
Vinos naturales en el taller de Fondo Supper Club.
5 motivos para entregarse al vino natural según una joven viticultora que cambió su vida por ellos en un pueblo de Ávila
Nahuel y Vicky, están detrás de Pequeños Salvajes, un proyecto de vino natural con bodega en un pueblo de Ávila.
Más información: 7 vinos ecológicos para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente
Mientras el consumo mundial de vino en 2024 se situó en su nivel más bajo desde 1961, según datos del Sistema de Información Vitivinícola (Infovi), en el ámbito nacional, el consumo de vino alcanzó los 9,9 millones de hectolitros, un aumento del 2,5% en comparación con el año anterior, el "más elevado" desde octubre de 2022.
En medio de todo esto, el auge de los vinos ecológicos y naturales está siendo un factor determinante. Especialmente, vienen sumando adeptos últimamente entre el público joven, en parte por la conexión que establecen inspiradores proyectos con jóvenes también al frente, que están revolucionando el mundo de estos vinos.
Uno de ellos representa el futuro de la Sierra de Gredos, entorno donde se ubican las viñas de las que nacen los vinos que elaboran Nahuel y Vicky quienes, tras años en el mundo de las estrellas Michelín, en 2018, decidieron dejarlo todo para hacer vino natural.

El taller de vinos de Fondo Supper Club.
Pequeños Salvajes, con bodega en el pequeño pueblo de El Barraco (Ávila), desde 2021, "es un proyecto de vino natural en el que no utilizamos ningún químico en el proceso de elaboración del vino, ni tampoco en la viña. Trabajamos en un clima bastante cálido y favorable, por lo cual nos ayuda, pero nada de químicos" introducía sobre su labor hace unos días al inicio del curso sobre vino natural que está impartiendo junto a Fondo Supper Club.
Tres horas de taller para, además de conocer y catar sus vinos, sumergirse en las particularidades de estos vinos que han colonizado las repisas de tantos nuevos bares y se hacen hueco en las cartas de los restaurantes (incluso gastronómicos) junto a los vinos convencionales. Y compartir, en resumidas cuentas, varios motivos para entregarse, de una vez por todas, a ellos.
1. Porque el cuerpo lo nota: menos resaca, más verdad
“El vino natural no da resaca”, dice, con una mezcla de convicción y experiencia. Y no es marketing. La ausencia de sulfitos añadidos y otros aditivos químicos implica que el organismo no tiene que procesar una carga artificial al día siguiente. “Te emborrachas, claro, porque hay alcohol. Pero no hay dolor de cabeza, ni ese malestar que te tumba.” La pureza de los procesos se traduce en un cuerpo que agradece cada sorbo, como si también él entendiera que eso que entra es honesto.
2. Porque fermenta la identidad: levaduras autóctonas y terroir real
El vino natural no sabe a piña ni a lichi… a menos que la uva lo diga. “Las levaduras seleccionadas pueden dar sabores artificiales y homogéneos. En cambio, las levaduras autóctonas nos hablan del lugar.” Para esta viticultora, permitir que la uva fermente con sus propios microorganismos es respetar su voz. Cada botella cuenta una historia que no se repite, porque en el vino natural, como en la vida rural, el sabor viene de la tierra, no del laboratorio.
3. Porque es una forma de cuidar: sin sulfitos ni herbicidas abusivos
Más allá del romanticismo, hay ciencia: el uso indiscriminado de herbicidas y sulfitos es nocivo, no solo para el viñedo, sino para quien bebe. “Lo que más me importa es que haya un trabajo sano en la viña”, explica. La legislación española aún no diferencia claramente entre vinos industriales y naturales, pero su criterio es simple: si necesitas desinfectar el campo con químicos cada temporada, tal vez estás matando más de lo que cuidas. El vino natural, en cambio, nace de un equilibrio ecológico que no se puede embotellar… pero sí beber.
4. Porque no es un producto, es una artesanía

Algunos de los vinos de Pequeños Salvajes.
Desde pegar a mano cada etiqueta hasta cerrar personalmente las cajas, esta viticultora insiste: “Lo cuidamos todo porque lo hacemos todo”. El vino natural se produce en microproyectos familiares o de amigos, sin grandes maquinarias ni cadenas de montaje. El resultado no es un producto industrial, sino una pieza única, con el valor —también económico— de lo irrepetible. “No es caro. Vale dinero. Y vale la pena.”
5. Porque crea comunidad: brindar también puede ser un acto político
En su pueblo, El Barraco, de apenas 1.200 empadronados (y 10.000 veraneantes), el vino se ha convertido en vehículo de encuentro. Regala botellas por Navidad, espumosos cuando nace un niño, y mosto sin alcohol para brindar con las mamás de los más pequeños. “Celebrar el nacimiento de un bebé es muy importante en zonas despobladas.” Su vino no solo se bebe: se comparte. Y así, sin grandes campañas, va ganando territorio, copa a copa, vecino a vecino.