Letras

Historia de América Latina, 13

Leslie Bethell (Ed.)

10 enero, 1999 01:00

Traduc. de Jordi Beltrán. Cambridge University Press/Crítica. Barcelona, 1998. 372 páginas, 4.900 pesetas

Esta "Historia de América" latina se ha convertido en la obra de referencia obligada para los especialistas. Ha sido un acierto el combinar el enfoque general temático con el regional

Sin lugar a dudas, la "Historia de América Latina" editada por la Universidad de Cambridge -y traducida al castellano por la editorial Crítica- es la que ofrece una panorámica general más acertada de la historia de aquel continente desde los tiempos prehispánicos hasta la actualidad. Se ha convertido en la obra de referencia obligada para los especialistas. Ha sido un acierto el haber combinado el enfoque general temático (economía, sociedad, política) con el regional (países). Los volúmenes undécimo y duodécimo estudian la economía, la política y la sociedad de América Latina desde 1930 hasta la actualidad. El decimotercero analiza la historia del continente durante el mismo período, pero desde la perspectiva regional de
las transformaciones históricas de México y el Caribe.
El enfoque multidisciplinar y la acertada selección de los autores aseguran una alta calidad al libro. Alan Knight se ocupa de la historia de México desde la crisis de 1929 hasta la segunda guerra mundial (coincide con la creación del PNR y las posteriores transformaciones en el PRM y el PRI). Peter Smith narra las vicisitudes del período "priísta" de la historia de México (1946-1988). Louis Pérez explica la historia de Cuba hasta el triunfo de la revolución castrista en enero de 1959. Jorge Domínguez presenta la evolución de la isla durante el mandato de Fidel Castro (no se incluyen las transformaciones tras la desmembración de la URSS). Frank Moya Pons analiza la evolución de la República Dominicana; David Nichols, la de Haití, y Robert W. Anderson, la de Puerto Rico entre 1930 y 1990. Un buen construido apéndice bibliográfico completa el volumen.
El problema de la edición en castellano de los textos relativos a la historia reciente (la edición en inglés apareció en 1990) es que no sólo ha quedado algo anticuada (cuestión que podría haberse remediado con una adenda), sino que muestra algunas desactualizaciones. América Latina ha sufrido importantes cambios durante la década de 1990 como resultado de impulsos internos (sustitución de políticas populistas por neoliberales) y externos (transformación de los escenarios internacionales, desmembración de la URSS, fin de la guerra fría, formación de bloques económicos). Todo ello ha hecho variar algunas interpretaciones del pasado.
Durante la primera mitad de la década de 1990, las recetas neoliberales se extendieron por todo el mundo. Como consecuencia, una buena parte de los historiadores ensalzaron el período liberal de finales del siglo XIX y atacaron las experiencias populistas del siglo XX. Sin embargo, después de las turbulencias financieras de 1998 y del cuestionamiento de algunos de los presupues-
tos neoliberales del "consenso de Washington", han comenzado a disminuir las alabanzas al período liberal, así como las críticas a los experimentos populistas. Los mismos hechos han demostrado que las políticas de apertura y desregulación fueron necesarias pero no suficientes para alentar un crecimiento integral y autosostenido, además de no haber potenciado, como se esperaba, una transformación en la estructura social e impulsado una modernización política. Se mejoraron las macromagnitudes, pero aumentó la pobreza, empeoró la distribución del ingreso, sé precarizó el empleo, se redujo la demanda interna y se amplio la dependencia con respecto al sector externo. No es casual que, cuando algunos analistas presuponían que la historia llegaba al final (tesis de Fukuyama), hayan comenzado a aparecer voces que reclamen la reposición de algunos principios populistas (primar el orden social a costa de incurrir en déficit y de una pérdida de la competitividad internacional). Un ejemplo es el reciente triunfo de Hugo Chávez en Venezuela. Tampoco es casual que, frente a los impulsos unificadores de la globalización económica, estén surgiendo movimientos que reclaman el respeto a las especificidades culturales. Los sucesos de Chiapas (1994) son un buen ejemplo al respecto.
En suma, el resquebrajamiento de los Estados-Nación al que asistimos al final de siglo hace que tengamos que revisar el pasado. En América Latina, los nacionalismos basados en el mestizaje unificador han dejado de actuar como elementos cohesio-
nadores con la eficacia de antaño. Los regionalismos comienzan a manifestarse por doquier. Es necesario repensar la historia latinoamericana desde la óptica regional y es urgente construir un discurso alternativo que dé cabida a la evolución de todos los grupos sociales. Una historia plural que respete las diferencias.