Image: Mr Gwyn

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Novela

Mr Gwyn

Alessandro Baricco

7 diciembre, 2012 01:00

Alessandro Baricco. Foto: Joan Manuel Baliella

Traducción de X. Glez. Rovira. Anagrama. Barcelona, 2012. 182 pp. 16'90 e. Ebook: 9'99 e.


Alessandro Baricco (Turín, 1958) es, sin duda, una de las figuras sobresalientes del panorama literario europeo. Tras conseguir un éxito de ventas con la novela Seda (1996), publicó una serie de ficciones y ensayos de calidad. Libros que ilustran el fenómeno actual de que la satisfacción del lector depende menos de la llamada calidad literaria que de la fuerza del relato. Las obras de Baricco siempre resultan interesantes, incluida la presente. Su atractivo proviene de la cuidadosa escritura, de una trama montada con la precisión de un reloj, y de un tema, que si bien elusivo en este caso, nos mantiene en vilo esperando la resolución del argumento.

El protagonista de la obra, Jasper Gwyn, un londinense de 40 años, cuyo apellido sirve de título, es un novelista famoso que tras publicar tres ficciones de éxito, cada una diferente de la anterior, decide poner fin a su carrera literaria. De hecho, publica un artículo en The Guardian donde enumera las 52 razones por las que jamás volverá a publicar libro alguno. Naturalmente, el público e incluso Tom Bruce Shepperd, su agente literario, piensan que se trata de una manera de atraer la atención hacia su obra, y vender más. Enseguida Tom se da cuenta de que no es así, y que Gwyn anda buscando una profesión que le cuadre mejor a su afición por hacer descripciones minuciosas que la de autor de ficción. Finalmente adopta un oficio que le parece apropiado: la de retratista. Pero no de pintor, sino de un hombre que escribe retratos con palabras, una especie de descripción exhaustiva de la persona. No tanto de cómo es el individuo, sino de un momento en su historia íntima que lo define y retrata a la vez. Este asunto de abandonar la escritura ha recibido últimamente abundante publicidad, pues diversos autores declararon que cerraban su carrera literaria. Así, Philip Roth (1933) lo deja por la edad, a diferencia del ficticio Gwyn, que tiene aún 40 años y, se encuentra en el comienzo de la madurez como escritor.

Gwyn abordará su nueva profesión de retratista con una paciencia y una precisión encomiables. Las sesiones de posado de los retratados son planeadas con cuidado exquisito. Primero, busca un lugar especial, que finalmente será una especie de pequeño almacén. Luego, busca a un amigo músico para que le componga un fondo sonoro, unas cincuenta horas de cinta, (un loop), con ruidos cotidianos. Otra cuestión crucial será la de buscar la iluminación apropiada. Consigue que un artesano le fabrique unas bombillas especiales, modelo Catalina de Médici, que durarán 32 días. 18 bombillas por retrato, para ser exactos, que se apagarán cuando el posado toque a su fin. Concluidas las preparaciones, a Gwyn sólo le falta encontrar un primer modelo.

Rebecca, una joven ayudante del editor, resultará la elegida. Así, esta rolliza moza posará desnuda cuatro horas diarias, andando por el almacén o tumbada en una cama, mientras él la mira o escribe, mientras la música y las bombillas Médici ambientan el lugar. La historia se complica, pero no puedo levantar ese velo. Hay aquí en el fondo un mensaje, el de una persona que busca encontrar su destino y conseguir tan vital fin en la privacidad del anonimato. Sus retratos ayudarán a las personas retratadas a encontrarse a sí mismas.