Novela

El patrón

Goffredo Parise

11 abril, 2014 02:00

Traducción de Juan Ramón Azaola. Sexto Piso. Madrid, 2014. 242 páginas, 19 euros

Miguel Delibes abordó con valentía en Parábola del naufrago (1978) uno de los temas recurrentes de nuestro tiempo, la cosificación del hombre, que una década antes había tratado el autor italiano Goffredo Parise (1929-1986) en esta novela. La representación de las doctrinas neoliberales que sustituyeron la cualidad del éxito profesional, basado hasta hace cincuenta años en el mérito personal, en la calidad, por el potencial del empleado para producir, para conseguir ganancias, constituye el trasfondo argumental de ambas obras. Parise diseña un mundo jerárquico, comandado por un patrón, y donde el mercado es la única meta empresarial y, por lo tanto, social. Un excelente espejo donde mirarnos.

En este caso, como en el delibesiano, la forma aumenta la opresión de las circunstancias sobre los seres de ficción. Los vemos existir en una pecera textual. El protagonista y narrador, un joven de provincias consigue un empleo, recién terminados los estudios, en una importante empresa de la gran ciudad, que nunca se nombra, pero que bien pudiera ser Milán. El primer día acude puntual y descubre que la entrada se hace por el portal de una casa antigua, donde está instalada la dirección. En el trasfondo observa que existe un alto edificio de cristal donde laboran los empleados de la firma. Nunca sabemos bien a qué se dedican. Aprendemos que ha llegado bien recomendado, y enseguida el dueño de la empresa le asigna un despacho, el antiguo cuarto de aseo del director convertido en oficina, donde trabajará junto al jefe. Acto seguido le explica quién manda allí. Poco a poco, descubre que pasa más tiempo en descifrar las intrigas y relaciones con los compañeros, que en su trabajo.

La identidad de los personajes se reduce a su condición de empleados. Tras una criba natural de los mejores, los sobrevivientes, serán los que sepan manejarse por los vericuetos de la complicada administración, de los papeles, del control empresarial. Todos los que hemos trabajado durante los últimos años sabemos muy bien de qué se trata. El narrador aprende rápido, no sin que la conciencia, que aparece como una anticuada forma de identidad, le remuerda de vez en cuando. El jefe le presenta a su familia. Cuando entramos en esta esfera, un poco al margen de la empresa, el argumento ofrece los mejores momentos cómicos de la obra, como la invitación del empresario a que todos los días le pongan al narrador una inyección de vitaminas, la misma que le ponen a él.

Cada mediodía, el hombre de confianza del jefe, acudirá a su oficina a ponerle la inyección. Entendemos así otro de los aspectos del neoliberalismo, la determinación de suprimir todo lo humano. Esta fábula, divertida en momentos, profunda en otros, nos invita a pensar sobre la identidad del hombre.