Exposiciones

La noche mágica de Dis Berlin

14 noviembre, 1999 01:00

Galería Guillermo de Osma. Claudio Coello, 4. Madrid. Hasta el 5 enero. De 120.000 a 400.000 pesetas

El universo de Dis Berlin (Clria, Soria, 1959) era conocido por su marcada pulsión poética y cierto aire misterioso y mágico, metafísico. Semejantes rasgos se mantienen en esta última muestra que hoy podemos visitar, con la particularidad de que, al tiempo, ésta pone de manifiesto un giro importante en las pretensiones de sus obras más recientes, lo que obliga a replantearse la importancia y la ubicación de su labor. Y es que parece evidente que la veintena de obras recientes que hoy se exponen en Madrid suponen un paso adelante en la aceptación por parte del artista de una condición que está por encima de su particular universo poético y de sus referencias, por encima, incluso, de la propia trayectoria pictórica: la relación entre representación pictórica y realidad.

Esta es la primera vez que Dis Berlin exhibe un conjunto de obras sin una unidad temática que las ampare, sin una excusa que otorgue trascendencia al todo mediante la suma de elementos. Sin embargo, la presente muestra mantiene una coherencia que va más allá de lo representado porque se sitúa en una nueva manera de entender la representación. Las preocupaciones de Dis Berlin en los últimos tiempos parecen haberse volcado en la recuperación de los clásicos problemas de la luz y la materia, desde un enfoque distante en el tiempo y en el espacio pero paralelo al de grandes pintores de la modernidad como De Chirico, Hopper o Morandl, que a su vez se preocuparon de lo mismo que otros anteriores. Sus dudas de hoy parecen las universales: ¿cómo revelar la materia a partir de la luz y la sombra? Pero, sobre todo, ¿cómo trascender la alusión efectista, óptica, para desvelar el misterio que subyace bajo la apariencia de las cosas?

Lo que aquí encontramos es, por tanto, un ejercicio de gran rotundidad pictórica donde se asumen con seriedad los anteriores interrogantes y se consigue un conjunto de obras precisas, bien compuestas, transparentes en el esfuerzo realizado por encontrar la exacta relación de fuerzas para una representación no mimética de lo real. Pero, además, es una revisión extrañada de los temas clásicos de la pintura (el bodegón, la modelo, la marina...). Así, el radical uso del cromatismo, la sutil asociación insólita de los elementos (exteriores dentro de interiores, intercambio de los lugares lógicos de las cosas) y una asfixiante atmósfera nocturna, facilitan la ubicación de la mirada en un lugar distante de la realidad, como si el acto de ver sólo fuera posible a través de la bola de cristal de un mago.