Image: Solar

Image: Solar

Novela

Solar

Ian McEwan

1 abril, 2011 02:00

Ian McEwan

Tradución de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2011. 360 páginas, 18'50 euros


La lectura de las líneas iniciales del libro seducen enseguida, por la calidad de una prosa plena de recursos expresivos, que nos trasportan a través de un argumento rico en observaciones personales y sociales. El protagonista de la historia resulta un personaje singular, un científico llamado Michael Beard. Hombre de excepcional inteligencia, ganador del premio Nobel de física, si bien de aspecto anodino, pequeño, gordito, con inicios de calvicie. Ian McEwan (Aldershot, Reino Unido, 1948), considerado por muchos el mejor novelista británico del presente, pertenece a esa raza de narradores, como Mario Vargas Llosa o Philip Roth, cuyas ficciones representan el mundo actual y ofrecen una visión elaborada y compleja de la vida. Prosas que describen lo humano con intensidad y profunda matización.

El drama aparece en el mismo instante en que escuchamos los atributos del personaje al comienzo. Cuando el narrador, a modo de sibila, ilumina el camino hacia el sentir de Michael Beard, actúa un poco como hacemos al despertar cada mañana, cuando enseguida reencontramos en la conciencia del aquí y el ahora al yo de ayer, esperándonos con renovadas aspiraciones y también las limitaciones del día anterior.

Beard lleva una vida complicada. La obtención del Nobel en los 70 coronó su carrera científica por un novedoso trabajo en física teórica que le permitiría el acceso al mundo de cartón piedra de la fama. Experimentará el halago de los momentos de éxito durante años, por ejemplo, cuando da una conferencia pública y los asistentes quieren rozar codos con la estrella. Los parabienes recibidos por los famosos, el artículo de periódico favorable, o los momentos vividos en los platós de televisión, ofrecen una indiferencia absoluta hacia la persona, pues el único interés de tal publicidad es bañarse en el aura del Nobel. En la vida novelesca, Beard posee una condición biológica y una psicológica bien entrelazadas. Apenas soporta vivir consigo mismo. De esa vaciedad le distraen la bebida, los excesos de comida y el sexo, que aceleran el deterioro de su cuerpo. Cuando le conocemos va por el quinto matrimonio y su tendencia a la infidelidad recibe un fuerte correctivo cuando descubre que Patrice, su actual mujer, le engaña con un constructor.

Un viaje al Polo Norte con varias celebridades artísticas presenta a Beard en clave cómica. Durante la travesía, que recrea una realizada por el propio autor en el 2005, queda claro que el acercamiento político al cambio climático resulta absolutamente caótico y una cuestión de oportunismo, típico de la administración Blair. Entre las varios episodios donde la incompetencia de Beard se pone en evidencia, el mejor es cuando piensa que serró su virilidad al subir apresuradamente la cremallera de la bragueta y confunde un lápiz labial (crema de cacao) que se desliza por la pernera con su miembro desgajado. Cuando regresa del viaje, se encuentra en el domicilio y vestido con su bata a un investigador de su instituto, dedicado a la investigación de energías renovables. Este estudiante de postdoctorado, Tom Aldous, ha seducido a su mujer Patrice. Una cosa lleva a la otra, el muchacho pide perdón al profesor, le asegura que ha preparado un estudio para él, y cuando se va a echar a sus pies para implorar clemencia, se resbala sobre una alfombra de piel de oso polar, realiza un extraño en el aire, se golpea la cabeza y fallece accidentalmente. Entonces Beard, en vez de llamar pidiendo ayuda, organiza la escena de la imprevista muerte para incriminar al anterior amante, el constructor, quien acabará en la cárcel.

En la parte final de la novela, encontramos al laureado físico en Nuevo México (EE. UU.), con su nuevo socio, un financiero norteamericano dedicado a la energía limpia. Están a punto de inaugurar un campo de paneles solares, basado en el estudio de Tom Aldous, cuya autoría Beard ha robado, que permitirá duplicar el proceso natural de la fotosíntesis. La vida de Beard desciende imparable hacia un grotesco infierno de excesos y el pasado comienza a morderle los talones.

El humor, una veta nueva de McEwan, alivia esta triste historia de un ser humano, cuya excepcional mente viene gobernada por los instintos descontrolados. El lector entiende, como hiciera en Sábado (2005), que la profesión, en aquella ocasión era un cirujano y en la presente un físico laureado, no determina la felicidad humana, y que el premio más que con el mérito se relaciona con la suerte. De hecho, se sugiere que el jurado pudo haber confundido su nombre con otro parecido. La lectura de Solar confirma la buena salud de la gran novela.