Novela

Los hijos de Máximo Judas

Luis Landínez

20 septiembre, 2000 02:00

Alcayuela. Salamanca, 1999. 208 páginas, 890 pesetas

Con las prisas de nuestra época se multiplican los riesgos que corren algunas obras literarias de caer en el olvido sin haber llegado a los lectores o sin permanecer el tiempo necesario para su reconocimiento. Ahora una nueva editorial salmantina recupera Los hijos de Máximo Judas, primera y única novela de L. Landínez, publicada en 1950. Bienvenido sea, pues, este nuevo proyecto editorial que anuncia más recuperaciones con obras de García Luengo y López Salinas.

Luis Landínez (1911-1962) tuvo una corta vida literaria. Con Los hijos de Máximo Judas quedó finalista del premio Nadal de 1949. Su temprana muerte, en circunstancias misteriosas, la desaparición de otros textos suyos y la escasa fortuna editorial de Los hijos... dejaron al autor salmantino y a su única novela publicada a merced de un injusto olvido. Su novela, que ya tuvo señaladas reivindicaciones por parte de estudiosos como Francisco Ynduráin, J. Corrales Egea y Santos Sanz Villanueva, ahora reeditada con un breve y muy atinado prólogo de Ricardo Senabre, merece gozar del favor de los lectores. Porque, leído hoy, el texto conserva toda la hondura trágica de un drama rural concebido en la estirpe que se agranda con las Comedias bárbaras de Valle o con Bodas de sangre de Lorca y se deforma en el tremendismo de La familia de Pascual Duarte.

La novela de Landínez desarrolla "una tensa red de pasiones elementales que se despliega con el rigor, la parquedad y la implacable concatenación de una tragedia griega", como explica Senabre. Así lo entiende el lector de esta desnuda tragedia desencadenada en un innominado pueblo castellano en cuyo estrecho marco se enfrentan pasiones primarias como la codicia, la avaricia, el odio y el amor, con matrimonios de conveniencia, crímenes, suicidio e inexorable consumación del castigo final. La novela tiene un doble plano que entronca la desgracia familiar de los Judas con la colectividad. Pues Máximo Judas, "el mayor contribuyente del pueblo", tiraniza a sus hijos y todos son atrapados en la radical perversidad de su segunda mujer. Pero la tragedia hunde asimismo sus raíces en las graves diferencias sociales e incluso en el atávico designio impuesto por la naturaleza.

Frente a quien dice que "el castellano es violento por naturaleza", hay quien observa que los hombres "son iguales en todas partes. Los diferencia únicamente su modo de vida". Por eso la tragedia tiene también una dimensión colectiva, con implicación coral del pueblo en sus rumores y arrebatos de venganza. La desnudez trágica de la obra, su tensión se intensifican por medio de la narración impasible y el diálogo nervioso, con acertado empleo del estilo indirecto libre y algunas formas del habla popular. Sólo hay que limpiar del texto las numerosas erratas que la falta de una buena correción de pruebas ha dejado escapar. Pero los amantes de la narración sobria no deben perderse esta novela de grandes pasiones e impulsos primarios.