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Letras

La negra rueda del mundo de Javier Marías

Un hilo simbólico une las dos últimas novelas del escritor, 'Berta Isla' y 'Tomás Nevinson', con 'Negra espalda del tiempo', el libro sin género, a caballo entre la novela, el ensayo y las memorias, que publicó en 1998

22 julio, 2021 09:07

En los últimos tiempos, al comentar y, en general, encomiar las dos últimas novelas de Javier Marías, Berta Isla y Tomás Nevinson, en Alfaguara, algunos importantes críticos del país se han acordado de Negra espalda del tiempo. Es natural, puesto que tiene algo de programa, en la obra del autor, ese libro extraño, meta-algo, incitante, que data de 1998 y que estos días se ha reeditado en la colección Letras Hispánicas (colección de clásicos contemporáneos que ya incluye a Luis Alberto de Cuenca, a Boadella o a Llamazares). Diría que es paradójico que un libro tan problemático (sin género, por ejemplo) pueda tener algo de clave de bóveda para la imaginación que nos ocupa. En realidad, el título podría ser el nombre de la novelística toda de Marías, al menos desde El hombre sentimental: podría ser su Comedia humana, tal es su alcance simbólico.

Entre aquel 1998 y nuestro año de la peste han aparecido textos célebres del escritor, y es evidente que cada título ha influido sobre el siguiente, pero sigue pareciéndome que el enrevesado ensayo o narración o memorias Negra espalda ilumina las más recientes páginas de espionaje internacional mariano. Pretendo mostrar aquí un aspecto pequeño, aunque importante, de evolución simbólica, por decirlo así, en Marías. Vayamos a 1998.

Es paradójico que un libro tan problemático como 'Negra espalda del tiempo' pueda tener algo de clave de bóveda para la imaginación que nos ocupa

Del mismo modo que Tomás Nevinson continúa Berta Isla, Negra espalda parte de Todas las almas (1989). Era esta última una novela tan sutil que parecía trenzada por hilos invisibles y que el lector mismo debía unir para hacerla avanzar; además, con ella, el autor comienza con el campus de Oxford. Negra espalda habla sobre Todas las almas, y en concreto sobre sus efectos en la realidad, pero además tiene algo de libro de ánimas y aparecidos. Tiene Negra espalda algo de relación de hechos extraños, de cuentos paranormales. Supongo que también habrá que decir que es un libro experimental.

Los cinco casos

La primera parte de Negra espalda versa sobre la recepción de su peculiar novela de campus: se leyó ésta como novela en clave, al parecer. Estos malentendidos componen lo que podríamos llamar el Caso de los Presuntos Trasuntos. De modo que había cosas en la novela que eran única y exclusivamente ficción, y así debían entenderse, de acuerdo, pero había otras, que empezaron siendo única y exclusivamente ficción, pasaron a ser realidad efectiva. “Es tanto lo que ha saltado desde la novela a mi vida que ya no sé cuántos folios necesitaré para contarlo”, escribe Marías, al de no pocos folios ya rellenados, en el libro que ahora leemos en la edición de José Antonio Vila Sánchez.

El más espectacular entre todos estos brincos pirandellianos de lo ficticio a la realidad es conocido: resulta que el personaje con el que se obsesiona y con el que fantaseaba el narrador de Todas las almas, John Gawsworth, fue el rey del Reino de Redonda, un atolón en el Mar Caribe y resulta que, ya cuando Marías escribe Negra espalda, él es ya el actual rey. Este es el Caso del Trono de Redonda, que invierte en parte el anterior caso. Aunque para este artículo nos interesan más las páginas que Marías dedica al más grave asunto de la meditatio mortis, y no porque sean las más tristes y hermosas. Esta sección fúnebre, sobre la muerte de su maestro, sobre la muerte de un amigo, sobre las postrimerías de una madre declinante y la ausencia de un hermano mayor muerto de niño da pudor de ser relatada, de modo que paso de puntillas por aquí, salvo por una frase.

Está, por tanto, el Caso de los Presuntos Trasuntos, el Caso del Trono de Redonda y lo último, que llamaremos el Caso de la Habitación Verde, y hay también, en este cajón de sastre, que incluye fotos, un poco à la Sebald, algo en verdad lúdico que continúa la mentada novela sobre Oxford, y tiene que ver con Mr. Gawsworth, y que podemos llamar el Caso de los Hombres de Acción Olvidados. Cada una de estas secciones es como una sesión de güija. El autor desparrama sus amuletos chamánicos, en forma de fotos o recortes, por las páginas. Podría estar, en la última y muy pintoresca sección, consignada la existencia de Tomás Nevinson, pero esta criatura de ficción aún no había nacido en 1998. Aquí, además de Gawsworth, está el espía Percy William De Wet, de los tiempos de la II Guerra Mundial. Finalmente, tenemos el Caso Manera, que habla de sus ancestros cubanos por parte de madre, lo cual nos lleva a la Habitación Verde, pero también, geográficamente, al Reino de Redonda. Hasta aquí las partes.

Las figuras de la negra espalda y la rueda del mundo

Pues bien, cuando habla Marías de su hermano Julianín, en una página notable, Marías escribe sobre “la rueda del mundo” que le hace “transitar por su revés o su negra espalda convertido en un fantasma”. La fórmula dorsal reaparece en Tu rostro mañana y en Berta Isla, y algún comentador, decía yo más arriba, se ha acordado de ella hablando sobre Tomás Nevinson, narración no breve en la que se nos cuenta un caso de su último espía en busca de una criminal de la ETA. Hacia el final de la novela, de hecho, habla el narrador de las víctimas del terrorismo, de los muertos como “engullidos por la garganta del mar”; ellos son “moradores de la oscura espalda del tiempo, quizá la región más poblada de todas, donde yace lo que existió y no existió”. La introducción de Vila Sánchez nos informa puntualmente sobre las varias interpretaciones que circulan sobre aquella espalda, que proviene de una línea de La tempestad, de Shakespeare, que comentó el maestro Benet. Además, la edición incluye, oportunamente, un artículo del escritor, “La negra espalda de lo no venido”, que tampoco nos libera de la ambigüedad, pues, al fin y al cabo, la ambigüedad es a Marías lo que el campo de secano es a Delibes.

Es hora de decirlo: con Tomás Nevinson y con los otros espías, Marías expande la negra espalda del tiempo

Aunque los críticos refieren aquella espalda, oscuro envés de la realidad, el significado se ha ampliado, en lo referente a los espías. Es decir, Tomás Nevinson, medio inglés medio de Chamberí, Madrid, habita la espalda del tiempo, la zona muerta: ahora bien, no es una criatura del pasado. Los muertos del Marías de 1998 (muertos privados e inolvidados o espías rescatados del polvo por la investigación más o menos libresca), habitan el pasado memorable y hasta los pluriversos fantásticos de lo que no fue, pero pudo haber sido (los mundos alternativos de Philip K. Dick). Son, en ese sentido, una sombra del pasado que recubre la luz y lo palpable del presente, como un inconsciente del mundo, que gira con su rueda. Son, estas entidades, como expelidas de la rueda del cosmos. Pero a Tomás Nevinson le pasa algo distinto, claramente. Es hora de decirlo: con Tomás Nevinson y con los otros espías, Marías expande la negra espalda del tiempo.

En la novela anterior, Berta Isla, el profesor Wheeler, de ese mixto de Oxford y MI6 o MI5 que elabora Marías, pretendía tentar mefistofélicamente al joven estudiante Nevinson con el oficio de espía y le decía: “Lo decisivo jamás se muestra, ni siquiera se comunica, o no en su momento: al contrario, se esconde y se silencia siempre”. Este catedrático inglés y reclutador convencido sostiene que son precisamente los ignotos los que mueven el presente del mundo. Después, Nevinson desaparece como buen espía, aunque retorna. Berta Isla, su sufrida esposa, la vida medita esto sobre la desaparición: “Ese podía haber sido el destino de Tomás, hundirse en la niebla de lo sucedido y no sucedido, en la negra espalda del tiempo, engullido en la garganta del mar”. Después, ya digo, Nevinson vuelve. Y después, en Tomás Nevinson, se vuelve a dejar engullir en la negra espalda. Pero este negro envés del tiempo, en realidad, ya no es temporal. No es solo lo pasado aquello escondido, sino también lo decisivo, que bien puede ser del hoy.

Los moradores de la negra espalda

En Tomás Nevinson encuentro, por cierto, una pequeña desviación hacia el Caso Manera, dado que el espía mariano, en un momento breve de la novela, se hace pasar por un “señor Manera” que resulta que es escritor y que habla sobre Fidel Castro con Cabrera Infante (que aparecía, como amigo, en Negra espalda)… Pero ni el Caso Manera ni el Caso de los Presuntos Trasuntos nos van a desviar de esta “negra espalda” de la que se acuerdan los Mainer, los Pozuelo Yvancos y los Pérez Gracia.

Pendiente de la negra espalda y de la rueda del mundo he leído a Marías como si fuese un autor tipo Gracián

En la negra espalda hay moradores peculiares, como junto a los monumentos hay turistas y carteristas, que son los espías y los terroristas, junto con los muertos, como muestra Tomás Nevinson. Pero esta negra espalda de la realidad, esta vida oculta tras las muchas opacidades de la realidad, onírica e inconsistente, no tiene nada de inefectiva, como los muertos de la Habitación Verde o los muertos Aventureros. Si el profesor Wheeler tiene razón, la zona fantasma, la negra espalda, mueve el presente y mueve la realidad, es “lo decisivo” de la vida pública. Nevinson, protagonista y narrador, considera que los (y las) terroristas son “personas impacientes por subirse a la rueda del mundo”.

Pendiente de la negra espalda y de la rueda del mundo he leído a Marías como si fuese un autor tipo Gracián. Hemos visto que, si el fantasma inefectivo entraba por la ventana del que vela, en la medianoche, pero se esfumaba, por inefectivo, cuando la rueda del mundo se ponía en marcha, el espía, ese ser inconsistente (aunque presuma, como Nevinson, de haber sido “educado a la antigua”), este ser humano oculto para todos, es ahora quien da cuerda a la inmensa rueda. Como en la “casa tomada” del célebre relato, lo espectral comenzó ocupando, naturalmente, la Habitación Verde, pero ahora se ha hecho con las últimas estancias, con lo decisivo del presente. Habría que hablar más bien de la negra rueda del mundo, en Marías.