Manu Franco, frente a la puerta de La Casa de Manolo Franco.

Manu Franco, frente a la puerta de La Casa de Manolo Franco.

Actualidad gastronómica

Manu Franco, el chef que 'se bajó' de la F1 para ganar la estrella Michelin: "Quería que mi padre estuviera orgulloso"

La Casa de Manolo Franco, en Valdemorillo, es el sueño de un periodista de Fórmula 1 y rallies que dejó su carrera para tomar las riendas del negocio familiar y conseguir su primera estrella Michelin.

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A Manu Franco le sobra pasión para tan poca vida. No alcanza los 50 años y parece haberlas vivido todas y conseguir lo que se propone en cada una de ellas. Cambió el rugido de los motores por el de las cazuelas y este pasado 2024 conseguía su primera estrella.

En una curva inesperada del destino, el 'ahora cocinero y antes periodista' cambió los circuitos de Fórmula 1 por los senderos de la sierra madrileña, los cascos por la chaquetilla, y los titulares deportivos por los menús degustación.

Hoy, su nombre brilla con luz propia en la alta cocina española gracias a la primera estrella Michelin otorgada a La Casa de Manolo Franco, un íntimo y emocionante homenaje gastronómico al legado de su padre, situado en Valdemorillo.

Un ángulo de la sala de La Casa de Manolo Franco.

Un ángulo de la sala de La Casa de Manolo Franco.

El periodista que decidió volver a casa

Durante dos décadas, Manu Franco vivió acelerado. Fue testigo directo de los duelos entre Alonso y Schumacher, de podios inolvidables y de motores rugiendo en los cinco continentes.

Trabajó para medios como AS, la Cadena SER o canales de televisión internacionales, narrando con pasión las carreras de Fórmula 1. Sin embargo, en 2019, algo le hizo cambiar de rumbo: el deseo de honrar la memoria de su padre y de reconectar con sus raíces.

El cocinero (y periodista) Manu Franco.

El cocinero (y periodista) Manu Franco.

Y lo hizo a lo grande: vendió su casa, se formó en la prestigiosa escuela Le Cordon Bleu, pidió varios créditos y, junto a su esposa Carolina, reabrió el mesón familiar convertido en restaurante de autor.

Un viaje por la Sierra… y por la memoria

Acaba de celebrar los seis años, una reafirmación de esa carta de amor a Valdemorillo, a la cocina de la infancia, al paisaje, al tiempo lento y a las pequeñas cosas.

El restaurante —ubicado en la misma vivienda donde en 1969 don Manuel Franco, cantero reconvertido en hostelero, fundó el original Casa Manolo— ha pasado por unos cuantos arreglos pero sigue respirando autenticidad.

Recortes de periódicos con artículos de Manu Franco componen un mosaico que representa el mundo en la pared.

Recortes de periódicos con artículos de Manu Franco componen un mosaico que representa el mundo en la pared.

Desde su comedor de piedra y madera, decorado con un mural-mapa hecho con recortes de prensa (guiño a su pasado de reportero), hasta cada plato, todo busca emocionar, pero sin imposturas. El madrileño quiere contar su historia y tiene mucha sensibilidad.

Y qué historia: la de una sierra que cambia de color con las estaciones, la de un padre que decía “aquí siempre tendrás tu casa”, la de un hijo que regresa para convertir el aroma del tomillo y el humo de encina en alta cocina.

Menús que se sienten como abrazos

La propuesta gastronómica de Manu Franco no se lee, se vive. Su menú insignia, “Abrir los ojos XL” (115 euros), es una suerte de diario en 22 pasos que recorre un día completo en la sierra.

Desde el “desayuno” con aperitivos evocadores hasta una cena imaginada al calor del hogar, el menú transporta al comensal por un paseo lleno de guiños, sabores y memoria.

Algunos bocados ya son icono: el pepito-choux de conejo al ajillo, el arroz de gamo con demi-glace de espliego o la trilogía de potaje—bacalao rebozado, un crujiente de su piel y en caldo, el potaje— que se ha servido durante la primavera.

Puerros con aire noissette.

Puerros con aire noissette.

Cada elaboración es un homenaje sino al campo a la familia con especial atención al producto como ocurre con el plato de puerros, que brillan por si solos o esas albonguitas de conejo que flotan sobre una reconfortante sopa de tomillo. La secuencia del aperitivo lo es también a los 50 años de trabajo de toda la familia: desde la tortilla, el bikini de picadillo y la croqueta, "como la hacía mi madre".

El aperitivo en La Casa de Manolo Franco.

El aperitivo en La Casa de Manolo Franco.

Todo se sirve con una calidez que recuerda que recuerda en todo momento que estás en casa, en la de Manu Franco. No hay carta, pero sí otro menú diferente de 16 bocados en ocho pasos — “Abrir los ojos” (85€) — todos adaptados también para celiacos.

Cocina con alma, territorio y poesía

Más allá de la técnica, hay un elemento que distingue la cocina de Manu Franco y que se vuelva constante en cada plato: el sentimiento. El que se muestra en cada sonrisa que esboza y llena la sala y el que impregna su cocina, atravesada por la emoción y la pertenencia y sazonada con historias desde su niñez a su vida más adulta.

"Mi padre solo cocinaba dos cosas: la tortilla española y el arroz con leche" relata cuando se intenta escarbar en el legado culinario que ha adoptado. "Salía por la mañana a coger los huevos de las gallinas, recogía las patatas. Y el arroz con leche solo me lo hacía a mí", confiesa Franco, que estuvo casi seis años sin probarlo cuando su padre falleció y hace tres años se reconcilió de nuevo con el postre.

El pinar de Valdequemado.

El pinar de Valdequemado.

Pero aquí la nota dulce la ponen la piña de queso que te lleva hasta el pinar de Valdequemado, o la torrija madrileña con una bonita carta que describe la importancia que un plato como ese tiene en el nacimiento de Franco, se acompaña con helado de violetas, para que no falte tampoco ese guiño a Madrid.

De su Valdemorillo y los paseos por el campo hasta la ermita de la Virgen de la Esperanza, también sabe su último postre que elaboran con una flor "con chocolate blanco, limón, lavanda, yuzu, avellana bizcocho y diversos geles: de escaramujo, rosas y polvo de jara".

El paseo hasta la ermita de La Virgen de La Esperanza.

El paseo hasta la ermita de La Virgen de La Esperanza.

Todos esas fragancias que encapsulan el monte son resultado de los paseo del chef por Valmayor, donde recolecta hojas y brotes: manzanilla, anís estrellado, lavanda, roble… Ingredientes humildes que se convierten en infusiones mágicas o en detalles de platos que, más que alimentarte, te cuentan un cuento.

Por eso, sus platos nunca buscan descolocar, sino conectar. A través de sabores reconocibles, texturas cuidadas y una estética sobria pero evocadora, Franco logra un equilibrio raro: alta cocina sin pretensiones que fue premiada con su primera estrella Michelin en la edición 2025.

"La entrevista de Cadena SER tiene gran culpa de que me dieran la estrella" recuerda sobre los momentos previos a la gala, agradecido. "Yo no quería una estrella michelin por el ego, sino porque mi padre estaría orgulloso".

Franco dice tenerlo todo: éxito, un trabajo con el que se siente realizado y una familia por la que se desvive sin peros de la hostelería. En los planes de futuro entra reducir el número de mesas. "Mi intención este año es consolidar, que cuando el cliente se vaya diga qué rato más bonito he pasado".

Con el mejor de los sabores de boca, al marchar uno cierra La Casa de Manolo Franco con el testimonio de que los sueños, incluso los que parecen más arriesgados, se pueden cocer a fuego lento y acabar brillando con luz propia.