Ani, dueño del Kebap Station.

Ani, dueño del Kebap Station. YouTube

Reportajes gastronómicos

Ani, dueño de un kebab en España: "Vendo 170 al día y gano 35.000€ al mes, pero solo me quedan unos 5.000 en el banco"

Este es el día a día de un kebab que mueve más de 30.000 euros mensuales: inversión alta, calor extremo, poco descanso y un margen real que sorprende.

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Montar un kebab en España puede parecer un negocio sencillo, barato y rápido de poner en marcha. Sin embargo, detrás de cada ración de carne al corte, de cada bandeja de patatas y de cada salsa casera hay una combinación de inversión, largas jornadas y una gestión constante para sobrevivir en un mercado saturado.

Ani, dueño de Kebap Station, un local que factura entre 30.000 y 35.000 euros al mes, lo resume con claridad: "Es rentable, sí, pero hay que trabajar como un animal".

Ani comenzó con este negocio hace años, cuando la competencia aún no era tan feroz y las aplicaciones de delivery no habían irrumpido con tanta fuerza.

Desde entonces, ha tenido que adaptarse a un sector donde cada euro cuenta y donde la eficiencia operativa se convierte en la diferencia entre ganar dinero o quedarse únicamente cubriendo gastos.

Alta inversión, retorno a 2 años

Para arrancar su kebab, Ani necesitó una inversión inicial de entre 20.000 y 25.000 euros solo en maquinaria. A eso hubo que añadir un traspaso que rondó los 40.000 euros por la ubicación del local. "Si te vas a una zona buena, céntrica o muy transitada, el traspaso puede dispararse.

Ahí decides si te endeudas o te conformas con una calle más secundaria", explica. La inversión, aun así, se recupera en unos dos años, siempre que el negocio arranque con buen ritmo.

Su jornada es tan intensa como previsible: abre a las 12 del mediodía y cierra a las 12 de la noche. Doce horas diarias, siete días a la semana, donde el calor es el enemigo principal. "En verano es una locura. Si afuera hay 40 grados, aquí dentro parece que hay 60.

El horno, el kebab girando, las freidoras… terminas empapado", cuenta. Aun así, trabaja con solo dos empleados, lo que le permite reducir gastos fijos y mejorar el margen.

En su modelo de negocio, el consumo en local es lo que mantiene la estabilidad. De su facturación mensual, el 80% procede de la venta directa y solo el 20% llega a través de pedidos a domicilio.

Esto le permite esquivar en gran parte las comisiones de plataformas como Glovo o Uber Eats, que pueden llegar al 30% más IVA y convertir un pedido en una operación poco rentable. "Si aceptas todo por delivery, pierdes dinero. Literalmente pagas por trabajar", afirma.

Un margen que deja 5.000 € limpios

El precio del kebab, 7,50 euros de media, sube fácilmente hasta los 10 o 12 euros por persona cuando el cliente añade patatas y bebida. Aun con ese ticket medio, la presión del alquiler y el coste creciente de las materias primas limita el margen. El resultado: unos 4.500 a 5.000 euros netos al mes. "Hay gente que piensa que nos forramos, pero no ven que entre luz, agua, personal y comida se te va casi todo", señala.

La competencia es intensa. En muchas ciudades españolas, el número de kebabs por barrio hace que los clientes se repartan entre opciones muy parecidas. Para diferenciarse, Ani apuesta por las salsas propias y por un producto que intenta cuidar al máximo. "Aquí la diferencia la marca el sabor. Si no está bueno, no vuelven", asegura. También reconoce que el sector ha cambiado: "El cliente ahora sabe más, compara más y es más exigente".

La estacionalidad es otro factor clave. En temporada alta, especialmente en zonas turísticas, los ingresos se disparan gracias a los visitantes, muchos de ellos británicos. Fuera de temporada, sobrevivir es cuestión de fidelizar a los residentes del pueblo. "El invierno es duro. Hay días que te planteas si merece la pena abrir", admite.

Esfuerzo diario y oficio sin pausa

A pesar de las dificultades, Ani sabe que el kebab sigue siendo un negocio atractivo para quien quiera trabajar duro y no tenga miedo a mancharse las manos. El sacrificio personal es evidente. Pedir préstamos al banco, reinvertir ganancias y renunciar a tiempo libre son parte del proceso. "Todo lo que ves aquí está pagado a base de sudor", afirma mientras señala la maquinaria que compró financiada.

Cuando le preguntan si volvería a montar un kebab, no duda: "Sí. Es un negocio bueno si lo haces con cabeza. No te vas a hacer rico, pero vives. Y si lo gestionas bien, funciona". Lo que sí reconoce es que no es para cualquiera. Las horas, el calor, la competencia y la presión constante para mantener la calidad hacen que muchos no aguanten el ritmo.

Negocio de Kebab

El principal consejo que daría a quien piense abrir uno es claro: "No te fíes de las apariencias. Parece fácil, pero cada día es una batalla. Si no estás dispuesto a vivir aquí dentro, ni lo intentes". Y, aun así, vuelve a insistir: "Si te gusta el trabajo, merece la pena. Ver la caja llena después de un día bueno es una satisfacción enorme".

El kebab, como negocio, se mantiene en un equilibrio delicado entre margen ajustado, volumen alto y un sacrificio personal constante. No es una mina de oro, pero sí una estructura sólida para quienes saben exprimir cada venta. Ani lo resume en una frase que repite como un lema: "Sacrificio, paciencia y buen producto. Esa es la fórmula. No hay más".