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El Cultural

Martín Caparrós: "Si dejara de existir la muerte ya no tendríamos un futuro"

¿Quién no querría vivir para siempre? ¿Cómo sería un mundo en el que no existe la muerte? Estas son las grandes cuestiones que plantea 'Sinfín', la nueva novela del escritor argentino

10 marzo, 2020 09:14

“Estaba cabreado con la no ficción, harto de escuchar hablar sobre la intención del cronista, palabra que detesto, más cuando me la aplican a mí. Así que me propuse armar una historia que obviamente tiene que ser pensada como ficcional, porque ocurre dentro de 50 años, pero que al mismo tiempo está contada con todas las herramientas periodísticas de la crónica”. Así recuerda Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), todo respuestas francas, miradas inquisitiva y sonrisas irónicas, la gestación de Sinfín (Random House), una crónica periodística ambientada en un hipertecnologizado 2070 en el que, a pesar de haber superado problemas como el hambre o la vejez, mediante alimentos y partes del cuerpo sintéticas, la humanidad vive en un marasmo social y político que muchos ya vaticinan a día de hoy.

"Cuando uno inventa un futuro lo que hace es tratar de exagerar ciertas tendencias contemporáneas. Es una actividad libre y felizmente irresponsable, pero a la vez existe una preocupación por la coherencia que con el pasado no tienes que tener, porque el pasado ya lo inventaron”, admite, y es cierto que su anacrónico bigote e incluso su extrema amabilidad invitan a hablar más de un tiempo ido que del porvenir. Sin embargo, hasta ese entonces viaja Caparrós para contar la investigación de una periodista sobre 天 (pronúnciese “jian”, la aproximada traducción de paraíso en chino), una máquina capaz de crear una nueva forma de vida eterna mental cuya gestación está envuelta en la bruma de complejos intereses políticos y cuya función plantea un interrogante muy similar a la vida eterna ofrecida por las arcaicas religiones: es realmente un paraíso o la más perfecta forma de control social y poblacional de la historia?

Pregunta. La inmortalidad es un tópico intemporal, pero también una obsesión actual, ¿por qué decide abordarla?

Respuesta. Aunque la muerte es uno de esos temas eternos, la diferencia contemporánea es que ahora existe la posibilidad de pensar la inmortalidad desde un punto de vista técnico. Ya no es algo exclusivamente místico, mítico, religioso o filosófico, sino puramente mecánico. Esto que tomo como base del relato, la transferencia de cerebros a un ordenador, es algo que se está trabajando ya. Es muy probable que no se logre en los próximos 20 o 30 años, pero hay gran cantidad de gente que vive muy bien aquí que está invirtiendo fortunas enormes en buscar esa solución técnica a la mortalidad, porque es difícil morirse bien cuando te crees que es el final de todo y que no está Dios esperándote.

P. ¿Hoy en día todos querríamos la inmortalidad o sólo quienes tienen mucho que perder?

R. Creo que si te dijeran que esto puede no acabarse, que hay una manera, uno estaría muy tentado de intentarlo. Si 天 existiera habría mucha gente muy inquieta por conseguirlo para sí y si el dinero se estableciera entonces como una barrera, mucha gente querría romperla. Pero no es una idea nueva. Me influyó mucho una historia que leí hace años y nunca volví a encontrar sobre cómo en algún momento del Antiguo Egipto hubo una revuelta porque mucha gente quería conseguir la inmortalidad reservada a los faraones. Con esa idea ya escribí La Historia, y ahora de algún modo retomé el mismo argumento. No quería hacerlo, pero ya a la mitad descubrí que me estaba metiendo en el mismo baile. Parezco el caballo del lechero, que hace siempre el mismo camino.

P. Creemos que lo mejor de nuestras sociedades es para todos, pero en realidad la globalización siempre deja a alguien fuera. ¿Qué consecuencias tiene esto?

"Estamos tan imbuidos de globalización que no pensamos que hay 3.000 millones de personas fuera. Ni en los efectos de esa exclusión"

R. Estamos tan imbuidos de esta idea de globalización que creemos que todos están participando en ella. Hay 4.500 millones de personas en el mundo conectadas de algún modo más o menos eficiente a internet, lo cual es extraordinario. Pero eso significa que hay 3.000 millones que no lo están, casi 70 veces la población de España. Mucha gente que vive ya casi en otra dimensión, en otra galaxia. Unos pocos se van integrando y otros quedarán fuera definitivamente, como los 800 millones de personas que no comen suficiente en un mundo que produce comida de sobra para todos. No sabemos bien cuáles son los efectos de esa exclusión. En general quien está fuera es la gente que está más jodida y que tiene menos posibilidades de reaccionar. Pero quizá algún día podrán explotar y romper todo. No lo sabemos.

P. Plantea el eterno dilema entre cuerpo y mente o alma. Si se cumple ese futuro en el que seremos solo conciencia, sin ataduras físicas, ¿no se perderá algo fundamental de la esencia humana, nuestra materialidad?

R. La novela plantea que eso que la teología y la filosofía clásicas llaman alma y que ahora nosotros llamamos cerebro o mente, sobrevive maravillosamente disociada del cuerpo, lo pasa mucho mejor sin su cuerpo e imaginando tener uno virtual que hace cosas mucho más placenteras. ¿Puede ser eso? No lo sé, pero no parece muy disparatado pensar que sea así dentro de un tiempo. Y entonces el cuerpo va a ser una especie de desecho nuclear, un problema. ¿Cómo se hará para agregar a la cantidad de basura con la que ya no sabemos qué hacer nuestros cuerpos vacíos? O bueno, sus, porque yo ya no llego.

Hacia un mundo virtual

P. En su 2070 el ser humano alcanza una virtualidad prácticamente absoluta, contexto en el que quizá es mucho más asumible la idea de 天. ¿Hoy arrasaría del mismo modo?

R. Realmente lo creo. Si comparamos el grado de virtualización con el que vivimos ahora con el que se vivía hace sólo 20 años, es una diferencia radical. Por ejemplo, ahora estás hablando todo el tiempo con gente que no se encuentra a tu lado. Eso hace 100 años era imposible, y hace 30 tenías que ir a un lugar específico donde había un pesado aparato que no siempre funcionaba. Y ahora yo charlo mucho con mi hijo, que vive en Buenos Aires y veo con él partidos de fútbol a la vez, lo que supone que ambos estamos sumidos en una realidad que está sucediendo a 50 kilómetros de su casa y a 10.000 de la mía… Es un ejemplo muy menor, pero esto irá incrementándose.

"Paradójicamente, Nuestra idea de paraíso nunca incluye máquinas, pero las necesitamos para construirnos una idea de él"

P. Sin embargo, en ese futuro robotizado alguien percibe que en los mundos ideales de las personas no hay máquinas.

R. Es una gran paradoja. Nuestra idea de paraíso nunca incluye máquinas, pero las necesitamos para construirnos una idea de él. Aunque sea la tecnología más rudimentaria. Por ejemplo, sin el libro hubiera sido mucho más difícil alcanzar una idea de paraíso. Aún hoy, las máquinas nos dan ideas de sitios maravillosos, pero allí no las queremos.

P. Otra paradoja es que a pesar de haber superado barreras como la creación de alimentos, la vejez o los prejuicios raciales y sexuales, dentro de 50 años el mundo es caótico y mucho más violento. ¿Será imposible la convivencia pacífica a pesar de los logros técnicos y sociales?

R. Imposible no es, cada uno se imagina el mundo como puede y esa es la ventaja de escribir sobre algo de dentro de 50 años, nadie me va a pedir cuentas. Ojalá, pero no creo. Efectivamente, planteo que aunque hay una serie de barreras que han caído, sobre todo en el tema de las identidades de género, en las que parecemos estar tan ocupados que algo vamos a conseguir; temas como la falta de necesidad de producir alimentos desordena, no ordena. Hay gente que pasa a ser absolutamente innecesaria, más aún que ahora. Me impresiona mucho cómo ya hoy en día hay unos 1.200 millones de personas que el sistema global no sabe cómo utilizar y que mantiene en una especie de miseria marginada porque matarlos a todos queda feo, alguien protestaría en la ONU. Que un sistema de producción no pueda aprovechar el 30 % de su mano de obra es un fracaso total. Y al final esa gente quizá creará una situación de caos.

P. Esta tecnología roba el gran monopolio de las religiones, la vida eterna, pero en su novela el catolicismo subsiste e incluso se radicaliza. ¿En un futuro incierto podría ser, como en el pasado, un catalizador social?

R. Ahora damos por hecho que la religión beligerante es el islam y pensamos que el catolicismo es una religión serena y pacífica cuando históricamente no hubo una más guerrera. No es inverosímil pensar que viendo su pérdida alarmante de seguidores haga lo que hizo el islam hace 30 o 40 años y recupere su carácter beligerante. Hoy en día está perdiendo espacios y seguidores a un ritmo frenético. Le quedaban ciertos bastiones que, “curiosamente”,  eran los lugares más pobres del mundo África y América Latina, pero allí están perdiendo millones y millones de personas a manos de los evangélicos. Es una derrota extraordinaria para Roma que trataron de aminorar con un Papa latinoamericano, pero no parece que termine de funcionar. Quizá se desesperen lo suficiente para hacer una nueva cruzada.

P. Siempre le ha atraído el origen de los mitos fundacionales, como LaBuenaHistoria, un relato que narra el “idílico” nacimiento de 天. ¿Este tipo de relatos siempre son necesarios?

R. Pareciera que sí, ¿verdad? Estamos en una época en que, sobre todo en política, se habla mucho de los relatos, de que lo que tiene que hacer un líder para conseguir el poder es ofrecer un buen relato. Y creo que eso se reproduce en todas las esferas. Se me ocurre, por ejemplo, que uno no tiene una buena relación amorosa, si no construye un buen relato en ese reducido espacio. En cada ámbito hay que armar un relato convincente y gratificador, es consustancial al ser humano.

Un presente tedioso y plano

P. Sin embargo, afirma que "el siglo XXI no tiene nada por lo que luchar", ¿hacia dónde nos lleva ya hoy esta falta de ideales?

"El relato es consustancial al ser humano. En cada ámbito de la vida hay que armar uno convincente y gratificador"

R. Es una de mis preocupaciones más habituales. A lo largo de la historia ha habido periodos en que los hombres se imaginaban cómo querrían que fuera su futuro y hacían lo posible para ponerlo en pie. Y, en cambio, ha habido épocas en las que los hombres vienen del fracaso de ese futuro deseado y todavía no han construido la siguiente idea de porvenir, por lo que no saben hacia dónde ir y temen cualquier cambio. Este es uno de los rasgos de nuestro tiempo: imaginamos el futuro como amenaza porque no conseguimos armar el relato de un futuro deseable. Eso convierte la actualidad en un momento tedioso, pegajoso, plano. Nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo y es curioso, porque todos los sistemas socioeconómicos que la humanidad inventó para sí en algún momento terminaron. Por ello no hay ninguna posibilidad de pensar razonablemente que este va a ser distinto a todos los anteriores. Lo que pasa es que no sabemos cómo queremos que sea el siguiente y por ello lo que tenemos respecto a él es miedo.

P. Todo el rato se repite que esta tecnología es un triunfo, pero ¿no es al tiempo un fracaso que el ser humano renuncie a la aspiración tradicional de mejorar la vida en la Tierra por un subterfugio como encerrarse para siempre en 天?

R. En este sentido 天 es una caricatura de esta época en que el triunfo es individual. Abandonar el presente para vivir el futuro en un pasado perpetuo es la gran paradoja de todo esto. Demuestra que sin la existencia de la muerte, la gente ya no quiere estar en el presente y, por tanto, no piensa en el futuro. Es decir, si eliminamos la muerte ya no existe el futuro.

P. "La muerte nunca fue lo peor", asegura uno de los científicos que la combate, ¿qué es lo que nos aterra de ella?

R. Este personaje se plantea 天 como una especie de tortura de Sísifo, repetir una y otra vez los mismos pensamientos sin poder jamás salir de ellos. Eso es peor que la muerte. El origen de esta idea está en una versión del Hades de la Antigua Grecia donde había almas que andaban por ahí sin cuerpos, sin posibilidad de hacer nada de lo que podían imaginar. Pero lo realmente peor que la muerte es estar constantemente pensando en la muerte,y de eso no podemos aún escapar.