El búnker medicalizado del Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Kharkiv fue construido durante los primeros meses de la guerra

El búnker medicalizado del Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Kharkiv fue construido durante los primeros meses de la guerra María Senovilla Járkov

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Niños, guerra y trastornos mentales: "Perdió el habla al sacarle los rusos de casa a punta de fusil"

Desde que comenzó la invasión de Ucrania, en ciudades como Járkov se han duplicado los  menores con traumas generados por el estrés del conflicto.

15 mayo, 2023 03:03
Járkov

Podría ser el lugar más triste de Járkov. Niños autistas, epilépticos, con parálisis cerebral, trastornos nerviosos o esclerosis múltiple. Podría ser el lugar donde la desesperanza se mezcla con la guerra, y sólo queda un callejón sin salida. Pero el empeño de médicos y familias lo ha convertido en un símbolo de resistencia en mitad de la invasión rusa de Ucrania.

Cuando empezaron los bombardeos sobre la ciudad, el 24 de febrero de 2022, todos los trabajadores del Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Járkov decidieron que no iban a abandonar el barco, ni a sus pequeños tripulantes. Algunos de los doctores y terapeutas que fueron a trabajar aquel día no volvieron a salir de allí hasta dos meses después. 

En ese tiempo, excavaron un espacio anexo en el sótano y construyeron un búnker hospitalizado. Los obreros, que llegaron desde distintas partes de la provincia para ayudar, trabajaron sin tregua entre los continuos ataques rusos. "Cuando sonaban las sirenas teníamos que bajar a los niños allí, y nos refugiábamos entre los albañiles y sus herramientas", recuerda Tatiana Pzihodko, la directora del hospital. 

Una niña epiléptica durante una sesión de arte-terapia en el Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Járkov

Una niña epiléptica durante una sesión de arte-terapia en el Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Járkov María Senovilla Járkov

"Evacuamos a una parte de los pacientes a Polonia, entre febrero y marzo, pero llegaban más. Durante los peores meses del asedio llegamos a ser más de 200 personas ahí abajo", relata la directora, mientras nos encaminamos al búnker medicalizado. "Pintamos todo de colores claros, con animales y flores, para que los niños no tuvieran miedo de entrar", prosigue.

En aquel momento, la directora aún no imaginaba el impacto que la guerra iba a tener en estos niños. "Desde que empezó la invasión, se ha duplicado el número de pacientes que llegan hasta nosotros: en los niños que estaban enfermos se ha visto un empeoramiento de los síntomas, pero es que el estrés ha inducido a muchos niños sanos a desarrollar diferentes trastornos", sentencia la doctora Pzihodko.

Traumatizados durante la ocupación rusa

La mitad de los pacientes que tratan en este centro hospitalario no tienen posibilidad de revertir su enfermedad, por eso los cuidados que dispensan aquí se consideran "paliativos". Pero son tratamientos vitales para estos niños. "¿Qué sucedería si se interrumpen sus terapias?", pregunto a la directora. "No me lo quiero imaginar, muchos directamente no sobrevivirían", responde con el rostro desencajado.

"También tenemos terapeutas que van a domicilio para hacer la rehabilitación a los que no pueden venir hasta Járkov capital, y no damos abasto". Durante los primeros meses de la invasión el transporte público no funcionaba en Járkov y muchas familias no tenían medios para llegar al hospital. Otras vivían en sótanos, y tenían miedo de salir.

Entrada búnker

Entrada búnker María Senovilla Járkov

El número de visitas a domicilio que hacen estas unidades móviles se multiplicó por 10 después de la contraofensiva ucraniana de otoño. "Cuando liberaron los territorios ocupados por los rusos llegó la segunda oleada de niños al hospital, y aumentaron también las peticiones de las familias solicitando los tratamientos a domicilio", detalla Tatiana.

"También estamos tratando a niños que han desarrollado problemas a raíz de pasar por experiencias muy traumáticas", explica. Estas experiencias van desde ver cómo bombardeaban su hogar a vivir en un sótano durante meses. "Uno de los niños, Nikita, dejó de hablar después de que los rusos lo sacaran de su casa a punta de fusil, junto con su familia, cuando ocuparon el pueblo donde vivían", añade la directora.

Sesión de terapia mediante el arte adaptada para niños con trastornos nerviosos, en una de las salas del Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Járkov

Sesión de terapia mediante el arte adaptada para niños con trastornos nerviosos, en una de las salas del Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Járkov María Senovilla Járkov

"Por eso no permitimos ruidos fuertes aquí, todos tienen orden de abrir y cerrar las puertas despacio para no sobresaltar a los niños traumatizados por la guerra", revela. Entre los síntomas que presentan, el insomnio, la agresividad, incontinencia o trastornos del habla. La solución requerirá tiempo. 

"Tenemos 170 camas, pero actualmente hay 250 pacientes, así que utilizamos también las del búnker", continúa la doctora. "Y tenemos que dar alojamiento y comida a las madres de muchos pacientes que necesitan estar junto a los niños, así que estamos un poco desbordados", explica mientras visitamos a un bebé que necesita alimentación por sonda, debido a un trauma durante el parto.

Uno de los pacientes más pequeños de este hospital infantil de cuidados paliativos, junto con su madre

Uno de los pacientes más pequeños de este hospital infantil de cuidados paliativos, junto con su madre María Senovilla Járkov

"Su desarrollo va a ser más lento y tendrá problemas mentales, pero le sacaremos adelante", asegura con un tono esperanzador. En otra de las habitaciones se está instalando Yana junto con su madre. Vienen de Lyubotin, y no pudieron acceder a la terapia durante meses. Yana tiene una parálisis cerebral que la obliga a caminar con un andador, pero madre e hija sonríen sin darse por vencidas.

Además de las terapias para los diferentes trastornos mentales o cognitivos, en este hospital han habilitado una escuela con clases presenciales. "Cada día acuden más niños, que están cansados de las clases online, y han encontrado aquí un lugar seguro y feliz en mitad de la guerra", explica orgullosa la directora. 

Superar las adversidades

"No hemos dejado de sonreír por los niños, pero hemos pasado mucho miedo. Al principio nadie sabía qué iba a suceder. Los meses del asedio fueron terribles: escuchábamos los bombardeos fuera, pero no sabíamos dónde caían los proyectiles. Rezábamos para que ningún soldado ruso entrara aquí con una metralleta", asegura.

Este centro también tiene una parte de hospicio, por lo que algunos menores no tienen una familia que les cuide en un momento como este, en medio de un conflicto armado. "La mayoría no son huérfanos, pero sus padres son drogadictos o alcohólicos y no pueden hacerse cargo de ellos", dice Tatiana.

Reforma médica en mitad de la guerra

Pese a todo, superaron el asedio y después consiguieron un generador eléctrico y reservas de agua –para los meses en los que el Kremlin se dedicó a bombardear de manera sistemática las centrales de energía de Ucrania–. "Incluso con el generador era difícil: después del toque de queda estaba prohibido encender las luces, y teníamos que atender a los niños con linternas… estaban tan asustados por todo", recuerda la directora del centro.

Además de implementar nuevas terapias –para las patologías que han desarrollado los niños como consecuencia directa de la guerra–, otro de los retos que tiene ahora este hospital infantil de cuidados paliativos es asegurarse el suministro de medicamentos específicos.

Tatiana Pzihodko, la directora del Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Járkov, a las puertas del centro que dirige

Tatiana Pzihodko, la directora del Hospital y Hospicio Infantil de Cuidados Paliativos de Járkov, a las puertas del centro que dirige María Senovilla Járkov

La organización "Misión Kharkiv" les está ayudando a conseguir los tratamientos para la epilepsia. El problema es que en Ucrania hay protocolos farmacológicos diferentes a los de la Unión Europea·, explica Liliya Averkova, la farmacéutica de Misión Járkov.

"Antes de la guerra Ucrania se autoabastecía de medicamentos; los laboratorios producían todo aquí, no era necesario importar ningún fármaco. Sin embargo, no había apenas investigación para desarrollar nuevas fórmulas, porque eso es muy caro. Y esto explica que nos hayamos quedado atrás con respecto a los protocolos y tratamientos de muchas enfermedades", añade. 

[El gran detalle solidario de los farmacéuticos de la provincia de Toledo con Ucrania]

En estos momentos, además de haberse paralizado la poca investigación ucraniana que había, también se ha parado gran parte de la producción. "Algunas fábricas han sido bombardeadas, otras simplemente han detenido el trabajo", explica Averkova. 

Por eso ahora sí necesitan importar medicamentos de otros países, como los que van a suministrar al Hospital y Hospicio infantil de Cuidados Paliativos de Járkov para tratar la epilepsia. "Pero nosotros sólo suministramos medicación homologada por la UE, y en los hospitales ucranianos no emplean algunas de las fórmulas", detalla la farmacéutica. 

A las consecuencias que ha tenido la invasión rusa para la salud de los ucranianos –grandes y pequeños– se suma ahora el reto de introducir una reforma farmacológica en los centros hospitalarios en plena guerra. Una carrera de obstáculos que de momento van superando, pero que está poniendo a prueba el sistema de salud ucraniano.