Silvia de Pé  en 'La señorita de Trevélez'. Foto: Luiscar Cuevas

Silvia de Pé en 'La señorita de Trevélez'. Foto: Luiscar Cuevas

Teatro

'La señorita de Trevélez', una broma cruel que no pasa de moda

Más de un siglo después, la obra de Carlos Arniches resuena con fuerza y evidencia los mecanismos del acoso en una nueva versión de Ignacio García May.

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Todo comienza en 1916 con el estreno de La señorita de Trevélez. “Lorca todavía no ha escrito Doña Rosita la soltera. Faltan cuatro años para que Valle-Inclán escriba Luces de bohemia. El que empezó todo este mundo de entrar por otros caminos hasta llegar al esperpento, se llama Carlos Arniches y lo hizo con esta obra, que suena incluso a La naranja mecánica”, asevera Juan Carlos Pérez dela Fuente (Talamanca de Jarama, 1959) a El Cultural.

Desde que asumió la dirección del Fernán Gómez, el director de escena tuvo claro que este y no otro era el momento de La señorita de Trevélez, como lo fue en su día, a su llegada al CDN en 1996, el de Pelo de tormenta de Paco Nieva, o, ya en 2015 en el Español, Pingüinas de Fernando Arrabal.

“Hay que traer de una manera rotunda a Carlos Arniches al siglo XXI y comprobar que está lleno de posibilidades, que lo cómico y lo trágico a veces tienen que dialogar”, señala.

Situada en una pequeña ciudad de provincias, aquel título contaba la historia de un grupo de jóvenes que, movidos en parte por una especie de hastío vital, deciden gastar una broma cruel a Doña Florita, una mujer poco agraciada y hermana de Don Gonzalo, al hacerle creer que un joven forastero llamado Numeriano está locamente enamorado de ella.

“Es la historia de una broma negra como el hollín —afirma Pérez de la Fuente—, pero, ¿le ponemos nombre? Malos tratos, bullying, manadas... De eso habla”. Una inocentada que evidencia “los mecanismos de una sociedad donde la diversión consiste en hacer daño a los demás y sentarse luego a mirar ese daño como si fuera un espectáculo”.

Una inocentada que ha sido orquestada a raíz del tedio y el aburrimiento. “Ese hastío es muy español. Los jóvenes de los que habla la obra, en ese casino donde posiblemente entraban las clases más privilegiadas, eran niños bien, pero, más allá de la clase social, Arniches lo hiló con no saber matar el tiempo. El dramaturgo es regeneracionista al señalar que el camino de ese ocio no te lleva más que a hacer barbaridades. Y eso hay que decirlo”, sostiene.

La señorita de Trevélez es una obra española hasta la médula y nos permite comprobar que van cambiando los nombres, pero, tristemente, no la forma de ser de muchos personajes de la actualidad. Es un texto de hace 110 años, y muchas cosas han cambiado, pero otras siguen estando ahí como si fuera una raíz que no hay manera de sacar de nuestra tierra”.

"Doño Florita representa el mundo de los distintos. Y ahí tenemos mucho que decir y que aprender”. Juan Carlos Pérez de la Fuente

Quizá por eso el director ha plantado un árbol, diseñado por Ana Garay, como metáfora de la propia España. “Es un árbol viejo, al que se lo están comiendo la maraña y las zarzas que va a sorprender mucho porque en este teatro que no tiene telar, voy a demostrar que se pueden mover muchas cosas. De hecho, los actores y la maquinaria no paran”.

Tragedia grotesca, La señorita de Trevélez es versionada ahora por Ignacio García May, que sitúala acción en otra fecha, 1927. “En ese año se producen unas discusiones muy particulares entre Unamuno y Primo de Rivera sobre el concepto de Don Juan, defendido por el dictador y ácidamente criticado por Unamuno en favor del Quijote".

"Todo eso está latente en la obra. Hay la suficiente separación de un año a otro. Jamás pensamos en traerla a la actualidad, porque a veces ese distanciamiento es necesario. La versión es muy respetuosa, pero también muy libre. Conservamos su espíritu y el maravilloso lenguaje que introduce Arniches, pero hay una sorpresa que no quiero desvelar”, comenta el director sobre esta obra donde el dolor y el humor caminan de la mano.

Y al frente de todo, su particular señorita de Trevélez, la actriz protagonista Silvia de Pé. “Ya en su estreno en 1916 era una señora gruesa, no una mujer cursi. Ella representa el mundo de los distintos. Y creo que ahí tenemos mucho que decir y que aprender”.

Un momento de 'La señorita de Trevélez'. Foto: Luiscar Cuevas

Un momento de 'La señorita de Trevélez'. Foto: Luiscar Cuevas

Como no podía ser de otra forma, esta mujer se vuelve un personaje lleno de aristas en la adaptación que veremos en el Fernán Gómez. “Cuando uno va cumpliendo años y la vida emocional no te ha sido grata, te vas encerrando, como el Quijote. Ella es una mujer encerrada en la literatura. Se vive tan bien ahí, que se aleja de la vida y, cuando recibe esta carta del chico más guapo de la ciudad, se trastoca todo y aparece algo que es el patetismo. Todo se desquicia y se descompone”.

Acompañada en el escenario, entre otros, por Daniel Albaladejo (Gonzalo de Trevélez) y por Daniel Diges (Numeriano), otra particularidad de esta versión es que es la primera vez en la historia de la obra que Doña Florita aparecerá en el último acto.

“Originalmente, era su hermano el que paraba el golpe. Arniches, que había sido el gran señor del sainete y de la zarzuela, tuvo la necesidad de adentrarse en territorios dramáticos y cómicos a la vez, y dio un salto al vacío en esta obra. Pensó tal vez que si era Gonzalo el que paraba el golpe, aminoraría la tragedia. En nuestra versión, ahora que han pasado 110 años, no se ha tocado nada el personaje del hermano, pero ella al final se nos cuela”.

Con ese trasfondo de infinita compasión —el director habla de catarsis—, la obra de Arniches muestra, no obstante, “una infinita misericordia por los personajes, por la vulnerabilidad y por el dolor que te producen. Tiene una materia teatral que no te permite meter la directa. Los actores tienen que ir con precaución, porque si te pasas de más, rompes con ese equilibrio perfecto, y eso hace que sea una obra inquietante. Aquí empieza algo distinto”. Lo veremos hasta el 20 de abril en el Fernán Gómez.