El colectivo argentino El Pampero lleva más de 20 años nutriendo con películas de una inusitada libertad lo que se ha venido a llamar el Nuevo Cine Argentino. Quizá la obra capital de esta productora independiente sea La flor (2018), de un Mariano Llinás que siempre ha estado en el centro del cotarro (creó El Pampero junto a Alejo Moguillansky, Laura Citarella y Agustín Mendilaharzu) y que, sin embargo, no ha tenido problemas para desarrollar guiones para la industria como los de La cordillera (2017) o Argentina, 1985 (2022), ambas de Santiago Mitre.

En La flor, triunfadora en el BAFICI, Llinás hacía saltar por los aires las convenciones narrativas, de producción y de exhibición con un metraje de algo más de 13 horas, producto de casi una década de rodaje, en el que se despliega un revoltijo de géneros (del terror de serie B al thriller de espionaje, pasando por el musical o el cine mudo) con un impagable sentido lúdico y metacinematográfico.

Esta propuesta anticomercial y marcadamente punk (por aquello del Do it Yourself) define en gran medida el corpus de esta productora, que ahora trae a España Trenque Lauquen, el nuevo trabajo de Laura Citarella (La Plata, 1981), quien previamente había dirigido Ostende (2011) y La mujer de los perros (2015) –esta última junto a Verónica Llinás, hermana del director de La flor y reputada actriz–.

Frente a aquellos trabajos, más ordinarios en términos formales y con una narrativa minimalista, Citarella abraza ahora la torrencialidad de Llinás, con un filme de más de 4 horas dividido en dos partes, así como la misma necesidad de narrar, de contar historias. Por trazar otra conexión, tres de las cuatro actrices que protagonizaban La flor aparecen en Trenque Lauquen: Laura Paredes, Elisa Carricajo y Pilar Gamboa.

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El filme de Citarella, que se estrenó en la sección Orizzonti del Festival de Venecia, pasó por San Sebastián y ganó el Premio del Público en el D’A de Barcelona, se vertebra en torno a la repentina desaparición de Laura (Laura Paredes), una bióloga bonaerense que está realizando un proyecto público en la localidad rural de Trenque Lauquen.

Dos hombres que no se conocen la buscan juntos: por un lado, su novio Rafael (Rafael Spregelburd), un desorientado académico, y, por otro lado, su amante Ezequiel (Ezequiel Pierri), un trabajador del ayuntamiento. Este último piensa que la desaparición guarda relación con una misteriosa correspondencia erótica que Laura había encontrado oculta en varios libros de la Biblioteca Pública y que han estado investigando.

A partir de aquí, se abre un filme misterioso y de una grata ligereza, marcadamente novelesco, en el que se despliegan a la vez varios hilos narrativos de manera simultánea. Su atmósfera subyugante remite al espectador español al Carlos Vermut de Diamond Flash (2011) y al Chema García Ibarra de Espíritu sagrado (2021), pero Trenque Lauquen no desemboca en aguas siniestras como aquellas, sino que abraza una luminosidad, un soterrado humor y un gusto por el diálogo que la vuelven realmente deliciosa.