Image: Josep Maria Flotats: Debemos poner en cuestión nuestra identidad

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Escenarios

Josep Maria Flotats: "Debemos poner en cuestión nuestra identidad"

20 septiembre, 2016 02:00

Josep Maria Flotats

El actor y director de escena presenta Serlo o no. Para acabar con la cuestión judía, la primera obra que se estrena en España de Jean-Claude Grumberg, considerado como el autor trágico más importante de su generación en Francia. Llega al Teatro Español el 28 de septiembre, tras su paso por el Lliure.

Josep Maria Flotats (Barcelona, 1939) llevaba un lustro sin pisar las tablas del Teatro Español, desde que estrenara en 2011 Beaumarchais de Sacha Guitry. Ahora regresa, a partir del 28 de septiembre, con la primera obra que se estrena en España de Jean-Claude Grumberg, conocido y reconocido dramaturgo francés a nivel internacional, ganador de ocho premios Molière y un premio Cesar, autor de más de 30 obras estrenadas en Francia y en todo el mundo con gran éxito. La obra elegida por Flotats para dar a conocer a Grumberg al público español es Serlo o no. Para acabar con la cuestión judía, que ya se estrenó en el Teatro Lliure, en catalán, el pasado mes de octubre. Flotats dirige y se enfrenta en el escenario a Arnau Puig en un diálogo incisivo sobre los temas más importantes de la condición humana: el compromiso ético, social y moral con uno mismo, con propios y extraños, con la lengua, la cultura y la historia. Pero siempre a través de un irresistible e inteligentísimo humor, marca registrada del dramaturgo francés.

Pregunta.- Resulta curioso que nunca se hubiera estrenado una obra de Jean-Claude Grumberg en España…
Respuesta.- Sí, y probablemente yo sea uno de los principales responsables de que esto haya sido así. Somos amigos desde hace muchísimos años y conozco todas sus obras. No solo las conozco, las adoro y me parecen geniales. Sin embargo, creo que estaba esperando el personaje ideal para mí, aquel con el que me pudiera identificar más. Muchas de sus obras las podría haber montado, pero eran más complicadas y con más personajes que Serlo o no.

P.- ¿Y cómo se puso en marcha este montaje?
R.- Grumberg y yo mantenemos una relación estrecha. Nos vemos una par de veces al año, cuando voy a París. En abril de 2013 me dio el texto de esta obra, recién salido de imprenta, no estaba todavía en las librerías. Me entusiasmó y pensé en montarla enseguida y a él le pareció bien que yo fuera el primero en hacerlo, incluso antes de que se estrenara en París. Sin embargo al final no pudo ser, llegaba un poco justo porque los teatros ya habían programado. Lo pospuse un año y lo estrené en el Lliure la temporada pasada, en octubre de 2015.

P.- ¿Por qué le entusiasmó tanto esta obra?
R.- Me enganchó enseguida. Grumberg es un autor muy particular. Él es judío, una faceta que siempre está presente en su obra. Nació en París y es de padre y abuela deportados en Auswitch... Sus temas pueden parecer pesados pero él se reivindica como autor de comedias y de hecho la crítica francesa lo define como el autor contemporáneo dramático más cómico de su generación. Es un judío parisino, una especie equivalente al judío neoyorquino que tan familiar nos resulta, con el mismo sentido del humor y utilización del lenguaje.

P.- ¿Cuáles son los elementos que definen la obra de Grumberg?
R.- Grumberg es brillante siempre. Te hace reír, pero al mismo tiempo te pincha. Al momento, cuando acaba la carcajada, piensas en la razón que tiene y en lo importante que es lo que ha dicho. Se podría pensar que lo suyo es teatro político, pero es evidente que no es un teatro comprometido que te dice cómo tienes que pensar. Abre puertas continuamente para que cada uno reflexione y llegue a su propia conclusión. Hace obras de arte y no ensayo social. Tiene un poso de humanidad y de conocimiento de la vida que nunca es desencanto y siempre hay humor para salvarnos de la depresión.

P.- ¿Qué ventajas tiene ser amigo del autor de la obra?
R.- La escritura de Grumberg está plagada de dobles sentidos que complican la lectura del texto. Parece que va por un lado pero a lo mejor no siempre es tan evidente. Cuando tenía alguna duda cogía el teléfono y le llamaba. Esto es una bendición. Además, cuando estrenamos el octubre pasado en el Lliure, Grumberg vino y se quedó a ver la obra dos días seguidos y le encantó. La obra tuvo mucho éxito y se agotaron las localidades.

P.- ¿Cuál es el tema principal de Serlo o no?
R.- Serlo o no reflexiona acerca de cómo abrazamos una fe o una identidad cualquiera de una manera ciega, sin la intervención de la razón o el escepticismo, simplemente porque el azar nos hace nacer en un sitio determinado y pertenecer a un grupo social, intelectual o racial determinado. Sin embargo, Grumberg nos dice que utilizando la razón y el análisis podemos ser libres de escoger a qué grupo queremos pertenecer.

P.- Sin embargo podemos pasarnos la vida entera sin cuestionarnos para nada esta identidad…
R.- Es cierto. Uno no se plantea a menudo este tipo de cosas, pero es vital para poder autorrealizarse. Debemos poner en cuestión nuestra identidad. Si la ignorancia es el punto de partida de cualquier tipo de odio, odio a lo que no se conoce o a lo que se conoce a través de tópicos, hay que tratar de deshacerse de ella.

Una imagen del montaje de Serlo o no con Josep Maria Flotats y Arnau Puig

P.- ¿Cómo se introducen estas reflexiones en la obra?
R.- A través de un encuentro fortuito entre dos vecinos de la misma escalera que apenas se dan los buenos días. Uno, como diría Josep Pla, es un vecino ni leído ni viajado, y el otro sí que es leído y viajado y además es judío. El primero le pregunta al otro si es cierto que es judío, porque lo ha leído en internet, y el otro le contesta que si lo ha visto en internet será verdad. Entonces se produce un dialogo en torno a lo que significa ser judío que irá trasformando al vecino menos leído. Grumberg poco a poco va poniendo su granito de arena para iluminar cuestiones como la libertad de decidir, de pensar, de hacer… Hay una relación muy bonita entre esos dos personajes de mundo opuestos, que finalmente establecen una amistad o simpatía, aunque no deje de haber equívocos.

P.- ¿Cree que hoy estamos más abiertos a empatizar con el diferente?
R.- En principio nuestra sociedad parece más preparada que cualquier otra para la empatía y para aceptar distintas maneras de pensar, de ser o pertenecer. En la práctica da bastante miedo que esto no sea así. Los radicalismos están totalmente exacerbados, solo hay que ver las guerras que hay por todo el mundo.

P.- Internet pone en marcha la maquinaria de esta obra. ¿Cómo cree que influye a la hora de ponernos en la piel de otro, para bien o para mal?
R.- La verdad es que lo utilizo poco. En las redes sociales ni entro ni salgo. En la obra solo es una referencia, pero internet ha venido a identificarse con la verdad absoluta. Si sale en internet ha de ser verdad, es la verdad con mayúsculas. Pero en realidad esto no es así y ahí radica su peligro.

P.- ¿En algún momento pensó que la cuestión judía podía resultarle algo lejana al público español?
R.- Desde luego no tiene la misma importancia que para el público francés. Pero el fondo de la historia se puede aplicar a cualquier otra situación, a cualquier otra minoría, y tiene el mismo sentido.

P.- ¿En algún momento pensó que el público pudiera entender la obra en clave del conflicto catalán?
R.- No le veo ningún paralelismo de ese tipo, aunque sí se aborda el tema de Israel y Palestina. El personaje más culto afirma que todo el mundo tiene derecho a existir y ser libre y que todo el mundo tiene su idiosincrasia. Una cosa es el gobierno israelí y otra cosa es el pueblo judío.

P.- Ha introducido una coda de su cosecha al final de la obra. ¿Cuál es el motivo?
R.- Grumberg al principio no tenía claro que ésta fuese la mejor obra para estrenarse en España. Yo le dije que sí, que era genial, y él confió en mi criterio porque piensa que el instinto del actor y del director es primordial. Si uno se enamora de un texto seguro que va a trasmitir algo. Pero de todas maneras me creó dudas. Antes de ponerme con la obra, yo llevaba un tiempo trabajando en un espectáculo a partir de las memorias de Grumberg. No llegue a montarlo pero sí que lo probé en lecturas en el Instituto Francés de Madrid y Barcelona, con una muy buena respuesta del público. Así que al final se me ocurrió reducir este trabajo a 17 minutos y medio y introducirlo al final. Se lo enseñe a Grumberg y le encantó. Creo que es una manera perfecta de conocer un poco a un autor que ha sido traducido a 25 o 30 lenguas distintas.

@JavierYusteTosi