Valeria Sorolla, Telmo Irureta y Emma Suárez en un momento del filme

Valeria Sorolla, Telmo Irureta y Emma Suárez en un momento del filme

Cine

'La consagración de la primavera': Fernando Franco y la alergia a los clichés

El filme aborda el tema de la asistencia sexual a personas con parálisis cerebral sin mostrar condescendencia hacia los personajes ni sermonear al espectador

2 octubre, 2022 10:47

Fernando Franco (Sevilla, 1996) se prodiga poco en la dirección –en los últimos tiempos sí ha ejercido de montador en trabajos de Esteban Crespo (Black Beach) o Isaki Lacuesta (Un año, una noche)–, quizá porque cada uno de sus filmes son operaciones de alto riesgo.

Se podría pensar en Franco como un espeleólogo decidido a iluminar los recovecos más recónditos de realidades incómodas que nos rodean, siempre recurriendo al drama pero sin aplicar ni un ápice de condescendencia sobre sus personajes, sin dejarse llevar por el sentimentalismo y sin sermonear al respetable.

En La consagración de la primavera el cineasta indaga en la asistencia sexual a las personas con parálisis cerebral, pero desde una propuesta que es alérgica a los tabúes y a los clichés y cuyo abrupto final deja al espectador en el momento justo para que en su cabeza se formulen infinidad de preguntas. No está lejos este planteamiento del que ya levantó en torno al trastorno límite de personalidad en La herida (2013) y a la eutanasia en Morir (2017).

Si en aquellas películas el peso de la trama recaía sobre los personajes interpretados por Mariam Álvarez (que ganó el Goya a la mejor actriz por la mencionada La herida), Franco vuelve a construir un rutilante personaje femenino en el que brilla la debutante Valeria Sorolla, demostrando una vez más su buena mano para la dirección de actrices.

Conectar con el mundo

Sorolla da vida a Laura, una joven de una familia conservadora de Manacor que llega a un colegio mayor de monjas de Madrid para estudiar Química. Como bien remarca el trabajo de fotografía, con numerosos planos secuencias cámara en mano que siguen muy de cerca al personaje y desenfocan todo lo demás, Laura tiene dificultad para conectar con las personas que la rodean y con el mundo en general, incluso consigo misma, como demuestra su inseguridad respecto a su físico y el sexo.

En esta tesitura, Laura se encuentra de manera fortuita en una fiesta con un joven con parálisis cerebral, David (un carismático Telmo Irureta). Poco a poco, irá surgiendo una relación de amistad entre ambos, bajo la mirada de la madre que interpreta Emma Suárez, y Laura decidirá convertirse en la asistente sexual de David.

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Es en ese momento cuando el filme se adentra en el bendito terreno de la ambigüedad, mostrando la liberación personal que produce en Laura esa masturbación asistida, pero también su desgaste al colisionar en su fuero interno el apetito sexual, la necesidad de amistad, la inevitable empatía y la sensación de estar ayudando por puro egoísmo.

No hay en esta brillante historia de crecimiento –al que solo se le puede achacar una puesta en escena algo plana– ninguna respuesta clara y definitiva, pero sí un guion exquisito, diálogos con verdad y un complejo retrato psicológico de los personajes.