Arte

Yturralde, materia que fluye

Javier López

15 diciembre, 2005 01:00

Vista del montaje en Javier López

Manuel González Longoria, 7. Madrid. Hasta el 30 de diciembre. De 2.500 a 30.000 e

Con diferencia de pocos días he podido ver obras de José María Yturralde (1942) en tres situaciones diferentes y (sin proponérselo en modo alguno) dos de ellas complementarias. Esta individual suya en Javier López -primera vez que expone en la galería-, su extraña inclusión en la muestra sobre el conceptual en el MNCARS y, por último, integrado con un espacio personal, en la colectiva Modelos. Estructuras. Formas. España 1957-79, recientemente clausurada en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Si éste, obligado por la cronología, reunía piezas de entre los últimos años sesenta, así Variación derivada de la figura radial de McKay, de 1967 -en la que experimentaba con el movimiento y una luz como fingida-, y los últimos setenta, momento de las Estructuras volantes, la galería opta, en lo que sólo cabe entender como lógica de comprensión, por una presentación semejante, que se inicia con una obra aún más temprana, Ritmo formas en blanco, de 1966, en la que repercuten desde la blancura ordenada de Gerardo Rueda -Yturralde fue, con sólo veintidós o veintitrés años conservador adjunto del entonces todavía no inaugurado Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca- hasta el primer normativismo, cruzado tantas veces de experiencias europeas y latinoamericanas, entreverado, como otras etapas posteriores de su trabajo, de plástica y de poesía visiva.

Ha incluido, también, un par de Figuras imposibles, no sólo aperspectivas, sino ilusorias configuraciones de la imposibilidad, que tanto por su potente entramado perceptivo, como por un arco cromático vivo e intenso, quedaron fijadas a su figura, desde los primeros años setenta, con carácter distintivo. Las referencias a Vasarely y a Escher resultaban menos importantes que cuando mis compañeros de crítica, a veces, los citan ahora. Entonces lo situaban en su proximidad a lo internacional.

Hay una tendencia al vuelo que en distintos modos ha tentado a artistas distintos. Recientemente se ha traducido al español una biografía de Leonardo que tiene por subtítulo El vuelo de la mente, y saltan a la propia los nombres de Yves Klein y Piero Manzoni, etéreos metafísicos. Algún tipo de recuerdo de esa inaprensible liviandad hay en las Estructuras voladoras que Yturralde construyó entre finales de los setenta y los años ochenta, con el deseo de que se integraran "en la sutil materia que fluye", como él mismo escribió.

El conjunto más numeroso, sin embargo, se corresponde con pinturas de los años últimos, en los que las series que ha realizado -Preludio, Interludio y Postludio- coinciden en su significado musical y en las que, más que la prolongación de Rothko o Newman, que es posible, aprecio una inclinación reiterada hacia la inmaterialidad, cual si la pintura pudiese ser únicamente luz e irradiación, en cuyo límite último perceptivo -así cabe apreciarlo en el conjunto reunido en la sala adjunta- olvida el espectador que son objetos para considerarlos exclusivamente color activo.