Casa Morales (Sevilla).

Casa Morales (Sevilla).

Actualidad gastronómica

El bar centenario de Sevilla, favorito de Carlos Herrera, para tapear durante la Feria de Abril: famoso por sus garbanzos

Este año Casa Morales celebra su 175 aniversario y en todo este tiempo sus puertas han estado abiertas para recibir a personajes célebres como el presentador radiofónico o Rosalía.

Más información: El bar más antiguo de Sevilla donde disfrutar de su tapa de garbanzos más emblemática durante la Feria de Abril

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Existen muchos motivos para hacer una escapada hasta Sevilla. A sus calles históricas y tabernas centenarias se suman estos días el ambiente festivo que trae su Feria de Abril. Esta larga semana es para vivirla entre naranjos y trajes de lunares, pero siempre hay oportunidad de dejarse caer por alguna de los templos del tapeo más consagrados de la ciudad, como bien sabe hacer el periodista Carlos Herrera, amante de la buena mesa.

Entre las muchas recomendaciones que comparte, algunas de ellas desgranadas en el programa Me voy a comer el mundo de Canal Cocina, como es el caso de las papas aliñás por las que hay que acudir a El Rinconcillo, se encuentran otras instituciones como Casa Morales.

Según predica Herrera en su portal personal, se trata de "un clásico sevillanísimo con los vinos de siempre. Tiempo atrás era típico surtirse de 'pescao' frito en la freiduría contigua y entrar con el papelón a devorarlo en sus mesas. Ya eso cambió y ahora ofrecen un surtido de tapas de cocina más que agradable. Vieja barra y viejo sabor".

Las tapas escritas con tiza en los depósitos de vino del local.

Las tapas escritas con tiza en los depósitos de vino del local.

Ubicado cerca de la Catedral, se alza un rincón que huele a historia, vino añejo y cocina de madre: Casa Morales. Fundada en 1850 como despacho de vinos, esta taberna centenaria no solo ha resistido el paso del tiempo, sino que se ha convertido en un símbolo del tapeo sevillano más auténtico. Y para quienes buscan el alma de Sevilla durante la Feria de Abril, pocos lugares condensan tanto sabor y tradición.

Carlos Herrera, voz autorizada y alma sevillana, lo tiene claro. Es de esos bares que parecen estar incrustados en la memoria de la ciudad. Si vas al centro y no pasas por aquí, te has perdido parte de Sevilla. La atmósfera que se respira al cruzar su puerta parece detenida en otra época. Una tenue luz acaricia las mesitas de madera, las tapas se escriben con tiza sobre unas tinajas centenarias, y los camareros —con oficio y sin prisas— sirven chacinas, montaditos y guisos que aún conservan la receta de la abuela. Entre todos, hay uno que destaca por méritos propios: los garbanzos con espinacas.

Qué se come en Casa Morales

No hay Feria de Abril que no arranque con una copa en barra y una tapa de este potaje, símbolo de la Semana Santa y heredado en las mesas de primavera. Es un plato sencillo, que se puede disfrutar en otras de las tabernas centenarias de las que presume la ciudad, pero aquí lo bordan.

Este guiso, tan humilde como sabroso, ha hecho de Casa Morales un lugar de peregrinaje incluso para cocineros locales que reconocen su maestría. Su secreto, está en el sofrito pausado y en la cocción del garbanzo, ni duro ni blando, sino meloso, que se deja envolver por el verdor de la espinaca y el comino que perfuma el aire.

Pero aquí no acaba la cosa, esta tapa solo es un ejemplo del amplio abanico de recetas que llevan a cabo en esta casa. El picoteo puede comenzar por sus chacinas y algo ligero como sus canapés, seguir con algo de su pescado frito y terminar con alguno de sus guisos, como el que protagonizan los garbanzos, o el bacalao en tomate que también preparan con gusto.

Una barra con memoria

Más allá de los fogones, lo que hace única a Casa Morales es esa atmósfera que no se puede fabricar: se hereda. Fue dormitorio de un camarero, bodega de Valdepeñas, y hoy sigue siendo un refugio para sevillanos de toda la vida, turistas curiosos, incluida Rosalía y periodistas de la talla de Herrera, que la incluye en su ruta imprescindible.

Durante la Feria, cuando Sevilla se viste de volantes y albero, la taberna multiplica su encanto. El clamor de las casetas contrasta con la paz de este rincón, donde se brinda con oloroso, se saborean montaditos de pringá y se comenta la jornada taurina entre amigos de toda la vida.