generará decenas de empleos cualificados, con perfiles que van desde ingenieros agroindustriales hasta técnicos de calidad y especialistas en mantenimiento, priorizando a jóvenes formados en el ámbito agroalimentario.

Una maqueta de la procesadora de Agróptimum.
Esto supone una oportunidad real de arraigo y desarrollo profesional en un entorno rural que, como tantos otros en España, busca fórmulas para combatir la despoblación.
La sostenibilidad, por su parte, atraviesa de manera transversal todo el proyecto: desde la eficiencia energética de las líneas automatizadas hasta la trazabilidad total mediante inteligencia artificial y sensores.
La digitalización de procesos y el respeto al medioambiente forman parte de la identidad de Agróptimum desde sus orígenes. Otro de los movimientos estratégicos recientes ha sido la incorporación de Elena Sanjuan al frente del área de Compras y Logística de la procesadora.
De semilla a revolución
El caso de Agróptimum es una historia de emprendimiento y visión. Desde la primera semilla plantada en 2017, la compañía ha construido un vivero de más de 75.000 m², ha reducido a menos de la mitad el tiempo de entrada en producción del árbol de pistacho, y ha profesionalizado el cultivo en España con un modelo basado en ciencia, tecnología y acompañamiento agronómico.

Plantación de pistachos en Quintanar de la orden.
Hoy, este “ecosistema vivo”, como lo define su equipo, factura 20 millones de euros y mantiene en Villanueva de la Jara su centro neurálgico.
El pistacho, un cultivo tradicionalmente marginal en España, se ha convertido gracias a este modelo en un motor de desarrollo rural, innovación agrícola y cohesión territorial.
Y lo ha hecho desde un pequeño pueblo de Cuenca que, contra todo pronóstico, ha demostrado que el campo no solo tiene futuro, sino que puede ser protagonista de una transformación a escala global. Villanueva de la Jara ya no solo huele a ajos. Hoy huele a pistacho fresco y a futuro.