Jota, dueño de Williamsburg Grill & Beer
Jota, hostelero dueño de una hamburguesería: "Pasé de no tener para comer a facturar 60.000 euros en un mes"
Jota tiene una historia que parece sacada de un manual de superación personal. Es el fundador de Williamsburg Grill’ & Beer, una cadena de hamburgueserías con la que ha triunfado.
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Juan Pedro, conocido como Jota, no encaja en el perfil del emprendedor gastronómico convencional. A sus 32 años, este valenciano ha levantado cuatro locales de hamburguesas en Madrid y una foodtruck bajo la marca Williamsburg, con una inversión que ronda el medio millón de euros.
Pero su historia no comienza en una escuela de negocios ni en una familia acomodada ni con un gran grupo de inversión detrás.
Comienza en un cibercafé, donde su madre le propinó "la mayor hostia de su vida" después de que la llamaran los servicios sociales porque no iba al colegio.
Una infancia dura
"Yo he cursado hasta segundo de la ESO y porque ya no podía repetir más", reconocía sin rodeos hace un par de años en una entrevista en el canal de YouTube de Alfredo Montes. Con 11 asignaturas suspensas de 12, Jota abandonó los estudios a los 15 años. No por rebeldía, sino por necesidad.
Jota, dueño de una hamburguesería
"Cuando tú vas con un pantalón de chándal roto, o cuando tienes 3 chándales y los otros tienen... me daba mucha vergüenza", explica sobre aquellos años en los que su vida estaba marcada por la precariedad.
La infancia de Jota transcurrió entre Mallorca y Valencia, en un entorno familiar fragmentado tras el divorcio de sus padres. Él y su hermano, apenas 11 meses menor, crecieron con sus abuelos.
"Estábamos sin luz, sin agua, y yo me busqué la vida para hacer enganches por detrás del contador", recuerda al hablar sobre una de las épocas más duras. "Un día estábamos en casa y no había nada para comer" y ahí llegó a plantearse incluso robar comida en Mercadona. "Yo me acuerdo de que le dije a mi hermano que yo conseguiría lo que fuera".
Con 16 años comenzó a trabajar legalmente, aunque ya había hecho "pirulos" antes. Pasó por fontanería, herrería, construcción y seguridad. "Yo creo que me ha gustado todo y creo que se me ha dado bastante bien casi todos los trabajos", afirma. Pero fue la hostelería, a la que llegó a los 18 años tras una ruptura amorosa, la que le cambió la vida.
Descubrir la hostelería
"Mi pareja en aquel momento era muy cañera. Ella veía mi potencial, el potencial que yo no veía", cuenta sobre Verónica, quien le exigía estudiar y aspirar a más. Pero Jota se sentía cómodo ganando 1.000 euros al mes. "Yo era megafeliz. Para mí ese techo de 1.000 euros me daba para vivir", explica. Hasta que la relación se rompió y él decidió dar un giro radical.
Entró en un catering, luego en Tommy Mel's y finalmente en The Fitzgerald, donde escaló hasta manager. "Cuando sentí que mi equipo confiaba tanto en mí, que si yo decía esto es blanco y era negro, ellos decían blanco a muerte, ahí fue cuando dije, esto me llena", recuerda.
Pero en noviembre de 2018 perdió el trabajo y cayó en una depresión. "Me sentí como abandonado", admite sobre ese momento que describe como "uno de los más jodidos" de su vida.
El origen de Williamsburg
Fue entonces cuando el destino jugó a su favor. En el cine se cruzó con Andrés, uno de sus antiguos jefes en Tommy Mel's, que le propuso montar algo juntos. Jota tenía una idea: un local pequeño, dos hamburguesas, carne madurada, estilo americano. Un presupuesto de entre 30.000 y 40.000 euros.
Pero el proyecto creció. "Arrancamos Rivas y no teníamos una cantidad de inversión ni mínima ni máxima", explica. La cifra final fueron 240.000 euros de inversión inicial.
"Mis socios confían en mí ciegamente y ellos mismos de su bolsillo ponen mi parte", reconoce agradecido. Rosa, Manu y Andrés hipotecaron casas para financiar el sueño de un chaval que no tenía un euro.
Williamsburg abrió el 28 de diciembre de 2019 en Rivas. El nombre viene de un barrio neoyorquino, multicultural y lleno de grafitis. "Encontramos los grafitis de Williamsburg que dan al puente de Brooklyn y fue cuando nos empezamos a informar del barrio judío", cuenta. La esencia del local: fusión de vida y sueños, con un toque urbano y colorido.
La llegada del éxito
El primer día fue un éxito inesperado. Ofrecieron un 50 % de descuento a cambio de feedback. "Tenía una cola de unos 30 o 40 metros", recuerda. Pensaron que era por la promoción, pero al día siguiente, sin descuento, volvió a llenarse. "Lunes otro reventón, martes reventón, miércoles reventón", enumera aún sorprendido.
Dos meses y medio después llegó el COVID. "Me alegré. Para mí me parecía la bomba porque era como quince días de vacaciones", reconoce sobre los primeros días de confinamiento.
Pero cuando se alargó, Jota reaccionó. Montaron delivery con Glovo y Deliveroo. Sacó una mesa a la calle, improvisó un sistema de pedidos por teléfono y empezó a vender.
El primer día facturaron 100 euros. Al tercer día, 40 o 50 comandas. La policía les llamó la atención porque la gente se agolpaba en la puerta. En el primer mes de pandemia facturaron 60.000 euros.
Hoy Williamsburg tiene cuatro locales y una foodtruck con la que participan en festivales como la Champion Burger. En 2028 cuentan con tener hasta diez.
Su éxito no se basa solo en la hamburguesa. "Algo clave para montar una hamburguesería. ¿Qué tienes que tener? Carne y pan", bromea. Pero luego profundiza: "Lo que tienes que basarte es en cómo hacer que para la persona que venga sea una experiencia positiva en su vida".
Por eso eliminaron el servicio en mesa. "No quería camareros que sepas que van a hacer 100 % bien la atención al público en mesa", explica. El cliente pide en barra, sube a su mesa y allí le llevan la comida. "Quiero que sea como más informal, que estés con tu gente, puedas estar en tu mesa y es como más relajado".
Jota no oculta que el camino ha sido duro. "Yo llegué a perder la vista en un ojo del estrés", confiesa sobre los primeros meses. Trabajaba 12, 13, 14 horas al día. "Pillé el COVID antes que nadie", recuerda. Pero no paró. "Esto tiene que salir, tiene que salir, tiene que salir", apostilla.
Y tanto que salió, la historia de Jota es la de alguien que pasó de robar arroz en Mercadona para comer a facturar cientos de miles de euros. "Yo no quería el escalón más alto, yo quería no volver atrás y quería estar en otro momento de mi vida", reflexiona.
Y lo ha conseguido. Pero no solo. "Si no tienes por donde arrancar y alguien que te apoye no eres nadie", reconoce sobre sus socios.