Raimundo de Madrazo, retratado por su padre Federico de Madrazo en 1875 (Museo del Prado). Al fondo, 'Felicitación de cumpleaños', de Raimundo de Madrazo (Museo del Prado).

Raimundo de Madrazo, retratado por su padre Federico de Madrazo en 1875 (Museo del Prado). Al fondo, 'Felicitación de cumpleaños', de Raimundo de Madrazo (Museo del Prado).

Arte

Ni académico ni vanguardista: Raimundo de Madrazo, el pintor preferido de la burguesía del siglo XIX

La Fundación Mapfre presenta una completa exposición del maestro del retrato, miembro de la familia de artistas más influyente de la época.

Más información: Lo clásico y lo moderno dialogan en la colección BBVA

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Los Genovés y los Canogar en la actualidad. Los Coullaut-Valera en el siglo XX. Los Fortuny y los Madrazo en el cambio de siglo XIX al XX. Son todas ellas familias de artistas, pero la de los Madrazo es indiscutiblemente la más amplia e influyente.

Raimundo de Madrazo

Fundación Mapfre. Madrid. Comisaria: Amaya Alzaga. Hasta el 18 de enero

En su frondosa genealogía encontraremos media docena de pintores, un escritor, un arquitecto y un coleccionista. José, Federico y Raimundo destacan entre los primeros.

José de Madrazo y Agudo (1781-1859) fue el fundador de la dinastía. Pintor de cámara de Carlos IV, fue director adjunto de la Academia de Bellas Artes y director del Museo del Prado.

En el París de 1801 fue alumno de Jacques-Louis David y amigo de Ingres. Su pintura es un ejemplo perfecto de envaramiento neoclásico. Su hijo, Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), terminó siendo también director de la Academia y del Prado.

También fue pintor de cámara –de Isabel II– e incluso senador. Pero sobre todo fue el retratista romántico español por excelencia. Quien contemple su efigie de la condesa de Vilches, en el Prado, sabrá por qué.

Su hija Cecilia se casó con Mariano Fortuny, que llegó a ser uno de los pintores más cotizados de Europa (cuyo hijo, Mariano Fortuny y Madrazo fue el célebre diseñador y escenógrafo). Otro vástago de Federico Madrazo fue Raimundo Madrazo (1841-1920), a quien está dedicada esta exposición.

Disculpen los lectores este tumulto de nombres, pero era necesario para entender por qué el destino del joven Raimundo parecía estar trazado desde que mostró aptitudes artísticas. Tuvo por maestros a su padre y a su abuelo –y a Carlos de Haes–, que dieron por hecho que se convertiría en otro pintor oficial.

Raimundo de Madrazo: ' Muchachas en la ventana', 1875. Foto: The Metropolitan Museum of Art/Art Resource/Scala, Florence

Raimundo de Madrazo: ' Muchachas en la ventana', 1875. Foto: The Metropolitan Museum of Art/Art Resource/Scala, Florence

Sin embargo, no fue así. Raimundo, como ellos, con apenas veinte años se trasladó a París para completar su formación. En cambio, no llegó a tomar un maestro ni asistió a muchas clases de la prestigiosa École des Beaux-Arts.

Copió en el Louvre y viajó a Londres para ver la Exposición Universal de 1862, donde conoció la pintura de Gainsborough y Reynolds, que influirían en su retratística posterior, así como las telas y la cerámica japonesas, que tantas veces figurarían como atrezo en sus cuadros de género.

Pero lo más destacable es que a pesar de la insistencia de su padre en teledirigir su carrera, el joven Raimundo se plantó y le dijo que, en lugar de concursar en los certámenes oficiales con los consabidos cuadros de historia, su intención era dedicarse a la pintura de género de temática amable, lo que se denominaba tableautins.

Asimismo, con más ambición, en los años siguientes realizará también retratos de medio y gran formato, con éxito indiscutible en este y el otro lado Atlántico. Todo ello, sin embargo, practicando una pintura preciosista y detallista de escenas idealizadas, completamente indiferente al surgimiento del arte moderno, que aconteció a su mismo lado aquellos años (la primera exposición impresionista tuvo lugar en París en 1874).

Raimundo de Madrazo: ' Luisa, Rosa y Raimundo de Madrazo y Garreta, hijos del pintor', 1845. Foto: Luis Escobar

Raimundo de Madrazo: ' Luisa, Rosa y Raimundo de Madrazo y Garreta, hijos del pintor', 1845. Foto: Luis Escobar

Esto le sitúa, como señala la comisaria de la muestra, entre los pintores del Juste milieu, un término acuñado para referirse a quienes no practicaban una pintura académica, pero tampoco de vanguardia.

Podría haber empezado mi comentario desde aquí, señalando que no es esta la primera exposición que la Fundación Mapfre dedica al rescate de artistas que el canon moderno ha dejado de lado (pienso en Boldini o la pintura académica francesa).

Obras que gozaron de enorme aceptación en su tiempo, aunque lo moderno se hizo a contrapelo de ese éxito. Es interesante comprobar cómo reacciona el espectador actual, cómo se ha terminado por construir nuestro gusto artístico.

Volvamos a Raimundo de Madrazo, presentado a través de más de cien obras, varias de ellas inéditas, procedentes de más de sesenta colecciones. Muchas son norteamericanas, como resultado de las estancias que pasó en ese país como retratista de éxito entre 1897 y 1910.

Raimundo de Madrazo: 'Salida del baile de máscaras', 1878. Foto: Colección particular

Raimundo de Madrazo: 'Salida del baile de máscaras', 1878. Foto: Colección particular

La exposición sigue un curso cronológico. Después de una cumplida muestra de sus tanteos más o menos obligados con la pintura histórica –destacan unas Hijas del Cid cuya ostentosa desnudez extraña a una mirada actual– nos encontramos con una sucesión de cuadros dedicados a personajes femeninos.

Es con ellos con los que en la década de 1870 se ganó al mercado parisino, a cuya burguesía le encantaban esas representaciones que hoy consideramos sin duda “cosificadoras”. Ya se trate del tópico de la mujer andaluza o de la pícara francesa vestida anacrónicamente como en el Versalles de Luis XIV, son siempre figuras de belleza ideal y estrepitosamente indolentes.

Practicó una pintura preciosista y detallista de escenas idealizadas con un éxito indiscutible en este y el otro lado Atlántico

Los cuadros evolucionarán vaciándose de escenografía hasta concentrarse en el rostro. Y toda una sección está dedicada precisamente a quien fuera su versátil modelo, Aline Masson. A partir de la década de 1880, Raimundo de Madrazo abandonó la pintura de género para dedicarse de manera casi exclusiva al retrato.

Entre su selecta clientela encontramos a la duquesa de Alba, el marqués de Casa Riera o la reina María Cristina (a la que el retrato le gustó tan poco, que mandó devolverlo).

La exposición permite asomarse a un mundo galante que se refleja como una idealidad imposible. Tal vez no sea muy distinto de nuestros selfies. Vale la pena comprobarlo.