El Cultural

El Cultural

Cine

Alejandro Landes, director de 'Monos': “La paz en Colombia sigue siendo muy frágil”

Premio especial del jurado en el Festival de Sundance por su película Monos, el director colombiano nos acerca con este título a la realidad de las guerrillas colombianas

21 febrero, 2020 07:00

Premio especial del Jurado en el Festival de Sundance, la película Monos, dirigida por el colombiano Alejandro Landes (Sao Paulo, 1980), conocido por su documental sobre Evo Morales, Cocalero (2007), nos acerca a la pavorosa realidad de las guerrillas que aún convulsionan Colombia. En un filme que recrea un mundo casi onírico de pesadilla, los protagonistas son un grupo de luchadores adolescentes de una banda armada sin identificar que mantienen secuestrada a una norteamericana.

El mundo de juegos y seducción propio de la primera juventud contrasta brutalmente en el filme con una realidad violenta en la que los propios secuestradores son también prisioneros de una situación kafkiana. Hay ecos inevitables de un clásico como la novela El señor de las moscas, de William Golding, adaptada al cine en 1963 por Peter Brook, en un filme casi apocalíptico en el que la jungla en la que sobreviven los protagonistas se convierte en un elemento tan peligroso como hipnótico. El director nos cuenta por qué el tratado de paz con las FARC no ha terminado con el problema de las guerrillas en Colombia, la forma en que quería reflejar la guerra como una experiencia subjetiva llevando “lo físico hasta el límite” o su renuncia a jugar con “conceptos binarios” para realizar el filme.

Pregunta. ¿Por qué decide tratar un asunto tan dolorosamente real como las guerrillas colombianas con una película tan poco convencional?

Respuesta. No hay nada más tópico que un secuestro. Entonces la idea es narrar algo que está debajo de las narices de todo el mundo, cuando hay una saturación de este tipo de historias, y mostrar ese secuestro de una manera completamente distinta, desde el punto de vista de los secuestradores, que de alguna manera también están secuestrados. Leí varios textos de personas secuestradas. Es muy común que los guardias pertenezcan al rango más bajo de la jerarquía de esos grupos. Muchas veces son chicos. Quienes negocian el secuestro no pero quienes hacen el trabajo de día a día, de guardias, es muy común que sean muy jóvenes. Es la manera más barata de custodiar al secuestrado. Eso pasa en Colombia pero también en otros lugares como Siria. En sus memorias, Ingrid Betancourt cuenta que sus guardianes más crueles fueron unos chicos.

Fotograma de 'Monos'

P. ¿Quería mostrar que los adolescentes no dejan de ser adolescentes aunque vayan fuertemente armados y cometan actos pavorosos?

R. Eso sucede en todas las guerras. Muchos soldados son adolescentes incluso dentro de los ejércitos mejor preparados del mundo. Muchas de las personas que se alistan al ejército piensan que van a ayudar a su patria, es un acto heroico. La publicidad de los ejércitos para que la gente se aliste parece un videojuego. Hay algo como de fantasía juvenil de irse a un lugar sin reglas en el que nadie dice qué se puede hacer y no hacer. Incluso en situaciones así la gente se enamora, se desenamora, busca afecto… En la guerra hay muchos tiempos muertos. En el fondo hay la misma dinámica que en cualquier tribu, el deseo de pertenecer, de ser individual dentro de un grupo, las luchas de poder… Está en un contexto de guerra pero podría ser una oficina o una redacción de periódico.

P. ¿Por qué utiliza la palabra “monos” para referirse a los adolescentes?

R. Puede significar distintas cosas en distintos países. Yo tomé la raíz griega de “monos” para referirme a la idea de solo, único. La mayor fuente de tensión en la película es la que hay entre lo individual y lo colectivo. Esa es también la tensión que hay en nuestras vidas. La historia arranca con un grupo y termina con uno.

Monos - Official Trailer

P. ¿Por qué nos hace dudar sobre si la protagonista es un chico o una chica?

R. La película rechaza los conceptos binarios. No sabes si estás en futuro o pasado. No sabes si es una niña o un niño. Si son un grupo de izquierda o de derecha. Si es el paraíso en el mundo natural o el infierno. Todo el tiempo la película juega con esas dos cosas.

P. ¿La desaparición de las FARC ha solucionado el problema de las guerrillas en Colombia?

R. No se ha acabado. Todavía hay otros ejércitos ilegales, ya sean delincuenciales o grupos como el Ejército de Liberación Nacional, también hay grupos paramilitares. El proceso de paz en Colombia sigue siendo muy frágil. Hace unos meses un grupo de la guerrilla rompió el acuerdo y formó su propia organización. Eso es un poco lo que pasa en la película, donde una organización se vuelve otra. Ha habido más procesos de paz en Colombia como el de Belisario Betancourt en los 80 que fracasó. Yo la escribí pensando en este momento específico, pero la película tiene esa forma fantasmagórica para dialogar precisamente con esa historia de la guerrilla y la que vendrá.

P. ¿Hay algo del famoso “realismo mágico” colombiano en la novela?

R. Yo no lo llamaría realismo mágico, llevo el mundo físico al borde de lo fantástico. Contrapone una puesta en escena muy estilizada y unos lugares naturales y eso genera un choque que genera tensión, una incertidumbre que es atractiva. Nosotros tomamos elementos de muchas subculturas y para quienes estamos fuera nos puede parecer bizarro. Estudiamos grupos de todo el mundo, de Siria, Crimea… junto la diseñadora de producción tomamos de muchos lugares para armar un grupo muy específico con iconografía e idiosincrasias de grupos rebeldes dentro y fuera de Colombia.

P. ¿Hasta qué punto esas realidades de fantasía refleja construcciones mentales o pueden jugar un papel las drogas, muy frecuentes en todas las guerras?

R. Todo ese mundo en el que llevas lo físico hasta el límite se puede relacionar con estados de conciencia alterados. Es parte de una búsqueda del ser humano en general que le gusta alterar su conciencia. Este es un caso particularmente. La violencia en sí también altera la conciencia. A mí me ha pasado sentir un arma apuntándome y ya de por sí tus sentidos se agudizan particularmente como sucede cuando estás drogado. Creo que efectivamente era lo que buscaba. No quería que se viera la guerra desde lo ideológico, que es como siempre vemos las guerras, quién tiene la razón, quién es el malo de la película, sino a través de una experiencia muy terráquea, de estar en el lodo, en esas botas. Y luego lo particular de esas edades, el amor, el desamor, el deseo de pertenecer o de imponerse.

P. ¿Cuál es el papel de la miseria en la formación de estas guerrillas?

R. En el caso de Colombia como en otros países ha sucedido que la guerrilla era el Estado, o el único futuro que se les presentaba, quizá más emocionante o que generaba un sentimiento de pertenecer a algo más grande. Muchos chicos se fueron a la guerrilla porque pensaban que era lo que le ofrecía mejores posibilidades económicas. Hay muchas razones por las cuales la gente se apunta a la guerra. La guerra es inherente a quienes somos como especie humana. Genera un juego de espejos entre la guerra y la adolescencia, como catalizadora de quienes somos nosotros. Cuando hay armas todo está a flor de piel.

@juansarda