Imagen | Juan Villoro: Solo en los países sin lectores los escritores son considerados profetas

Imagen | Juan Villoro: "Solo en los países sin lectores los escritores son considerados profetas"

El Cultural

Juan Villoro: "Solo en los países sin lectores los escritores son considerados profetas"

El escritor reflexiona en 'La tierra de la gran promesa' sobre los dramas pendientes del México pasado y contemporáneo, la compleja relación entre realidad y arte y la responsabilidad moral de los creadores

15 noviembre, 2021 09:00

“Mi generación estuvo enamorada de las utopías, de las grandes transformaciones. El socialismo, la democracia real, que no teníamos en México, el retorno a la naturaleza con el hipismo… pero treinta años después todo eso quedó en nada”, recuerda Juan Villoro (Ciudad de México, 1956), que ha prestado buena parte de su desencanto a Diego, el protagonista de su nueva novela tras casi una década. La tierra de la gran promesa narra la historia de un cineasta fracasado, marcado por el dramático incendio de la Cineteca de México de 1982, un caso irresuelto en el que ardieron más de 6.000 películas.

Reconvertido en documentalista de zonas de riesgo, la oportunidad de entrevistar en una casa de seguridad a un importante narcotraficante lo llevará a una realidad incontrolable, pues, como explica Villoro, “se convierte involuntariamente en vocero de otras personas, en cómplice de muchas cosas, y se encuentra en una encrucijada en la que ha perdido ya el control de lo que hace”. Exactamente lo que ocurre con los dramas que sufre el país azteca —la corrupción, el narcotráfico, la violencia…— que el escritor despliega uno por uno dando cuenta de la compleja maraña que los entrelaza y de lo difícil que es ponerles solución.

Pregunta. “En México, la ilusión siempre es más fuerte que la realidad”, escribe. ¿Por qué es su país “la tierra de la gran promesa” y por qué esta queda siempre incumplida?

Respuesta. Ese era el título de la película de Tarkovski que se exhibía en la Cineteca cuando ardió en llamas y me pareció muy propicio para hablar de una tierra donde las ilusiones se descarrilan y se incendian. En México se han prometido muchas veces transformaciones fundamentales y los mexicanos, con enorme esperanza, nos hemos unido a ellas. Esperanzas deportivas, de que al fin la selección llegará a un quinto partido en el Mundial, o de bienestar económico, para que pueda haber mayor justicia social. Se ha inaugurado la modernidad una y otra vez y todo ha acabado en frustración. Esta novela es la crónica de un desencanto, pero también de una sigilosa resistencia, de lazos afectivos, comunitarios, culturales que permiten que la gente subsista y que todavía tenga algo que sigue siendo rebelde: la ilusión.

“México es una tierra donde las ilusiones descarrilan y se incendian. Esta novela es la crónica de un desencanto, pero también de una sigilosa resistencia”

P. Su protagonista repite en varios momentos que el arte se alimenta de las desgracias, ese mantra de que la felicidad no produce creatividad. ¿Realmente lo cree así?

R. En la película El tercer hombre Orson Welles se pregunta qué han dado al mundo la paz, la estabilidad y la prosperidad de Suiza. El reloj de cuco. En cambio, la corrupción las intrigas y la violencia de Italia trajeron el Renacimiento. El arte generalmente prospera en situaciones complejas y dolorosas porque es una manera de compensar la realidad. Si el mundo fuera perfecto no necesitaríamos historias, las escribimos para soportar el peso de un mundo que está mal hecho. En esta medida, México es un país que nunca deja de surtir a un creador. El incendio de la Cineteca, que nunca se explicó, es una metáfora de esas situaciones que quedan abiertas, de esos fuegos que siguen calcinando cosas porque nunca se apagaron del todo, nunca se resolvieron.

Un compromiso rebelde

P. También reflexiona sobre la responsabilidad moral del artista. Si las novelas, el arte, reconstruyen la historia, algo muy notorio en América Latina, ¿cuál es este papel del creador?

R. Cada cual escoge una perspectiva para relacionarse con el mundo que tenemos. A mi juicio hay una doble responsabilidad. Por un lado, el arte es una manera de encontrar armonía y sentido en algo que no lo tiene. La realidad ocurre de manera abusiva, contradictoria, desagradable, y la literatura le puede dar un orden al caos. Y el otro aspecto tiene que ver con el placer. Se trata de crear belleza, de entender que incluso en el infierno hay algo que puede refutar los dolores y los quebrantos. En ese sentido, la literatura tiene un compromiso rebelde: procurar felicidad donde parecería que esta no tiene derecho a ocurrir.

P. Uno de esos infiernos que aborda la novela es el mundo del narcotráfico. ¿Es ya un modo de vida irrenunciable para mucha gente? ¿Qué motivaciones sociales lo impulsan?

“El narcotráfico se ha incrustado plenamente en el tejido social mexicano. Los jóvenes se hacen sicarios porque no tienen alternativas”

R. El narcotráfico se ha incrustado plenamente en el tejido social mexicano y es un fenómeno que tiene aristas culturales, políticas, económicas, religiosas, simbólicas… Fue un error cuando en 2006 el presidente Calderón declaró una guerra al narco entendida exclusivamente como una campaña militar. Hay que entender que para muchos jóvenes no hay mejor opción real que pertenecer al crimen organizado. No se hacen sicarios porque un espíritu maligno haya poseído su alma, sino porque para un muchacho pobre que no tiene otras alternativas ingresar en esta vida es una oportunidad de tener dinero rápido, prestigio social, códigos compartidos…. Lo que debemos hacer para acabar con esto es crear alternativas. No entender a los narcotraficantes como gente llegada de otro planeta, sino como nuestros propios compatriotas, vecinos, amigos y familiares.

P. Justamente dice que “la realidad política depende de la construcción de narrativas”. ¿En esta era de fake news hemos olvidado el papel capital del lenguaje a la hora de representarnos el mundo?

R. Me parece muy importante entender que los políticos crean un discurso donde muchas veces es más importante la representación de la realidad que la realidad misma. En México, hace unos años el máximo encargado de la seguridad nacional, Genaro García Luna, actualmente encarcelado en Estados Unidos, creó montajes televisivos para simular que estaba impartiendo justicia. También es muy común que cuando se detiene a un capo, se le atribuyan a él todos los males, como vimos que pasó con el Chapo Guzmán, considerado como un criminal casi omnipotente. Es muy conveniente este tipo de chivo expiatorio.

El eterno retorno

Para combatir estos desmanes del poder, Villoro defiende el papel del periodismo para hallar la verdad, “que como decía Gramsci siempre es revolucionaria”, y por encima de todo la novela. “Este artefacto es uno de los mecanismos más eficaces para entender la complejidad de todas estas narrativas que se cruzan en nuestro día a día”, expone el escritor. “Es un mecanismo para dar sentido, confrontar y amalgamar todo tipo de relatos, todas esas tramas y visiones de la realidad que, sueltas y por separado, tratan de imponer un pensamiento único. Unirlas y explicarlas es lo único que nos puede hacer pensar de forma crítica”.

“El arte prospera en situaciones dolorosas porque es una manera de compensar la realidad. Si el mundo fuera perfecto no existiría”

De la amplia constelación de autores del español, Villoro destaca a unos cuantos “compañeros de generación”, como los argentinos Martín Caparrós, Leila Guerriero, Héctor Abad Faciolince, Alberto Barrera Tyszka, Enrique Serna, Fabio Morabito, Carmen Boullosa… Pero se muestra muy entusiasmado con las nuevas voces femeninas —Samanta Schweblin, Mariana Enriquez, Lina Meruane, Guadalupe Nettel, Sara Mesa…—, “porque su generación solamente ha conocido un mundo en crisis, no pasó por esa época en la que las utopías estaban en oferta, y saben que la tierra de la gran promesa no está en el futuro lejano, no es una arcadia inalcanzable, sino que es este mundo imperfecto y lleno de horror en el que podemos marcar una diferencia”, explica.

P. Confesaba hace poco que teme que la polarización política desemboque en un rebrote autoritario más sostenido. ¿Lo ve realmente posible?

R. El año pasado estuve con el decano del exilio español en México, Fernando Rodríguez Miaja, asistente de campo del general Miaja que defendió Madrid. Entonces tenía 103 años y una enorme lucidez. Decía que al escuchar a VOX oía cosas que le recordaban mucho a lo dicho poco antes de la Guerra Civil. Ciertas actitudes políticas que él consideraba irrepetibles volvían a ocurrir. El ser humano es un enamorado de las primeras oportunidades, rara vez piensa que está repitiendo errores antiguos. Una de las paradojas de los populismos recientes es que hacen las promesas que ya fracasaron en otro tiempo. Milan Kundera dice que vivimos en el planeta de la inexperiencia. Se vende como nuevo cosas que ya fracasaron en el pasado. Así que, ¿por qué no podría pasar una vez más?

Un optimista de la catástrofe

P. Recientemente escritores de varios países han tenido polémicas con sus gobiernos: los colombianos en la Feria del Libro, los peruanos en la FIL, el abominable caso de Nicaragua… ¿La cultura vuelve a ser un campo de batalla político en América Latina o nunca dejó de serlo realmente?

R. Aquí la cultura todavía tiene un peso social muy fuerte principalmente porque es un privilegio que detentan unos pocos. Es una paradoja que, en un país sin lectores un escritor se convierta en una suerte de profeta social. Se piensa que tenemos una esfera de cristal que puede actuar como un oráculo. Esto es un error, pero la cultura tiende a ser sobrevalorada en países donde no tiene un espacio propio suficientemente fuerte. Sería muy raro que en Estados Unidos o Europa un escritor fuera candidato a la presidencia. Son juzgados por sus libros, no por su representatividad social. En América Latina, mientras la cultura sea beneficio de unos pocos, servirá de talismán para discutir a través de ella problemas sociales muy importantes.

“Como dice Kundera vivimos en el planeta de la inexperiencia. Los populismos triunfan hoy con promesas que ya fracasaron en el pasado”

P. Chile, Colombia, Argentina…muchos países del continente están en procesos de cambio social. ¿Qué dos o tres reformas son las más urgentes para cumplir las promesas?

R. México tiene una desigualdad rampante, es uno de los países con mayor brecha entre ricos y pobres. Por ello, el principal combate es a la pobreza, porque si todo el país está en la precariedad es menos grave que si 14 millones de multimillonarios hacen agravio a todo el resto. Esta capa de ricos es muy fuerte, equivale al mercado interno de Suecia, pero a eso hay que agregarle también el de Pakistán… Y esta contradicción es inaceptable. Otra reforma urgente es erradicar la violencia, que ha convertido el simple hecho de salir a la calle en una circunstancia de alto riesgo. Después vendrían frenar la destrucción de la naturaleza y la discriminación de pueblos originarios y mujeres… La agenda de cambio es enorme y necesaria, pero soy un optimista de la catástrofe. Espero que de todas las convulsiones que estamos teniendo recientemente salga una esperanza.