El Cultural

Los vampiros suecos

8 mayo, 2009 02:00
1. Anda todo el mundo muy excitado con Déjame entrar, película en cartel protagonizada por una adolescente vampiro y su mejor amigo, el rarito de la clase. Algún crítico (un tanto despistado) incluso ha llegado a considerarla como la mejor del año. En cualquier caso, nadie se ha salido del guión y ha sido tachada como la "revelación" de la temporada en todos los titulares. Con éstas, fui al cine a ver la película esperando salir al borde del llanto compulsivo. Y no. Déjame entrar es una película realizada con muchísima inteligencia, muy bien rodada y con algunas escenas excelentes, sobre todo la secuencia final en la piscina. El director, un tal Thomas Alfredson, capta con sensibilidad esa extraña relación con lo perverso y lo siniestro que se establece durante la infancia, esa época en la que la muerte cobra una dimensión enfermiza y próxima. Sin embargo, hay algo que chirría en Déjame entrar. Por una parte, el propio director ha confesado que el género de terror y de vampiros le importa un pimiento. Y se nota. Sucede también en el primer Batman de Cristopher Nolan y es que el autor se siente tan por encima del género que todo el rato parece estar justificando su trabajo haciendo todo menos lo que se supone que se espera en una película de esas características. Resumiendo, Déjame entrar peca de cierta pedantería. Y segundo, ese aire misterioso y turbulento de Déjame entrar, esa planificación hipercuidada y preciosista recuerda, a ratos, a uno de esos editoriales de moda de la revista Dazed and Confused en los que los chicos parecen chicas y al revés.

2. Toparse con una buena comedia produce el mismo efecto a cuando uno llega a una ciudad desconocida de madrugada muerto de hambre y no sólo encuentra un restaurante abierto sino que encima le dan bien de comer. Es un pequeño milagro. Por eso, creo que todo el mundo debería correr al videoclub para alquilarse El arte de estrangular (en el original Art School Confidential) una sensacional película que se estrenó directamente en DVD sin que eso tenga mucho sentido. En el filme vuelve a reunirse el equipo de Ghost World, Terry Zwigoff en la dirección y el emérito autor de cómics Daniel Clowes en la escritura. La película trata sobre las andanzas de un joven recién llegado a una universidad de arte en Nueva York y, desde el principio, se presenta como una hilarante parodia del mundo bohemio y "sensible" de unos chavales ansiosos por convertirse en los nuevos Cy Twombly. Con unos diálogos fantásticos atentos al mínimo detalle (en la película todo está cuidado, desde el póster que cuelga en una recóndita esquina de una habitación hasta los cordones de los zapatos) y unas interpretaciones suculentas a cargo de Max Minghella (protagonista masculino de la Agora de Amenábar) y John Malkovick, Art School Confidential es una de las mejores comedias recientes. Cualquiera que conozca (o no) el mundo culturetas se partirá de risa. Un solo pero. Recuerdo que cuando era pequeño las fotos podían revelarse en brillo o mate. Zwigoff ha rodado en brillo. Y era mate.

3. ¿Alguien hace caso a los críticos? El director de marketing de una distribuidora me dijo que la importancia de los críticos de cine era sólo negativa. O sea, si escribían mal sobre una película podían fastidiarla, pero si hablaban bien nadie les hacía ni caso. Es una teoría. En cualquier caso, el fracaso en taquilla de 25 kilates parece darle la razón. Todos los periódicos de este país se dedicaron a elogiarla, empezando por El Cultural donde yo mismo escribí que "sería una pena que 25 kilates cayera en el mismo abismo de tantas películas españolas". Pues ha caído. Es un filme preciso, bien hecho e incluso muy divertido y nadie le ha hecho ni caso. A veces todo esto es desesperante.