Image: Cristián Silva, un azar que no es tal

Image: Cristián Silva, un azar que no es tal

El Cultural

Cristián Silva, un azar que no es tal

Aurora Borealis | Fata Morgana

23 diciembre, 2016 01:00

Instalación que da título a la exposición, Aurora Borealis / Fata Morgana, 2016

Galería Maisterravalbuena. Dr. Fourquet, 6. Madrid. Hasta el 14 de enero. De 2.500 a 7.000 euros

¿Cómo hablar de una exposición que se plantea como un catálogo de preocupaciones, de maneras de formalizar y de articular un trabajo que analiza pasado, presente y futuro desde la introspección más estricta? Partiendo en apariencia de un caos absoluto se presenta Aurora Borealis/Fata Morgana, la tercera muestra de Cristián Silva (Santiago de Chile, 1969) en la galería Maisterravalbuena. Silva exhibe trece nuevas obras cuyo efecto nace de lo universal para referirse a experiencias personales que podrían antojarse caprichosas y cautivas de un azar que en realidad no es tal, sino más bien todo lo contrario. Si sus dos anteriores individuales se mostraban formalmente más concisas, Aurora Borealis/Fata Morgana supone un estallido, y por ello es una exposición para ver con calma, dispuestos a que la sonrisa se nos dibuje en el rostro algunas veces y a fruncir el ceño otras.

De lo que se trata no es sólo de descifrar las razones que mueven a este artista a operar de tal o cual modo, sino también de descubrir si es posible fijar unas guías en base a las cuales hilar un recorrido más o menos ordenado. El tartán es un elemento recurrente para Cristián Silva desde sus inicios, lo dota de diferentes capas de significado que remiten al diseño urbanístico de su ciudad natal, así como a la imposibilidad de tomar los atajos que impone la ausencia de líneas curvas o las connotaciones que estos tejidos han tenido en Escocia durante siglos para los distintos clanes. Para Silva, la tela estampada mediante retículas plantea, también, por su capacidad de adaptación a los volúmenes curvos, un doble juego entre lo cerebral y lo sensual. Ese tartán es el que ahora cubre una serie de esferas que se presentan del mismo modo que David Hammons dispuso en 1983, en la Cooper Square de Nueva York, una manta cubierta de bolas de nieve de diferentes tamaños con el objetivo de venderlas. Se plantea el guiño, o más bien el homenaje, echando mano de esa permuta que convierte la tela en nieve y viceversa. Quizás esas bolas sean simplemente una excusa para evidenciar la amplitud y posibilidades del recorrido, y dar paso a un montaje que aunque se presenta estrictamente lineal, se relaciona también con la flexibilidad del diseño textil.

A partir de una vieja práctica de castigo escolar y sin orden aparente, Silva pega cáscaras de nueces sobre una tabla verde en un gesto que no obstante responde a la representación gráfica de los números primos. No es más que el principio. Una imagen fluctuante del atentado de Mateo Morral contra el carruaje de Alfonso XIII y Victoria Eugenia es banderilleada con guindas y aceitunas de cóctel en un doble guiño al paisaje que Duchamp tituló Pharmacie en 1914 y a esa afición burguesa por el aperitivo. Una corona de laurel en homenaje al matemático alemán Carl Friedrich Gauss se recicla para hacer vahos y sobre la pared se configura con hilo dental y chicles un heptadecágono, figura geométrica de la cual Gauss fue el primero en demostrar que podía trazarse con regla y compás. Dos cubos blancos que remiten a los de Naum Gabo mantienen latente esa idea de los contrarios. Un horizonte de brea referido a Tiziano, dos murales o la imagen de un indigente que observa el escudo de Bélgica. Podríamos desgranar la exposición entera, pero ojo, aquí no existen spoilers que nos arruinen la sorpresa ante un trabajo tan amplio. La sensación que a uno lo invade es la de estar frente a un individuo impredecible, de un repertorio tan amplio que podría no repetirse jamás. No sabría determinar si a la larga eso es bueno o malo, pero hay riesgo, y de lo visto últimamente es sin duda de lo más interesante.

@AngelCalvoUlloa