Arriba: Gisela Leal, Jazmina Barrera y Myriam Moscona. Abajo: Aura García-Junco, Clyo Mendoza e Isabel Zapata

Arriba: Gisela Leal, Jazmina Barrera y Myriam Moscona. Abajo: Aura García-Junco, Clyo Mendoza e Isabel Zapata

Letras

Literatura mexicana en clave femenina: seis rebeldías irrepetibles

Desembarca una nueva generación de escritoras que pasean sin miedo entre lo más íntimo y lo colectivo, entre el duelo y la memoria.

3 mayo, 2024 02:06

Cuenta la leyenda que en cierta ocasión Salvador Dalí anunció que no volvería jamás a México porque no podía soportar un país más surrealista que sus pinturas. Conflictivo y solidario, surrealista y extremo, México es tan caótico en lo político como esencial en lo literario.

Hace tiempo que en España admiramos a los "nietos" de Octavio Paz, Carlos Fuentes o Juan Rulfo (los Villoro, Volpi, Ortuño, Monge o Padilla), pero tras el éxito de Fernanda Melchor y Cristina Rivera Garza ahora desembarca una nueva generación de autoras que pasean sin miedo entre lo más íntimo y lo colectivo, entre el duelo y la memoria. Las protagonistas de estas páginas están conquistando, boca a oreja, un lugar preferente entre lectores y críticos de varias generaciones.

Son Jazmina Barrera, Aura García-Junco, Gisela Leal, Clyo Mendoza, Myriam Moscona e Isabel Zapata. Aunque la mayoría son narradoras (solo Mendoza se define como poeta y ensayista), la novelista, poeta, ensayista y traductora sefardí Myriam Moscona (Ciudad de México, 1955) confiesa que ha escrito siempre "en una zona fronteriza de géneros donde dialogan la vida y la muerte, la vigilia y el sueño, la memoria y su explosión, las migraciones forzadas".

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También Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) define sus libros como "colecciones y paseos por la memoria y el pensamiento", mientras que Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988) prefiere "las zonas grises, caminar al borde del bien y el mal".

"Son –añade– a lo que aspiro, siempre cuidando que el lenguaje sea el protagonista". Y es que todas ellas escriben porque, como apunta Clyo Mendoza (Oaxaca, 1993), "es lo que amo y lo que mejor sé hacer, mi escritura está emparentada con mis procesos vitales y en ese sentido comparte los mismos rasgos que me interesan en lo cotidiano, en lo político y en lo espiritual".

Quizá por eso Isabel Zapata (Ciudad de México, 1984) se siente parte de una generación "que ha transformado el panorama literario de mi país (gracias, por supuesto, a las colegas que nos abrieron camino)". E insiste: en términos de estilo y entendimiento de la realidad "el rango es enorme, incluso al punto de despertar ciertos roces y enfrentamientos que son manifestación de una diversidad sana y robusta".

Del mismo modo, Jazmina Barrera confiesa sentirse cercana a muchas de sus contemporáneas, pues "hemos logrado apoyarnos y acompañarnos en un mundo que hasta hace poco era principalmente de hombres".

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En ese mismo punto está Mendoza, que se siente miembro de una generación de escritoras latinoamericanas que comparten contexto sociopolítico: "Entre nosotras y con nuestras predecesoras compartimos todavía la rebeldía, porque para decidir ser escritoras en México (y Latinoamérica) sin venir de familias de abolengo que respalden nuestra labor hay que ser rebeldes y un poco cínicas también, en el mejor de los sentidos".

Por el contrario, Gisela Leal (Nuevo León, 1987) prefiere no pronunciarse por no ser quién para decir si forma parte o no de la "potentísima generación de narradoras latinoamericanas que están poniendo en el mapa internacional a nuestra región en términos literarios".

“Mi generación está viviendo en un momento de despertar y revolución. Es el momento de las mujeres". Gisela Leal

Su generación, insiste, "tiene la gran fortuna de estar viviendo en un momento de despertar y revolución, cambio, reestructura. Hoy es el momento de las mujeres, y eso se ve reflejado con gran fuerza en la literatura. Pero también prefiero pensar en cada autor o autora como un universo único e irrepetible, que no puede ser encasillado en una corriente o estilo para formar una generación: esa tendencia es algo más creado por críticos y su necesidad de definir un producto, una moda, una tendencia".

La aparente diversidad de sus propuestas literarias, y sus divergencias en cuanto a pertenecer a una misma generación, se multiplica cuando se les pregunta por sus maestros. Así, Leal menciona a Saramago y a Jonathan Franzen. Al portugués, "tanto en forma como en fondo", por su lucidez, originalidad,"por su sabiduría suprema. Y por su humor".

Y a Franzen y su escritura convencional, sin experimentación ni narradores o personajes que se salgan de la norma, "por su capacidad de narrar la vida cotidiana, los dilemas y miedos y conflictos de la clase media, tan fiel y que logra tocar tanto con la realidad que no solo es una lectura deliciosa, sino que nos ayuda a sentirnos un poco menos mal por ser como somos".

Zapata, por su parte, recuerda a Montaigne, Szymborska, Carrère, Natalia Ginzburg, Hebe Uhart... Y Aura García-Junco, a Kurt Vonnegut, Philip K. Dick y Úrsula K. Leguin ("en mis primeros veinte"), a cierta "literatura europea de la imaginación como la de Goran Petrovic e Italo Calvino", y a un español, Enrique Vila-Matas, descubierto también a sus 20 años. "Aunque, como enferma de literatura que soy, me sigue entusiasmando su obra. Ahora me he interesado en autoras como Rosa Montero, Laura Fernández y Cristina Morales".

"Los autores de España han sido mucho más importantes para nuestro continente que viceversa". Myriam Moscona

Y es que, como apunta Myriam Moscona, "los autores de España han sido mucho más importantes para nuestro continente que viceversa. No podría concebir mi formación sin esas lecturas, comenzando con los poetas místicos y con Cervantes. En la actualidad estoy sorprendida por el hallazgo de narradoras y obras específicas que me han encantado. Dos ejemplos, Cara de pan de Sara Mesa y una autora de culto, maravillosa, Menchu Gutiérrez".

Además, Jazmina Barrera menciona a Marta Jiménez Serrano, Katixa Agirre, Lucía Lijtmaer y Juan Gómez Bárcena. Y a Antonio Muñoz Molina, "un autor que admiro mucho. Fue mi maestro en la maestría, un profesor que contagiaba su entusiasmo por la literatura y muy generoso con sus estudiantes".

Precisamente estos nombres permiten plantearles una cuestión tan espinosa como la aparente desigualdad en las relaciones literarias entre su país y España. Y son muy, muy contundentes. Clyo Mendoza asegura que el actual panorama literario de Latinoamérica "ha inspirado y enriquecido el panorama español como antes fuimos nutridos allá por la literatura española".

Por eso, prosigue, siguen habiendo, "afortunadamente", diferencias en temas y tratamientos, "pero algo de la cruda sinceridad latinoamericana ha permeado en las letras españolas. Eso y nuestra manera de hablar de la muerte, algo particularísimo de México. Sin embargo, creo que todavía hay autoras que no llegan a publicarse en España".

"Para una autora mexicana, dar el brinco a España es un salto mortal para atrás". Aura García-Junco

García-Junco va más allá y subraya cómo "en general los libros no viajan de un país a otro más allá de un puñado de escritores y escritoras. Es sabido que, para una latinoamericana, dar el brinco a España es un salto mortal para atrás y que la dificultad se incrementa aún más si no habitas allá". Jazmina Barrera recuerda cómo escuchó una vez a un editor español decir que los latinoamericanos no vendían. "Hoy hay decenas de autores que han vendido muy bien en España. Me parece que hay un interés creciente en la literatura latinoamericana y eso me parece genial".

Y remata Moscona: "No, no creo que el diálogo sea parejo. ¿Cuántos escritores españoles han leído a Elena Garro, a Inés Arredondo, a Josefina Vicens, a Nelly Campobello? Quizá para las nuevas generaciones se haya suavizado la distancia, pero no es suficiente".

Si los narradores mexicanos actuales reflejan en sus ficciones los estragos de la violencia cotidiana que padece el país, estas siete destacadas autoras también lo hacen, pero a su manera, sin recrearse en balaseras, ya que, como afirma Gisela Leal, "lo público es privado, lo político es personal y viceversa. No veo cómo una persona pueda vivir sin verse afectada por lo que sucede a su alrededor. Mi novela anterior es en la que este tema se presenta de manera nítida. Es una historia que decidí escribir porque mi familia vivió algo similar y perdimos a un ser querido en manos de la violencia. De eso hace más de diez años, y no veo que la situación sea distinta ahora".

Por las mismas razones, Clyo Mendoza reconoce que le resulta imposible escribir "sin comprometerme con una perspectiva ética y en una postura política, sin caer en panfletarismos, sin hacer apologías del bien y sin creer en un mal absoluto. Siempre hay claroscuros. Y no, definitivamente es imposible sustraerse del clima de desesperanza imperante, pero también es imposible vivir sin esperanza".

"Además de la violencia, hay una diversidad enorme de otros temas que nos interesan". Jazmina Barrera

Por el contrario, Isabel Zapata no ha tratado en sus libros el tema de la violencia y del poder del narcotráfico, "pero no por ello estoy sustraída ni soy ciega a la realidad que me rodea. Considero que el compromiso intelectual de un escritor tiene múltiples rostros, y no todos son igual de evidentes ni se manifiestan de igual forma".

Y Jazmina Barrera destaca que a pesar de que es algo que se espera de los escritores mexicanos, "hay una diversidad enorme de otros temas que nos interesan y que queremos abordar. Por otro lado, claro que es un tema fundamental en nuestra vida pública y creo que hay esperanza. Siempre la hay o por lo menos muere al último".

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Por el contrario, en el tema del feminicidio son rotundas: no cabe la indiferencia. Es más, como indica Moscona, "es injusto concentrarlo solo en una preocupación de las mujeres. Es el termómetro de la descomposición social, la canción hecha realidad: la vida no vale nada. Todo lo que se escriba para crear conciencia es importante". Es lo que hizo Clyo Mendoza en Silencio: "Sí, lo escribí porque necesitaba hablar de eso, por necesidad, pero es francamente frustrante no poder hacer más".

"El compromiso de un escritor tiene múltiples rostros, y no todos son igual de evidentes". Isabel Zapata

Como García-Junco, que detesta "el relato del feminicida como un monstruo y no como el resultado de un sistema patriarcal en el que las mujeres son la última presa", y que ha dedicado al tema varias obras, como su novela Mar de piedra, surgida "cuando el Metoo y las estadísticas por feminicidios se volvieron conversación masiva".

"La impunidad era uno de los motores de la escritura y lo que más me interesaba era pensar en personajes rotos. Seguir sus heridas emocionales y sus historias ante la desaparición de una mujer. También cuando escribí sobre amor en mi ensayo El día que aprendí que no sé amar quise hablar de la violencia patriarcal en el amor, que afecta tanto a hombres como mujeres pero que puede ser mortal para nosotras. Quise poner mi granito en un cambio cultural que nos aleje de esas relaciones amorosas ultraviolentas", prosigue García-Junco.

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"Por último, en Dios fulmine a la que escriba sobre mí, hablo, entre otras cosas, de las tensiones que surgieron con mi padre a raíz de su machismo, por más mesurado que este fuera. Pero en vez de hablar de los grandes temas desde el amarillismo o lo enorme, intento asentarlo todo en lo íntimo y pensarlo desde la complejidad. Sólo ahí veo posibilidades de cambio y esperanza", concluye la escritura.

"En 'Silencio' escribí sobre el feminicidio por necesidad, pero es frustrante no hacer nada más". Clyo Mendoza

Naturalmente, al mencionar la esperanza surge el tema de las elecciones a la presidencia de México del próximo 2 de junio. Leal dice con tristeza que no tiene la menor ilusión ya que su generación, "a diferencia de la anterior", ha tenido la oportunidad de vivir en un país gobernado por los tres distintos partidos más dominantes del país: izquierda, derecha y centro, "y en términos de violencia y corrupción, con ninguno se ha vivido una realidad distinta. Y no estoy segura de que tenga que ver con ellos; más bien creo que es el poder, que parece ser una fuerza que posee a quien lo obtiene y hace que se pierda".

Myriam Moscona, que reconoce sentir "una especie de aversión por la clase política, sea del color que sea" coincide con Clyo Mendoza, para quien las elecciones siempre traen consigo un clima de decepción, porque "no ha habido y no hay todavía un gobierno o una propuesta que contemple todos los frentes urgentes: el ambiental, el de género, una mirada franca y no utilitarista sobre la inclusión de los pueblos originarios (indígenas) en el proyecto de Estado".

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Y tampoco García-Junco ve en ninguno de los candidatos "propuestas reales para garantizar los derechos humanos para todos, desmilitarizar o atacar la crisis climática. El país está tan infiltrado por el crimen organizado que tampoco creo que sea posible que un gobierno, aún si quisiera (y no creo que quiera), pudiera terminar con él".

Solo Isabel Zapata y Jazmina Barrera discrepan, la primera porque confía en que "cambiarán algo", y Barrera porque, como decía Mercedes Sosa, todo cambia, y pone un ejemplo: "En el debate presidencial anterior escuché a las candidatas y el candidato hablar de un Sistema Nacional de Cuidados. Eso por lo que muchísimas feministas llevan tanto tiempo peleando y que tiene el potencial de mejorar la vida de muchas personas, está por primera vez en el debate público".

La reina de espadas

Jazmina Barrera 

Lumen

A partir de una rigurosa documentación y abundantes lecturas, la autora descubre las luces y sombras biográficas y literarias de una de las creadoras mexicanas más controvertidas, Elena Garro, mucho más que la primera esposa de Octavio Paz.

Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Aura García-Junco 

Sexto Piso

Acostumbrada a escribir desde lo cotidiano pero también desde la poesía, García-Junco explora la asombrosa personalidad de su padre, sin olvidar los desencuentros, la ternura ni el humor al recordar su relación con él.

La Soledad en tres actos

Gisela Leal

Alfaguara

Dividida en tres actos, esta inquietante novela sobre el abandono y el poder gira en torno a la finca La Soledad, un lugar a punto de derrumbarse como la familia que la habita, empezando por Antonia, la vulnerable protagonista de este descomunal relato.

Silencio

Clyo Mendoza

Almadía

Galardonado con el premio “Sor Juana Inés de la Cruz”, este poemario narra la desolada historia de la desaparición de una madre, una mujer más entre las cuarenta mil registradas en México, y la búsqueda que su hija Agueda emprende tras su cuerpo sin nombre.

León de Lidia

Miryam Moscona

Acantilado

Fragmentaria, esta novela a caballo entre el libro de memorias, el ensayo y la ficción recupera el asombroso pasado de su autora, una sefardí de origen búlgaro pero profundamente mexicana, que evoca a su madre, su familia, viajes y amigos.

Troika

Isabel Zapata 

Almadía

Una niña, Andrea, su perra y Francisca, una empleada del hogar que ha huido de sus muertos y de sus recuerdos para rehacer su vida en otra ciudad, se enfrenta en esta novela a un día crucial que cambiará para siempre y de manera irreversible sus vidas.